Premio Nobel de la Paz 2023 para la activista iraní Narges Mohammadi

El Comité noruego reconoce así al “movimiento” nacido en Irán tras la muerte en 2022 de Mahsa Yina Amini en defensa de los derechos y libertades de las mujeres

El Comité Nobel noruego ha otorgado este viernes el Premio Nobel de la Paz para el año 2023 a la activista iraní por los derechos de las mujeres Narges Mohammadi (Zanjan, 51 años), por su “lucha contra la opresión de las mujeres en Irán” y la promoción de “los derechos humanos y la libertad de todos”. Mohammadi cumple una pena de más de 10 años de prisión en el penal de Evin, en Teherán. El galardón ha sido anunciado desde Oslo por la presidenta de la organización, Berit Reiss-Andersen, que ha reconocido la labor de “todo el movimiento” en defensa de las mujeres en Irán que, entre otras, ejemplifica la hoy galardonada. Reiss-Andersen ha señalado durante el anuncio del premio que el Comité Nobel noruego desea a través de este premio que el movimiento de defensa de las mujeres en Irán continúe y no sea derrotado. “Si las autoridades iraníes toman la decisión correcta, la liberarán”, ha señalado la abogada noruega. “De este modo podrá estar presente para recibir este honor, lo que esperamos ante todo”, ha proseguido durante su comparecencia.

El premio asesta sin duda un nuevo revés al régimen iraní, presidido hoy por el ultraconservador Ebrahim Raisi y cuyo líder supremo es el ayatolá Ali Jamenei. La presidenta del comité, que ha destacado el “coraje” y la “determinación” de Mohammadi durante su anuncio, ha señalado, no obstante, a preguntas de la prensa que no es labor de la organización noruega valorar el impacto que tendrá este reconocimiento en Teherán.

Mohammadi era una de las favoritas para el premio y partía en cabeza de una lista final de seis nominados —de un total de 351 candidaturas—, que también incluía a la activista afgana Mahbouba Seraj, al Tribunal Internacional de Justicia, los activistas por los derechos de los pueblos indígenas Victoria Tauli-Corpuz y Juan Carlos Jintiach, al diplomático Kyaw Moe Tun y el Consejo Consultivo de Unidad Nacional de Myanmar y al Human Rights Data Analysis Group (HRDAG), una organización que documenta datos sobre violaciones de los derechos humanos.

La premio Nobel de la Paz 2023 comenzó su labor en favor de los derechos humanos en la universidad, mientras estudiaba física e ingeniería. Desde entonces, hace más de tres décadas, ha reclamado la igualdad de derechos de las iraníes y denunciado las violaciones de derechos humanos por parte de la República Islámica de Irán, especialmente respecto a los presos de conciencia y las minorías. También ha abogado por la democracia, las elecciones libres y la abolición de la pena de muerte en su país. Mohammadi compatibilizó inicialmente su activismo con su trabajo como ingeniera en una empresa estatal y las colaboraciones periodísticas en diarios reformistas. En 1998 fue detenida por primera vez. Aquella primera estancia en prisión duró un año. En los 25 años transcurridos desde aquella primera condena, “el régimen iraní la ha arrestado 13 veces, condenado cinco veces y sentenciado a un total de 31 años de prisión y 154 latigazos”, ha subrayado la presidenta del Comité noruego.

La activista iraní ejerció también como portavoz y vicepresidenta del Centro de Defensores de los Derechos Humanos (DHRC), fundado por otra Nobel de la Paz, la también iraní Shirín Ebadi —clausurado en 2008 por el régimen—, una organización en la que contribuyó a prestar asistencia jurídica gratuita a presos de conciencia.

El precio que ha pagado Mohammadi por su compromiso con los derechos humanos ha sido perderlo casi todo. Su trabajo y su carrera en el ámbito de la ciencia y la tecnología —en 2009 fue despedida del organismo estatal en el que trabajaba—; su libertad —lleva entrando y saliendo de prisión desde ese mismo año— y su salud —ha sufrido varios ataques al corazón en la cárcel, donde se le ha negado la adecuada asistencia médica y se la ha mantenido en aislamiento durante largos períodos, según Amnistía Internacional—. El régimen iraní le ha arrebatado sobre todo el ver crecer a Ali y Kiana, sus mellizos de 16 años, a los que hace ocho años que no ve y que viven en el exilio en Francia con su marido, el también expreso político Taghi Rahmani, a quien tampoco ha visto en persona desde hace 10 años.

