Su Gobierno desde la humildad, definitivamente devolvió la esperanza a muchos de los habitantes de su pueblo.
Sankara fue una figura carismática para sus seguidores, capitán militar, teórico panafricanista y revolucionario marxista, que presidió Burkina Faso por cuatro años.
Hace apenas un año en justicia tardía, un proceso legal histórico sancionó a los asesinos del líder africano Thomas Sankara.
El juicio y el magnicidio tuvieron lugar en octubre, con 34 años de diferencia. El presidente de Burkina Faso -1983 a 1987- fue ultimado durante un golpe de Estado y las circunstancias del crimen permanecieron a la sombra hasta la deposición de su sucesor Blaise Compaoré en 2014.
Con sólo 37 años…
Sankara (21 de diciembre de 1949 – 15 de octubre de 1987) fue una figura carismática para sus seguidores, capitán militar, teórico panafricanista y revolucionario marxista, que presidió Burkina Faso por cuatro años.
Fue asesinado a los 37 años, por orden de un rostro muy cercano y reconocido, quien después bloqueó totalmente la investigación y el poder de la justicia. Fue Blaise Compaoré, su amigo y antiguo compañero de armas, quien lo reemplazó como jefe de Estado.
El también depuesto durante otro golpe de Estado -Compaoré- en el intento de cambiar la Constitución y perpetuarse en el poder, se supone que ahora vive exiliado en Costa de Marfil, la gran aliada francesa en la región. No obstante su ausencia, fue condenado a la máxima sentencia de cadena perpetua.
El fallo así lo determinó: «El tribunal declara culpables a Blaise Compaoré y Hyacinthe Kafando, de ataque a la seguridad del Estado, complicidad en asesinato y ocultamiento de un cadáver». El tercer implicado principal condenado de por vida a la privación de la libertad, fue el general Gilbert Diendéré, quien cumple una pena de 20 años de cárcel, después de que liderara el intento de golpe de Estado. También cumplen sentencias de 9 y 20 años de cárcel, otros 9 implicados. Sólo dos acusados resultaron declarados inocentes.
Sobre la muerte de Sankara se mantienen las interrogantes. Nadie afirma el verdadero origen del complot o la “presunta” participación de terceros países, como la República francesa y Costa de Marfil. No olvidemos que el intento descolonizador de las grandes potencias; la inclusión de Nueva Caledonia en la lista de territorios por descolonizar y la denuncia de la venta de armas francesas a países en guerra, le generó al líder africano Thomas Sankara, una cruel campaña de descrédito internacional.
Los hijos de la tierra
Fueron las condiciones de pobreza y las desigualdades sociales, enfatizadas en un supuesto proceso descolonizador en el entonces llamado Alto Volta, surgida en 1919 como una de las colonias del África Occidental Francesa, las que catalizaron la independencia del país en 1960, aunque este proceso estuvo condicionado por el entendimiento con la potencia colonial, tras los sucesivos golpes de Estado.
Las ideas revolucionarias de Thomas Isidore Noël Sankara, surgen tempranamente dentro del propio Ejército al que pertenecía. Un decepcionante proceso descolonizador, se sumaba a las inquietudes prevalecientes, de ideologías marxista-leninistas.
Visto como un icono, el conocido Guevara africano expresara: «Llaman provocación a las verdades que nosotros proclamamos, mientras que las mentiras que ellos cuentan se convierten en verdades absolutas. Nuestra lucha por la independencia y el bienestar de nuestros pueblos es tachada de insumisión, y el saqueo que ellos hacen de nuestras riquezas se llama obra civilizadora. Así escriben ellos la historia, y así se la aprende la mayor parte de la Humanidad. Por eso yo prefiero sentir a mí lado al Che, antes que a cualquiera de ellos».
Su Gobierno desde la humildad, definitivamente devolvió la esperanza a muchos de los habitantes de su pueblo. Burkina Faso, considerado un país profundamente empobrecido, contaba con siete millones de habitantes con un promedio de vida de 40 años, más del 80% eran agricultores, el 98% eran analfabetos.
A su llegada, Sankara dio algunos pasos simbólicos, que le acentuaron la simpatía popular. En una combinación de los idiomas mooré y diula, cambió el nombre de la nación por Burkina Faso, “la patria de los hombres libres”. Vendió toda la flota de coches oficiales Mercedes Benz y los sustituyó por el automóvil más discreto, el Renault 5. Todavía se recuerda que bajó el sueldo a todos los altos cargos; él mismo como el primero y prescindió del aire acondicionado en su despacho.
