Una vez que se haya atendido e integrado a la gente a su venezolanidad, será más factible recuperar el territorio, pues lo accesorio (el territorio) sigue a lo principal (su gente).
Gral. Pompeyo Torrealba
En la medida que se acerca la hora cero para que el pueblo venezolano ratifique y supere las estadísticas del domingo 19 de noviembre pasado, en todos los rincones del país, en esa misma medida el gobierno guyanés, en la voz de su mandatario, Mohamed Irfaan Ali, aumenta la temperatura de su discurso, con la bandera de las barras y las 54 estrellas al lado, cual fantasma para asustar a sus vecinos, más allá del Esequibo.
El primer trapo que blandeó Irfaan Ali fue la bandera de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), en su angustia ante el anuncio del referendo consultivo que fue convocado por las autoridades competentes para este 3 de diciembre, a cargo del Consejo Nacional Electoral (CNE), que preside Elvis Amoroso. La finalidad es mostrar ante Guyana y el mundo la posición del pueblo venezolano frente a la controversia sobre el diferendo limítrofe con el vecino país, donde Estados Unidos y la ExxonMobil pretenden adueñarse de las riquezas naturales —entre ellas el petróleo—, en una zona en reclamación según el Acuerdo de Ginebra, rubricado el 17 de febrero de 1966.
Tras el SOS guyanés, dirigido a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya, en un acto desesperado, el angustiado Irfaan Ali se subió a un helicóptero para izar la bandera de su país en una de las montañas del Esequibo, envalentonado por contar con los aplausos de la ExxonMobil y el actual inquilino de la Casa Blanca, en su intento por ignorar el Acuerdo de Ginebra, y, así, el territorio que le pertenece a la República Bolivariana de Venezuela.
Esta semana, el fantoche de los gringos, asalariado de la ExxonMobil, dio a conocer que está dispuesto a conformar contingentes militares con Estados Unidos, país que desde hace rato maneja los hilos desde Georgetown, la capital del pequeño territorio guyanés, desde donde además opera un grupo de cipayos venezolanos, encabezados por Carlos Jerez, quien publicó varias fotografías, sin rubor alguno, con funcionarios de Irfaan Ali.
Los pasos dados por la trilogía Estados Unidos-ExxonMobil-Irfaan Ali, ha puesto de manifiesto los intentos del imperio del norte de abrir un nuevo frente de guerra, como si fueran pocas sus intervenciones militares en el Medio Oriente y Ucrania, producto de su desenfrenada locura por hacerse del petróleo y otras riquezas que requiere para poder palear su crisis interna y continuar conquistando nuevos territorios a fuerza de tanques y cañones.
Tricolor por la paz
El gobierno bolivariano, con el presidente Nicolás Maduro Moros al frente, ha dado pasos firmes ante la provocación que desde la otra orilla del río Esequibo lanza Irfaan Ali. Evidentemente, desconoce la historia de la región suramericana, la cual destaca a un venezolano llamado Simón Bolívar como líder de las tropas militares que dieron al traste con la ocupación española, que diezmó a la zona más rica de la Abya Yala y asesinó a más de 90 millones de indígenas para apoderarse de las riquezas naturales que hoy pretende la ExxonMobil y Estados Unidos.
Irfaan Ali ignora que los hijos de Bolívar y Chávez son esos venezolanos y venezolanas presentes en las jornadas, en diversos escenarios, donde la máxima expresión fue el ensayo electoral del pasado domingo 19: una contienda que superaba las expectativas de los comandos de campaña por la masiva participación de votantes, cual adelanto de lo que sucederá en pocas horas frente a los centros de votación. Mientras tanto, la marioneta de Estados Unidos y la ExxonMobil espera por el veredicto de la presidenta del CIJ, Joan Donoghue, una exfuncionaria del Departamento de Estado, que tiene como misión impedir el referendo consultivo convocado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela.