Cuando su familia se marchó de Irán, Mohammadi decidió quedarse porque consideraba que “era más útil” para su país que ella siguiera allí, según su esposo. En una entrevista con EL PAÍS en diciembre de 2022, Rahmani explicó que su esposa llevaba siete meses sin poder hablar por teléfono con sus hijos. “Ella [Mohammadi] es más firme que yo en cuanto a nuestros ideales”, dijo Rahmani, que también pasó 14 años en prisión por su defensa de la libertad en Irán.

Condenada por “difundir propaganda”

Mohammadi está ahora encarcelada en la celda número 4 del ala de mujeres de la prisión de Evin, condenada por “difundir propaganda contra el Estado”. El pasado 16 de septiembre, cuando se cumplió un año de la muerte de Mahsa Yina Amini y del inicio de las protestas contra el régimen en Irán, Mohammadi quemó su velo en el patio de la cárcel con otras presas. Esa y otras protestas en apoyo de los manifestantes le han valido la apertura de seis nuevas causas judiciales contra ella en siete meses. Los jueces han añadido ya dos años y 3 meses a su condena por mostrar solidaridad con los manifestantes.

Mohammadi, durante una rueda de prensa celebrada en la sede de la ONU en Ginebra en junio de 2008.
Mohammadi, durante una rueda de prensa celebrada en la sede de la ONU en Ginebra en junio de 2008.MAGALI GIRARDIN (EFE)

“Nadie debe permanecer en silencio ante tanta crueldad”, escribió sobre la muerte de la joven Amini y la represión de las protestas, la recién galardonada con el premio Nobel de la Paz 2023 en una carta recogida por la cadena de televisión ARTE a principios de este mes.

En la misiva, Mohammadi describe los largos períodos que ha pasado en completa soledad en celdas de aislamiento que, según el marido de la activista, solo permiten dar tres pasos en diagonal; calabozos tan exiguos que ni siquiera permiten extender los brazos a los lados del cuerpo: “En una celda de aislamiento, el tiempo no existe. Oír una voz, incluso un susurro, se convierte en un sueño. Cuanto más tiempo pasa, más te sientes como si estuvieras en una tumba; como si estuvieras atrapada en un pozo (…) Echo de menos a Ali y Kiana [sus hijos mellizos]. Hace más de ocho años que no los veo, pero siempre han estado conmigo. Espero que el dolor que les ha causado mi ausencia no haya sido en vano. Espero que, un día, me perdonen”, escribe Mohammadi.

El texto concluye: “Estamos luchando por un cambio histórico desde la República Islámica de Irán a un gobierno secular basado en los derechos humanos y la democracia. Permitidnos continuar nuestros esfuerzos; que la resistencia y la lucha vayan de la mano del amor y del amor por la vida. Sigamos en pie. Sigamos luchando, demos un paso cada vez y preparémonos para los siguientes”.

El pasado año, este reconocimiento por la lucha para la paz recayó en el director de la ONG bielorrusa Viasná, Ales Bialiatski; la fundación rusa Memorial, liquidada ya por el Kremlin y la justicia rusa a finales de 2021, y del Centro para las Libertades Civiles ucranio. En más de 120 años de historia, el Nobel de la Paz ha premiado a 111 personas (de ellos, 19 mujeres) y 27 organizaciones. Ningún español lo ha ganado, pero sí cinco latinoamericanos: el argentino Adolfo Pérez Esquivel (1980), el mexicano Alfonso García Robles (1982), el costarricense Óscar Arias (1987), la guatemalteca Rigoberta Menchú (1992) y el colombiano Juan Manuel Santos (2016).

El Nobel de la Paz, dotado con alrededor de un millón de dólares, se entregará en Oslo el 10 de diciembre, aniversario de la muerte del industrial sueco Alfred Nobel, quién fundó los premios en su testamento de 1895. Este premio Nobel es el único de los seis galardones que se otorgan y entregan fuera de Suecia por deseo expreso de Alfred Nobel, debido a que, en su época, Noruega formaba parte del vecino país.

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