30 años después, ¿quién mató a Olof Palme?

Por Antonio García Maldonado

El 28 de febrero se cumplen 30 años del asesinato del ex primer ministro sueco Olof Palme, referente de la izquierda socialdemócrata mundial. Varias son las teorías sobre los asesinos (la extrema derecha sueca, los kurdos, el régimen del apartheid de Suráfrica, la industria armamentística) que un equipo de una decena de inspectores aún trata de aclarar. El autor resume dichas líneas de investigación y analiza la más verosímil: a Palme lo habría matado la extrema derecha sueca por orden de la industria armamentística, en un asesinato improvisado antes de que el premier frustrara un acuerdo de la empresa pública militar sueca con la India de Rajiv Gahndi.

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El 28 de febrero de 1986, Olof Palme fue asesinado en Estocolmo al salir del cine, al que había acudido sin escoltas junto a su mujer, Lisbet. El asesinato del primer ministro y líder socialdemócrata conmocionó a la sociedad sueca, y en gran medida a la opinión pública mundial, toda vez que Palme era un reconocido defensor del Tercer Mundo en Occidente, y un hábil hombre de Estado comprometido con las causas democráticas y el cambio social. Mítica es la imagen que nos lo muestra, ya como primer ministro, en las calles de Estocolmo con una hucha y un cartel en el que pedía dinero para los represaliados españoles que luchaban contra Franco.

El caso Palme es en Suecia algo más traumático y de actualidad que el asesinato de Kennedy en EE.UU. Aún hoy siguen publicándose artículos y ensayos con nuevas teorías sobre quién, cómo y por qué mataron a Palme, e incluso un equipo de doce inspectores de policía sigue trabajando en el caso.

La comisión de investigación oficial que se creó en 1999 concluyó lo evidente: la respuesta policial al magnicidio fue torpe y lenta, se desecharon líneas de investigación claves, se despreció a testigos importantes, y los inculpados o señalados por las autoridades como culpables no eran más que chivos expiatorios necesarios para acabar con un trauma que estaba creando demasiada conmoción en el país y poniendo en evidencia a las autoridades.

Fue el caso de Christer Petterson, un delincuente borracho del submundo de Estocolmo, a quien sus antecedentes criminales y sus relaciones con la extrema derecha sueca pusieron en el punto de mira de unas autoridades sobrepasadas por la conmoción de la muerte de Palme. Pese a la condena inicial a cadena perpetua, fue posteriormente absuelto dos veces en distintos tribunales de apelación. En Suecia pocos creen que Petterson fuera el culpable.

Entre otras cosas porque la opinión mayoritaria en el país escandinavo es que Palme fue víctima de una conspiración, en la que la policía sueca y el servicio secreto (SAPÖ) jugaron un papel clave como catalizadores del odio extremista hacia el primer ministro. Una circunstancia en la que se apoyan los defensores de esta tesis es la reiterada declaración de los testigos sobre los walkie-talkies que utilizaron las personas sospechosas vistas en los alrededores del cine, y por supuesto la lenta respuesta policial, que más bien pareció un operativo para permitir la fuga del asesino y sus cómplices.

No obstante, las últimas teorías, sin dejar de admitir que probablemente la extrema derecha sueca fuera el brazo ejecutor, el cooperador necesario, apuntan en otras direcciones, algunas sorprendentes, y que no dejan de tener sentido.

Antes de pasar a resumirlas, recordemos que los testigos que vieron el momento del asesinato unánimemente declaran que Palme parecía hablar con la persona que lo asesinaría como si lo conociera, al tiempo que Lisbet se encontraba delante de ellos, a apenas unos metros, con intención de dejarles hablar en privado. A los pocos segundos (30, según las investigaciones), el desconocido abatió de un tiro al primer ministro e hirió en la espalda con otro a su esposa, tras lo cual huyó por las escaleras de un callejón transversal a la calle donde yacía el cadáver de Palme.

Aunque Lisbet, que entró en pánico histérico al ver a su marido, lo desmiente. Según su versión, Palme y ella iban agarrados por el brazo, hablando en su camino de regreso a casa, en la Ciudad Vieja de Estocolmo. De repente, escuchó un disparo que le pareció el sonido de unos petardos, y cuando se giró hacia su marido para comentarle lo molestos que le resultaban, se dio cuenta de que Palme estaba malherido en el suelo. No obstante, su relato no cuadra con el informe pericial que estableció la cronología del crimen, y se cree que su testimonio puede estar condicionado por algún tipo de amnesia producto del shock.

¿Quién mató a Olof Palme? Las pistas kurda y surafricana

Después de más de veinte años, todo parece indicar que fue la extrema derecha sueca, con ayuda de elementos de las fuerzas de seguridad, quien ejecutó el crimen. ¿Por qué? La mera venganza política no parece motivo suficiente. Varias fueron las líneas de investigación que indagaron en decisiones políticas del mandatario en busca de autores intelectuales e inductores del magnicidio.