En el camino de la paz, trazado por el comandante Chávez desde 1998, cuando tomó el poder por mandato del pueblo, transcurren estos días de provocaciones, en un intento más del imperio y sus lacayos locales. Sin embargo, todo indica que el gobierno no caerá en la provocación y enfrentará el compromiso, como lo hizo frente a las guarimbas, en el año 2017, cuando el gobierno recurrió a la elección de una Asamblea Constituyente, que le trajo la paz a la población venezolana, sobre todo en Caracas.
La diplomacia del bambú
La nueva ofensiva trazada por la derecha internacional nos traslada a la emblemática «diplomacia del bambú», que siempre enarboló Ho Chi Minh, a pesar de aquella guerra de los franceses, japoneses y gringos que dejó en el campo de batalla millones de vietnamitas fallecidos.
En el año 1972, con la llegada de Richard Nixon a la Casa Blanca, la aviación estadounidense lanzó sobre Hanói y Hai Phong el mayor bombardeo que ha podido activar la aviación yanqui sobre la tierra indochina, durante doce días y doce noches, del 18 al 29 de diciembre (operación Linebacker), que arrasó la capital vietnamita como lo había prometido Nixon. Sin embargo, la artillería antiaérea vietnamita logró derribar 81 aviones enemigos, cifra que decretó la mayor derrota sufrida por la aviación más poderosa del mundo y que marcó la expulsión de las tropas militares estadounidenses del territorio indochino.
A pesar de ese desbastador ataque, que causó más de 3 mil víctimas en Hanói y Hai Phong, los vietnamitas continuaron en la mesa de negociaciones de París, donde los agresores se vieron obligados a firmar la retirada de la soldadesca de toda Indochina. A pesar de ello, los estadounidenses violaron varios articulados de los acuerdos y siguieron apoyando y equipando a las tropas vietnamitas del sur, con ciertos asesores, pero los vietnamitas regresaron al campo de batalla y lograron borrar definitivamente la presencia del intruso yanqui, el 30 de abril de 1975, en el emblemático Día de la Victoria de la Primavera.
La tolerancia vietnamita se hizo sentir de nuevo con la diplomacia del bambú, en 1991, cuando se produjo el primer contacto del viceministro de Relaciones Exteriores de Vietnam, Le Mai, y su contraparte estadounidense, Richard H. Solomon, en busca de reanudar las relaciones diplomáticas.
A solo tres años de haber terminado la guerra, con una Vietnam totalmente devastada, la diplomacia vietnamita había intentado acercamientos con la Casa Blanca, pero esta se mostró adversa a la idea, debido a que los indochinos seguían teniendo vínculos con la Unión Soviética. Sin embargo, el 12 de julio de 1995, Bill Clinton le abrió las puertas de la Casa Blanca a un grupo de diplomáticos vietnamitas, encabezado por Lê Đức Anh. A partir de ese momento se reactivaron las relaciones entre EE. UU. y Vietnam, lo que afectó la popularidad de Clinton en su país, no así en el resto del mundo.
Hoy Vietnam es la cuarta economía del sureste asiático y Estados Unidos constituye el principal socio comercial y el mayor mercado receptor de productos vietnamitas, al ocupar casi el 30% de las exportaciones al mundo de la nación indochina.
En un momento de la guerra, en 1945, cuando tropas japonesas invadían la península indochina, los vietnamitas les propusieron a los ocupantes franceses unir fuerzas para expulsar a los japoneses, pero los europeos la rechazaron. A pesar de ello, Ho Chi Minh hizo un llamado general a la nación para derrotar a los nuevos invasores, a los cuales vencieron en ese mismo año. Así nacía la República Democrática Popular de Vietnam, que después de la Victoria de la Primavera (1975) y la reunificación nacional pasó a llamarse República Socialista de Vietnam.
Ángel Miguel Bastidas G.
Fuentes de consulta:
Torrealba, P. (2004). A un siglo del despojo. Caracas: Editorial Arte.
VOV. La Voz de Vietnam (VOV Mundo). https://vovworld.vn/es-ES.vov