Jorge Rachid
Los momentos difíciles en la vida de los pueblos siempre son confusos, las perspectivas no tienen rumbo, ni los escenarios son fáciles de comprender. Es que cuando eso sucede es porque se está transitando un tiempo de definiciones, que conlleva a la necesidad de encarrilar esfuerzos sobre los objetivos prioritarios de la lucha, para evitar las dispersiones que siempre propone el enemigo.
Esas palabras iniciales, son simplemente una reflexión sobre cómo describir el escenario internacional, regional y local del conflicto central de nuestro país y sus consecuencias para el pueblo, que son la dependencia y el coloniaje. Cualquier planteo de encarrilar los procesos populares para aliviar las condiciones de la opresión, siempre en el marco democrático, son inviables en los resultados, sin una planificación estratégica con conducción, porque al ser dispersas tienden a consolidar el poder estructural del enemigo, con mucho más poder de fuego que el que poseen las fuerzas populares.
Se demuestra con los procesos de demolición sobre los gobiernos populares que ejerce el unipolarismo hegemónico colonizador, EEUU, FMI, OEA, OTAN, BM y otros instrumentos, sobre los movimientos nacionales, que pretenden llevar adelante políticas heterodoxas en lo económico y distributivas en la construcción de modelos solidarios de distribución de la riqueza, generando estados de justicia social, que compensen las asimetrías que existen socialmente, ya sea por distancias o condiciones previas de vida de los pueblos.
Ésta verificación tanto histórica como actual del ejercicio opresor de EEUU con sus teorías de “destino manifiesto” y la Doctrina Monroe, que han llevado a convertir a América latina en un receptor de injerencias políticas destinadas a proteger sus intereses estratégicos, sometiendo a los pueblos a sus múltiples demandas, desde militares a económicas, ejercitando medidas de guerra como invasiones, bloqueos y apropiación de territorios extensos como los México, Puerto Rico, Florida, Lousiana y fragmentando otros como Panamá de Colombia, sembrando además de bases militares la región con decenas de las mismas, garantizando el control de sus políticas.
Las élites oligárquicas locales siempre han sido el factor canalizador de los esfuerzos de control social y penetración cultural del enemigo, que al implementarse en el tiempo van penetrando profundamente en el cuerpo social de los pueblos, al asumir las nuevas generaciones como naturales esas condiciones de vida, intrusadas por el colonizador, en nuestro caso el neoliberalismo, en su forma capitalista más perversa que es el capital financiero, endeudador, fugador, especulador, golpista, buitre y timbero, que les permite no sólo el sometimiento, sino la desestructuración total de sus instituciones democráticas, colocándolas a su servicio.
Por esa razón cualquier planteo de lucha puede parecer disrruptivo, sin anclaje en la realidad cotidiana del pueblo, que en su cotidianeidad expresa su preocupación lógica por el día a día, aparentemente despojado de intencionalidad patriótica, pero con memoria, que se expresa cuando “se agota su paciencia”, lo cual ha sucedido con frecuencia a lo largo de la historia.
La persecución de los líderes populares, tiene un objetivo ejemplarizador sobre el conjunto de la población, al crear temores y miedos sobre como enfrentar los procesos socialmente dolorosos y traumáticos que se van desarrollando al profundizarse la dependencia, con la consecuente diáspora social, la exclusión y el aislamiento, impediendo encontrarse en la lucha contra el coloniaje.
Esto que pasa hoy en nuestro país, es la consecuencia necesaria de 40 años de neoliberalismo, Consenso de Washington de democracia sólo mercadista, inaugurada por Tacher Reagan, que sólo tuvo estertores de soberanía, especialmente en los 12 años de Néstor y Cristina, que fueron rápidamente aplacados por las fuerzas que dominan estructuralmente el marco económico, como también el escenario simbólico de la conciencia colectiva del pueblo, con su artillería mediática y su estrategia de guerra hibrida.
No es extraño entonces que cualquier planteo de lucha, aparezca como irreal ante un panorama de aparente repliegue de las fuerzas populares, del campo de lucha por la soberanía y la justicia social. No es casual que se ataquen esos valores, como así también la identidad al negar la historia y la memoria, al hacer desaparecer el concepto de Patria.
Esa situación no debe hacer caer lo brazos de los luchadores populares, que no necesariamente serán las vanguardias convocantes, pero sí instrumentos necesarios en las luchas populares, sectoriales o masivas que irán enfrentando a la profundización injusta de modelos de mercado, cada vez más agresivos con exclusión social creciente.
Los escenarios serán de lucha contra el ajuste en principio, por recuperar la soberanía nacional y el patriotismo después, instalando la cultura nacional y popular expresada por la construcción de pensamiento peronista. Nos acercamos a un proceso de profundización de luchas populares que merecen una conducción, que totalice al conjunto de las fuerzas y que enarbole las banderas y virtudes de los Pueblos de la Patria Grande.
JORGE RACHID
CABA, 15 de diciembre de 2023
BIBLIOTECA
Esteche-Acuña-Caviasca: Destinados por la Providencia Ed. Periodismo Alternativo
Ramón Grofonguel: SUJETOS COLONIALES Ed. Abya Yala
María Moreno: La comuna de Buenos Aires: relatos al pie del 2001 Ed. Radar