Urbanismo y agricultura en Caracas

F. David Arráez Y.

Caracas está ubicada en un valle estrecho, presidido por el imponente Waraira Repano. Debió ser como dicen los cronistas del siglo pasado «La Sucursal del Cielo», o como la describe Enrique Bernardo Núñez en La ciudad de los techos rojos. La imagino con su agradable temperatura, paseos peatonales, excursiones a Los Chorros y a El Guaire para refrescarse en sus cristalinas aguas, con un servicio de transporte colectivo eficiente como lo fue el tranvía, pero también socialmente estratificada con la herencia mantuana convertida en una arrogante oligarquía con sus sirvientes y una «clase media» trepadora.

La revolución industrial que se dio inicio hace más de siglo y medio con el uso de la máquina de vapor patentada por James Watt, pero pensada en el siglo I por Heron de Alejandría en su Spiritalia seu Pneumatica, hizo posible la extracción masiva de la primera fuente primaria de energía fósil -el carbón mineral-, luego vino el petróleo y seguidamente el gas natural de los cuales se obtienen los combustibles adecuados para el motor de combustión interna. Esta segunda revolución energética transformó la vida en el planeta, se inició un proceso de urbanización, de concentración de la población en grandes urbes. Según un informe de las Naciones Unidas, en estos momentos más de la mitad de la población mundial vive en ciudades.

La producción agrícola se mecanizó y el uso de agroquímicos -hoy devenidos en agrotóxicos-, además el empleo de las semillas transgénicas, dejó sin trabajo a cientos de millones de campesinos que tuvieron que migrar a las ciudades en busca de alguna ocupación para poder subsistir. Venezuela hasta los años 50 del siglo pasado tenía una población distribuida en un 80% en el campo o caseríos y 20% en ciudades grandes y medianas. Hoy nos encontramos con la relación inversa, casi el 90% o más viven en ciudades y sólo el 10% o quizás menos viven en el campo. Caracas es un conspicuo ejemplo de esa transformación, su crecimiento poblacional fue por momentos casi exponencial. La poca, equivocada o nula planificación urbana, la apropiación de los mejores terrenos por parte de la burguesía parásita, logrando extender la poligonal urbana y tomándose para sí el plusvalor obtenido, valiéndose para ello de la corrupción de ciertas autoridades municipales para luego especular con los terrenos y construir sus viviendas en selectas y protegidas urbanizaciones.

Del Infierno a otra planificación urbana

El tráfico vehicular insoportable que ha requerido de ingentes inversiones públicas en avenidas, viaductos, túneles, distribuidores, arañas, pulpos, puentes, nalgas de Pérez Jiménez o Rómulo Betancourt -según sea el caso-, y que aún se continúan haciendo, han convertido a la añorada «Sucursal del Cielo» en una antesala del Infierno. Los migrantes del campo tuvieron que ocupar los «cerros» para construir sus viviendas en un ejercicio asombroso de ingeniería popular, pero muchas veces en terrenos falsos y de alto riesgo, mucho mayor que en las «Cumbres», «Altos», «Terrazas» o «Colinas» donde habitan sectores de la «clase media».

Habitar, trabajar, circular, cultivar el cuerpo y el espíritu fueron conceptos generales desarrollados en la Carta de Atenas del IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) celebrado a bordo del yate Patris II en 1933, donde Le Corbusier tuvo un liderazgo innegable. En la Carta de Atenas se habla de segregación funcional estricta y distribución de la población en bloques altos de apartamentos en intervalos extensamente espaciados. Estos conceptos tuvieron mucha influencia en los desarrollos arquitectónicos en todo el mundo, pienso que la Urbanización 2 de diciembre, hoy 23 de enero, es un ejemplo de la aplicación de esas tesis que contrastan con el Proyecto Nacional Simón Bolívar 2007-2013, en el que se expresa «Promover la ciudad compacta, concentrada, articulada y autosustentable basada en un patrón de alta densidad y baja altura, diseñada a partir de espacios públicos generadores de ciudadanía con accesibilidad para todos donde la estructura urbana se base en sistemas de transporte público masivo electrificado».