¿Fueron los kurdos? Suecia era el único país (junto a la propia Turquía) que consideraba oficialmente al partido de los trabajadores del Kurdistán (PKK) y a su líder Abdullah Öcalan como terroristas. La mafia proveniente de la inmigración kurda (a cuyos miembros, pese a todo, Suecia no deportaba por miedo a que fueran torturados en Turquía) era violenta, y a los asesinatos probados que tenía a sus espaldas se unía el control que ejercía sobre parte del tráfico de drogas en Suecia. Y dicha pista kurda fue de las primeras y más importantes líneas de investigación. Sin embargo, pese al probado odio que los kurdos profesaban en general hacia Olof Palme, las evidencias demostraron que su violencia contra el que, al fin y al cabo, les refugiaba, era más retórica que real.

¿El régimen sudafricano? Otra pista fue la que concluía con la autoría del magnicidio por parte del régimen del Apartheid de Sudáfrica, que tenía en Palme a uno de sus mayores enemigos, el más prestigioso altavoz externo contra el racismo oficial del régimen. De nuevo, pese a que el relato teórico sonaba verosímil, la pista sudafricana se desvaneció durante las investigaciones y el contraste con la realidad.

La pista armamentística

En 2001, el escritor indio Salman Ruhsdie escribió un artículo en The Guardian en el que se preguntaba si la muerte de Palme no estaría directamente relacionada con el caso India-Bofors, en el que la empresa de armamento sueca (Bofors) se había visto envuelta tras descubrirse las comisiones y sobornos que había pagado a distintos intermediarios para realizar la venta al país asiático. Pero, ¿qué tiene todo esto que ver con Olof Palme?

Suecia era un país neutral, con un compromiso pacifista y en pro del desarme bien conocido. Bofors, la empresa de armamento pública del país, atravesaba por las dificultades propias de una recesión industrial general aguda, al punto que amenazaba con su supervivencia. India, gobernada entonces por Rajiv Gandhi, estaba reorganizando su ejército y negociaba contratos de abastecimiento de armamento y maquinaria militar con una empresa francesa y con la mencionada Bofors. Esta última, conocedora de las buenas relaciones entre Palme y Gandhi, acudió a él para pedirle que mediara con el dirigente indio y consiguiera el contrato para Bofors. Palme accedió, pero con una condición: que bajo ningún concepto Bofors pagara a ningún intermediario y que la transacción fuera transparente, algo a lo que accedió la empresa.

Por entonces, Palme era el negociador designado por la ONU para la guerra Irán-Irak (1980-1988), y por eso recibió la mañana de su asesinato, el 28 de febrero, al embajador de Irak en Suecia. Éste le transmitió algo inquietante a Palme. Bofors, a través de intermediarios relacionados con sus negocios en India, estaba exportando armamento a Irán pese a la negativa del gobierno Sueco, y pese al compromiso exigible al propio mediador.

Palme montó en cólera y llamó al director de Bofors para exigirle una explicación, pues el embajador iraquí le había informado de los negocios que varios intermediarios, sobre todo la empresa de comercio de armas A&I Services, con sede en Johanesburgo, estaba haciendo con la empresa sueca. Palme habría amenazado a Bofors con retirar su apoyo al trato India-Bofors. Lo turbio del trato ponía en peligro su credibilidad política, además de suponer un desacato a la condición que el primer ministro puso a la empresa como condición a cambio de sus gestiones en pro del acuerdo. La ruptura del pacto, que dependía en última instancia de las gestiones de Palme, suponía la desaparición de un contrato de compra-venta de armamento en el que varios intermediarios extranjeros y el propio Congreso Nacional de Gandhi, se jugaban muchos millones de dólares. Eso explica que Palme estuviera de tan mal humor durante todo el 28 de febrero, algo raro en él.

La teoría que presenta el escritor y médico sueco Jan Bondeson en su libro Blood on the Snow (Cornell University Press, 2005, y que hasta ahora he recomendado con entusiasmo a varios editores, sin éxito) es que, tras la llamada de Palme a Bofors, se desencadenaría un operativo de urgencia en el que los intermediarios (especialmente A&I Services y la propia Bofors) decidieron la muerte de Palme para salvar su suculento negocio, y encargaron el trabajo a sus terminales de extrema derecha en los aparatos de seguridad del Estado.

¿Conocía Olof Palme a su asesino?

Es problable, según las declaraciones de los testigos. Ninguno duda de que el primer ministro estaba hablando distendidamente con la persona que, segundos después, le dispararía en el pecho. En la pista India-Bofors, se trabaja con la hipótesis de que Palme habría concertado la reunión con un emisario que le había llamado para decirle que tenía información de vital importancia sobre los negocios turbios de la empresa armamentística, pero que no quería darle aquellos documentos delante de ningún policía, escolta o funcionario del Gobierno. Palme, que desconfiaba profundamente de las fuerzas de seguridad, habría aceptado y acudido al encuentro sin escoltas con intención de hacerse con la información que le confirmaría que debía anular el acuerdo. Y cayó en la trampa.

Con él murió la posibilidad de que dicha transacción diera marcha atrás. El negocio se hizo, aunque ya entrado el siglo XXI dicho acuerdo fue denunciado por la justicia india, que destacó los delitos económicos cometidos por las firmas intermediarias. No obstante, el asesinato de Palme aún no conoce culpables.