Hoy, día de la Carta de Jamaica, documento con el que Bolívar, además de explicar las razones de la caída de la Segunda República, trata de persuadir a los británicos para que se unan a la causa libertaria de la América, surgen varios hechos colaterales que me conllevan a brindar estas líneas que le cantan a la vida, aún cuando se deslizan en un marasmo de traiciones y atentados…
En Kingston, escenario inspirador del Libertador para tan magistral documento en respuesta al distinguido ciudadano jamaiquino Henry Cullen –aunque en otra fecha, 10 de diciembre del mismo año 1815, aclarado está –, Bolívar salva su vida ante un atentado. Gracias a su alocado corazón, esa noche fue a refugiarse en los efluvios románticos de una bellísima morena, de verdes ojos, que lo convidó a su casa. Por ello, la hamaca en la que Bolívar había dormido las dos noches anteriores en la residencia de su edecán –de apellido Páez–, fue erróneamente ocupada por uno de los miembros de su guardia de honor, el yaracuyano José Félix Amestoy, quien desafortunadamente recibió dos puñaladas –cuyo destinatario era el caraqueño–, propinadas por el ex esclavo de la familia de Simón, el joven Pío, a quien contrataron como sicario. El homicida confesó todo y fue ahorcado 13 días después…En el fallido atentado estaban involucrados el español Salvador de Moxó, un polaco y un gringo…Por cierto, esta parte de historia, investigada y expuesta por personajes muy cercanos al Libertador, tiene diversas versiones no coincidentes. Como sea, el enamoradizo caraqueño se salvó porque el destino, su instintiva lujuria y los afectos de la bella Julienne así lo dispusieron. Por eso –y como hoy es el día internacional del sexo– ahí voy con el relato de algunos muy profundos amoríos del hombre de las dificultades. ¿Quién sabe cuántos otros romances hicieron que Bolívar esquivara la muerte…?
Bolívar, entre el amor y la guerra
- La historia le atribuye fama de gran amante y caballero agradecido
Por Luis Carlucho Martín
Como los marineros, en cada puerto un amor, Simón Bolívar, como era el líder del Ejército a caballo, en cada paraje una conquista, un corazón palpitando, un gran romance, que da constancia de aquel antihéroe, hombre débil ante las tentaciones de la carne, quizás derrotado ante el sexo bello, amó profunda y entregadamente a un sinnúmero de mujeres de varias partes del mundo.
La historia registra una suerte de cronología romántica del caraqueño, suerte de ruta idílica, que asumió ante la sobrevenida y temprana partida de su única esposa doña María Teresa Josefa Antonia Joaquina Rodríguez del Toro y Alayza. Por eso buscó compañía y sosiego en bellas y famosas damas que no negaron en brindarle esa cuota de cariño que posiblemente reclamaba desde su orfandad.
Él, el grande, demostró en sus cartas, en su vida y en su accionar que el amor y la guerra, que la pasión y la entrega, que la victoria y la divinidad, van de la mano, y que hay que luchar con constancia para mantenerlas.
Sus primeros amores
María Ignacia Rodríguez de Velasco es la Güera Rodríguez, criolla de la sociedad colonial de México a la que conoció Bolívar cuando apenas tenía 16 años. Lo catalogan como un amor a primera vista con esta dama rebelde, de ideales liberadores que destaca entre las primeras mexicanas divorciadas.
Por ella, el joven Simón fue rival del Barón Alejandro von Humboldt y de Agustín de Iturbide.
Bolívar continuó su viaje a Europa donde conoció su prima lejana, la francesa Fanny Du Villars. Coqueta y elegante. Tuvieron un apasionado romance por lo que el criollo la llamaba La Adorable Fanny, con quien aparentemente engendró a su hijo Eugenio.
Muy influyente en la vida del caraqueño. Con ella logra Bolívar integrarase a la alta sociedad parisina, donde es inoculado con ideales libertarios e independentistas.
Además, era ella su consuelo y su apoyo. Se hicieron pareja de lo que quedó constancia pública en varios documentos…
“…estuviste en mi alma en peligro, conmigo presidiste los consejos de gobierno, tuyos son mis triunfos y tuyos mis reveses, tuyo es también mi último pensamiento y mi pena final”, le escribió en sus últimos momentos.
Amores que salvan vida…y Patria.
Bolívar salvó su vida, in extremis, en varias oportunidades, gracias, precisamente a sus compañeras sentimentales.
El 6 de agosto de 1814, en el marco de la emigración a Oriente, Bolívar se sintió algo acorralado. Cuentan que, abrazándose con su amante, la bella Pepita Machado, se apuntó en la sien para suicidarse ante aquel duro momento de la Expedición de Los Cayos. Ella, valientemente, hizo fuerzas y logró desarmar al Libertador.
Pepita lo siguió a todos lados, incluso a los campos de batalla y murió en Achaguas, víctima de tuberculosis en 1820.
En otro episodio, en Jamaica, el Libertador sucumbe ante la irresistible belleza de la morena de ojazos verdes, Luisa Cróber –otros dicen que se llamaba Julienne, acaso eran dos diferentes–, quien por llevarlo a su aposento, sin saber, le salva la vida, ya que unos sicarios asesinaron al amigo del Libertador, Félix Amestoy, quien erróneamente ocupaba esa noche su hamaca…
En su condición de viudo, casi héroe, guerrero, inteligente y líder discursivo, Bolívar era una tentación para todas las damas. Conoce así a la margariteña Asunción Jiménez, a quien amó apasionadamente en un corto romance.
También fue amante de Isabel Soublette, hermana de su fiel compañero, el general Carlos Soublette. Aseguran que incluso le regaló una mansión en Angostura para su intimidad.
En su paso hacia Los Andes quedó impactado por la belleza de la campesina de Capacho Juana Pastrano. A su regreso fue a buscarla pero su madre se la escondió en su aldea Piedra Gorda.
Después de la Batalla de Boyacá, una damisela colombiana, prometida del coronel Ambrosio Plaza se le brinda en amor al Libertador. Le llamaron “La Melindrosa” Bernardina Ibáñez, cuya hermana, Nicolasa, también tuvo romances con Bolívar.
A la lista se unen los nombres de Joaquina Garaicoa, Manolita Madroño, Teresa Laisne, Bárbara y Juana de Dios Lemus; Salustiana y María de Jesús Patiño, así como Manuelita White, Teresa Mancebo, la poetisa peruana Tomasa de Suero y Larrea y hasta un amor realista, Aurora Pardo.
Amor de libertad
Su única esposa, María Teresa del Toro y después la gran Manuelita Sáez, son los amores más difundidos y conocidos de Bolívar hombre, de ese loco enamorado que buscó apaciguar la soledad y la falencia de amor que sufrió desde niño.
Fue justamente en esa época donde conoció a su otro gran amor, su otra madre, la que con su leche le dio vida, crecimiento y seguridad, la negra Hipólita, a quien en retribución Bolívar no solo le reconoce los afectos brindados a través de cartas, sino que decide declarar su libertad (y la de los suyos) porque siempre estuvieron en condición de esclavos de la familia Bolívar. Por ello, Simón se resume en un enamorado de la Libertad.
PD: El profesor Andrés Velásquez «El bueno», de los predios de Guiacaipuro y Urquía, adelanta serias investigaciones según las cuales el prócer cubano, José Martí, pudiera ser heredero consanguíneo del gigante caraqueño. Veremos.