Un cambio cultural debe reportarse para resolver el desastre urbano existente

Yo le agregaría otros conceptos: estudiar, cultivar alimentos y participar, además de integrar todas esas actividades en una unidad orgánica concentrada que funcione como una célula autosuficiente que reduzca drásticamente la movilidad en las actividades rutinarias al habitar cerca de donde se trabaja, se estudia o se recrea, y en lo posible producir parte de los alimentos de la dieta diaria en balcones, techos, patios, jardines y/o conucos comunales; abandonar la estética burguesa de jardines con plantas ornamentales podadas geométricamente o formando figuritas de moda sobre todo en los sectores medios de la población, estética que se me ocurre llamar Versalles por los jardines del palacio homónimo. ¿Quién dijo que una mata de plátano no es hermosa o un corte de lechugas, ajoporro, cilantro, etc.? Ah… es la estética burguesa que nos han impuesto a través de los medios electrónicos e impresos.

Cualquier plan de reconstrucción urbana, rehabilitación, reordenamiento, o como lo queramos llamar, de Caracas, tiene que contemplar la total transformación de los sistemas de transporte urbano, debe privilegiarse el transporte público colectivo. El sistema de transporte subterráneo (Metro) es una consecuencia del congestionamiento de las vías de la superficie por los automóviles particulares: a los ciudadanos de a pie los enviaron al subsuelo, privándolos de la maravillosa luz tropical y otros elementos propios de la naturaleza, mientras se desplazan a sus trabajos u ocupaciones o a sus hogares, incrementando una población flotante que distorsiona el-espacio-urbano.

El caraqueño merece un transporte superficial eficiente, amable en sus prestaciones, seguro y puntual. Los estudios dirán la modalidad y/o inter-modalidad que pudieran ser: autobuses de gran capacidad y baja contaminación con vías preferentes y paradas fijas con algunos servicios públicos incluidos, sistema de tranvías, sistema de trolebuses, nuevos metrocables, caminerías y ciclovías que ofrezcan seguridad al usuario. Un sistema intermodal de transporte público que enamore y conquiste al ciudadano a servirse de él para sus actividades rutinarias y deje el vehículo individual para ciertas ocasiones no rutinarias.

Cito al maestro Carlos Raúl Villanueva: «Un transporte congestionado no permite vivir, como un hombre no puede vivir o vive mal con alta presión sanguínea… la circulación mecánica es un factor que hace imposible la vida en nuestras ciudades, por lo que pedimos con el urbanista Víctor Gruen, que el automóvil sea destronado de su alto pedestal como símbolo de divinidad y sea utilizado únicamente cuando se necesite y sin interferir con mayores derechos que los seres humanos» (en «La ciudad del pasado, del presente y la del porvenir», 1963).

Somos un pueblo constructor

Las intervenciones que está realizando la Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor en los «barrios populares» debe tomar en cuenta los valores de esas comunidades o «cultura del barrio» caracterizada por su sociabilidad y solidaridad, últimamente perturbada por el fenómeno paramilitar y las bandas criminales sembradas por los enemigos en esta guerra que nuestra sociedad está soportando. Hay que privilegiar los espacios comunes, crearlos donde no existan, tales como salones múltiples donde se puedan proyectar películas y documentales, hacer teatro, dar conferencias y realizar reuniones de las organizaciones comunales, áreas para la recreación de los niños, taller de mantenimiento y/o producción, lavandería comunal y, algo muy importante, el barrio debe tener su «conuco urbano» donde se produzca junto a los cultivos dentro del área de las viviendas parte de la dieta diaria. El diseño y la escogencia de los materiales de construcción deben tomar en cuenta el aislamiento térmico para que no sea necesario el uso de aire acondicionado, utilizar sistemas simples de energía termosolar de baja temperatura que evite el uso de calentadores de agua, instalación de paneles fotovoltáicos para generar electricidad por lo menos para la iluminación exterior.

El nuevo barrio a intervenir o construir debe estar en la vanguardia en el ahorro y eficiencia energética, y debe convertirse en un espacio vital que, al injertarse en la ciudad, actúe como una «célula madre» que vaya regenerando el tejido social dañado.

Somos un pueblo constructor. En el siglo XX la suma de las viviendas construidas por organismos públicos y la industria privada de la construcción fue menor a la cantidad de viviendas construidas para su uso por el propio pueblo.

Esa potencialidad de nuestro pueblo en el trabajo creador para resolver con sus propias manos y con recursos precarios la construcción de la vivienda para sus familias, debemos volcarla en estos momentos en el trabajo para procurarse o complementar parte de su alimentación. Esto comporta un cambio cultural en la alimentación que privilegie la ingesta de hortalizas, tubérculos y raíces sustituyendo en lo posible las harinas procesadas, complementando con ciertos tipos de leguminosas que en algunos espacios urbanos o periurbanos se pudieran sembrar y cosechar.