Intentó llevar a cabo una enorme transformación social, impulsando la soberanía económica y política del país, reformas denominadas “Revolución Democrática y Popular”. Promovió la salud pública con la vacunación de 2.5 millones de niños contra la fiebre amarilla, meningitis y el sarampión. Igualmente estimuló una campaña nacional de alfabetización.
En principio, incentivó políticas públicas que reformaran el estado de posesión de las tierras. Procedió a nacionalizarlas, tanto como los recursos naturales. Expulsó a las grandes empresas y se decidió a romper las relaciones con los grandes organismos financieros, como el Banco Mundial o el FMI.
En el discurso contra la deuda, pronunciado el 29 de julio de 1987 durante una cumbre de la OUA, llamó a crear un frente unido entre los países africanos contra la deuda y afirmó que no debía pagarse.
Logró incrementar al doble la producción de trigo, asegurando la autosuficiencia alimentaria y algunos programas de alimentación para prevenir el hambre. “Produzcamos en África, fabriquemos en África y consumamos en África”, se convirtió en uno de los grandes lemas.
Bajo su mando se auto organizaron en los barrios y puestos laborales, crearon los Comités de Defensa de la Revolución, de forma que en todas las capas sociales de la población burkinesa presentaban -de forma asamblearia- sus reclamaciones al gobierno estatal.
También se le atribuyen programas para la construcción de fábricas de ladrillos, para ayudar a construir casas, en un esfuerzo por acabar con los barrios marginales urbanos. Igualmente trabajó en el aseguramiento del vital líquido, a través de la construcción de pozos y embalses.
Todavía se rememora el envío de 600 adolescentes y jóvenes de Burkina a Cuba. Entre ellos 135 chicas para efectuar sus estudios. Permanecieron unos 7 años, adquirieron los primeros diplomas de técnicos superiores, e incluso, otros pudieron proseguir sus estudios por más tiempo, en la mayor de las Antillas.
Todos los jóvenes pensaban volver y construir un nuevo Burkina Faso. Los enviados en 1986 a Cuba por el «padre de la revolución», regresaron entre 1992 y 1996, con la esperanza -en su mayoría- de incorporarse al servicio público en función de sus especialidades. De los 600 jóvenes, cuentan que unos 240 fueron admitidos como funcionarios, pero como sus diplomas no se reconocieron, de conseguir trabajos, fueron muy inferiores a su formación y nivel educacional.
A propósito, en la marco del Festival Panafricano de Cine y Televisión de Ouagadougou –FESPACO, fue estrenado en 2019, el documental “Los huérfanos de Sankara” (Les Orphelins de Sankara, en francés).
El documental realiza un repaso cronológico, mediante los testimonios de sus protagonistas, de las experiencias de estos niños en Cuba, de la formación de su carácter y de la creación de lazos de vida que aún perduran. Esos lazos para siempre, quedaron convertidos en una organización llamada la Asociación de Solidaridad y Amistad con Cuba, que sirve además como plataforma para mantener latente la relación con la segunda Patria.
Igualmente mantienen relación de amistad con cubanos, que prestan servicio solidario en Burkina Faso. Los miembros de la Asociación, también exigen el fin del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto contra Cuba y el cierre de la ilegal base militar estadounidense en Guantánamo.
Hacia 2007, apareció la expresión calificativa de “Che africano”, unida al nombre de Thomas Sankara. Fue particularmente cuando salió la película “Thomas Sankara el hombre íntegro”, de Robin Shuffield. Aun hoy se venden las camisetas con su rostro, lo citan en los discursos y sus ideas inspiran a generaciones de africanos.
Burkina Faso, es un país sin litoral del África Occidental, que limita al noroeste con Malí, al este con Níger, al sureste con Benín y al sur con Costa de Marfil, Ghana y Togo. En 2022, la ONU estimó su población en 22 673 762 habitantes, que aun merecen aquel sueño de Thomas Sankara: salir de la miseria, y para hacerlo, solía decir una frase que empoderaba a su pueblo africano: “todo lo que sale de la imaginación del hombre, es realizable por el hombre”.