El balance energético es fundamental para cualquier programa de agricultura

El problema del suministro del agua a la zona metropolitana de Caracas es algo muy complejo y tiene que ser tomado en cuenta en un programa de la promoción de la agricultura urbana. La región capital se encuentra ubicada en una cuenca muy pequeña para la cantidad de habitantes que viven en ella, lo cual hace necesario traer agua de la inmensa hoya hidrológica del eje Orinoco-Apure a través de los Sistemas Tuy. Hoy se construye el Tuy-IV, este flujo de agua recorre cientos de kilómetros hasta llegar a los embalses y desde allí tiene que ser bombeado para superar aproximadamente una diferencia de 700 metros de altura hasta donde se ubica el valle de Caracas, gastándose en estas operaciones grandes cantidades de energía, producidas parte sustancial de ellas en la misma cuenca del Orinoco con los desarrollos hidroeléctricos del bajo Caroní, complementado con generación termoeléctrica.

A través de los contenidos de agua que tienen los alimentos, a la zona metropolitana le ingresan diariamente 5 millones 500 mil litros de agua aproximadamente por esa vía. Esto significa que si nos atenemos a las declaraciones de la joven ministra de Agricultura Urbana, donde establece una meta de producir el 20% del total de consumo con la práctica de los cultivos urbanos, esto significaría 1 millón 100 mil litros menos de ingreso de agua al día a la ciudad. Si a esto le sumamos el agua que requieren los cultivos para su crecimiento, es obvio que tenemos que desarrollar unas prácticas para la recolección de agua de lluvia y del reciclaje de algún tipo de aguas servidas. A ver: el agua de lluvia tiene la ventaja de que no contiene cloro, ya que este es nocivo para los cultivos, aunque en las ciudades hay altas concentraciones de CO2 y otras sustancias en suspensión que pudieran modificar el pH con tendencia hacia la acidez. Para evitar en lo posible esto, habría que esperar que las primeras lluvias laven un poco la atmósfera para luego recogerlas en colectores artesanales fabricados por la propia comunidad. La misma agua donde se lavan los alimentos no cárnicos no debería enviarse al desagüe, sino recogerla y usarla para regar los cultivos.

Algo importante para tener en cuenta cuando de agricultura se trata es el balance energético, es decir, cuántas kilocalorías se invierten y cuántas obtienen. Estudios científicos han concluido que en la agricultura moderna mecanizada con el uso intensivo de capital, semillas transgénicas y agroquímicos (agrotóxicos), el balance energético es negativo, pues se invierte 10 kilocalorías para obtener 1 kilocaloría (10:1); en cambio la agricultura campesina, con la utilización de métodos tradicionales y con el empleo fundamentalmente de energía endosomática (trabajo humano) y muy poca exosomática (empleo de máquinas o animales), el balance energético es satisfactoriamente positivo. Por cada kilocaloría empleada se obtienen 3 kilocalorías (1:3). La agricultura urbana está consustancialmente ligada a esta última relación, por el empleo fundamental de energía humana (endosomática). Así que, para un proyecto masivo de sostenibilidad de la producción de ciertos rubros agrícolas en la ciudad, sería necesario que un tercio de la población de alguna manera se dedicara a ello.

Para concluir esta nota, creo necesario aclarar que nos basamos en una realidad que está allí, el proceso de urbanización heredado desde la colonia y la reproducción de la división del trabajo entre ciudad y campo impuesto por el capitalismo desde hace medio milenio. Hubo un intento por transformar esta realidad, y que por vicisitudes propias de la política no se ha podido hasta ahora iniciar su desarrollo, pero mientras se retoma ese proyecto tenemos la necesidad de practicar la agricultura urbana. El Comandante Chávez presentó en febrero de 1999 el primer Plan Territorial que contenía el Programa de Gobierno, el cual contemplaba la descentralización de las actividades de las ciudades y la ocupación del territorio a través de la desconcentración, la creación de ciudades intermedias, para así salirnos de este modelo impuesto, jerarquizado y lineal, y ensayar un modelo más complejo y holístico que tome en cuenta las diferentes variables de sostenibilidad (agua, energía y movilidad, entre otras) que corresponda a una sociedad que apunte a superar, o más bien que se deslastre de una cultura urbana que está llamada a morir. Esto no es para mañana, son tiempos civilizatorios que demoran en ir desarrollando una cultura diferente en el vivir, pero que se inician con la decadencia de la cultura precedente.