Los medios transnacionales de la comunicación han sembrado la idea de que los hutíes actúan bajo la influencia del gobierno de Irán. Aunque ni Irán ni los hutíes han negado su pertenencia a un eje de resistencia al imperialismo, el colonialismo y el sionismo, que también incorpora a fuerzas políticas del Líbano, Siria, Bahréin y de la propia Palestina, simplificar la ecuación a una relación de «subordinación» no deja de ser superficial y banal, habida cuenta del propio historial de lucha del pueblo yemení.
En Asia Occidental, la creciente agresividad de Israel y la presencia intervencionista de Estados Unidos han ido polarizando la situación política. El reciente acuerdo de Irán para dirimir diferencias con Arabia Saudí, así como otros convenimientos que han acercado a Egipto y Turquía, Catar y Arabia Saudí, entre otros —después de años de distanciamiento—, sumado a la propia paralización de la guerra en Yemen, apuntan al debilitamiento del polo imperialista-sionista y el fortalecimiento de la resistencia.
En este contexto, por historia y por ubicación geográfica, el papel de Yemen y del movimiento hutí es determinante. Vale decir que Ansarolá nunca ha ocultado su relación con Irán. Los une su común pertenencia a la rama chií del islam. Tanto el fundador del movimiento Ansarolá como su hermano, que lo dirige hoy, pasaron parte de su vida en Qom, Irán, formándose política e ideológicamente. Al mismo tiempo, estudiaban la corriente chií, sustentada en la idea de que la sucesión legítima de Mahoma corresponde a los descendientes de su yerno Alí, por oposición a los suníes, que piensan que los sucesores de Mahoma debían ser los compañeros del profeta. Suní viene de Ahl al-Sunna, que se traduce como «la gente de la tradición», y chií proviene de Chiat Ali, que significa «el partido de Alí».
Pero esto no significa que los yemeníes sean simples «accesorios» de Irán. Más allá del apoyo financiero, militar, comunicacional y político que ha recibido de Teherán, el movimiento Ansarolá ha demostrado autonomía y decisión propia en el diseño y ejecución de sus acciones, tanto en la guerra contra Arabia Saudí y sus aliados desde 2015 como ahora, en el apoyo a la causa de Palestina.
Se debe saber que, además de su auxilio a Palestina, Yemen tiene un conflicto directo con Israel por el soporte que la entidad sionista le dio a los Emiratos Árabes Unidos (EAU) durante la guerra iniciada en 2015, que le permitió la ocupación de las estratégicas islas yemeníes de Socotra, que se encuentran en el mar Arábigo, a unos 350 kilómetros al sur de las costas del país, a fin de establecer una serie de bases de espionaje con el propósito de reunir información de inteligencia en toda la región, en particular del estrecho de Bab el-Mandeb.
Algo importante a señalar respecto a la base de EAU e Israel en Socotra es que también beneficia a Estados Unidos, ya que a través de esta podría controlar al puerto de Gwadar en Pakistán, que forma parte del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC, por sus siglas en inglés), donde Beijing desarrolló un puerto para que las mercancías descargadas allí pudieran ser enviadas por tierra a China, en particular, a su región occidental.
Pero, con relación a los hechos actuales, hay que saber que las acciones de Yemen en apoyo a Palestina comenzaron casi inmediatamente después del 7 de octubre. El 19 de ese mes, un buque de la armada estadounidense derribó misiles y drones disparados por los hutíes contra Israel, de acuerdo con información del Pentágono, publicada entonces.
Unos días después, el 27 de octubre, seis personas resultaron heridas cuando dos drones cayeron sobre Taba, un poblado egipcio fronterizo con Israel, después de la intercepción de los mismos por parte de la fuerza aérea israelí. El 31 de octubre, los hutíes reivindicaron un ataque con drones contra la entidad sionista. Su ejército informó que había interceptado un misil lanzado desde el sur.
El portavoz militar hutí, general Yahya Sari, afirmó en una declaración televisada que el grupo había lanzado un «gran número» de misiles balísticos y aviones no tripulados hacia Israel y que habría más ataques en el futuro «para ayudar a los palestinos a lograr la victoria». En respuesta, el asesor israelí de Seguridad Nacional, Tzaji Hanegbi, dijo que los ataques de los hutíes eran intolerables, pero no quiso dar más detalles cuando se le preguntó cómo respondería Israel.
A mediados de noviembre, Ansarolá comunicó que sus fuerzas armadas atacarían a todos los barcos que navegaran con bandera israelí o que fueran operados o propiedad de empresas israelíes. Unos días después, el general Sari indicó que
… las fuerzas armadas yemeníes siguen impidiendo que los barcos de todas las nacionalidades que se dirigen a puertos israelíes naveguen por el mar Arábigo y el mar Rojo hasta que transporten los alimentos y medicinas que necesitan los palestinos en la Franja de Gaza.
Ante esta decisión y tras los primeros ataques a barcos que se dirigían a Israel, cuatro grandes empresas navieras —la línea de contenedores más grande del mundo, Mediterranean Shipping Co. (MSC), con sede en Suiza; la danesa Maersk; la francesa CMA CGM, y la alemana Hapag-Lloyd— suspendieron el paso de sus buques por el mar Rojo.
Estas empresas transportan aproximadamente 53% de los contenedores marítimos del mundo, y alrededor de 12% del comercio mundial en términos de volumen. Hay que decir que el 30% del tráfico mundial de contenedores pasa por Bab al-Mandeb.
En respuesta, el 19 de diciembre, Estados Unidos se propuso crear una alianza naval a fin de iniciar una operación que denominaron Guardián de la Prosperidad, supuestamente dedicada a «garantizar la libertad de navegación en el mar Rojo». En los hechos, ello significó declarar la guerra a Yemen y militarizar ese mar. Pero el país árabe se ha mantenido incólume en su posición. Sus fuerzas armadas han afirmado que «cualquier ataque contra bienes yemeníes o contra las bases de lanzamiento de misiles de Yemen teñiría todo el mar Rojo de sangre”, asegurando que poseen “armas para hundir vuestros portaaviones y destructores».
El escalamiento de las acciones a partir de entonces ha sido evidente. El 20 de diciembre, en un discurso, el líder de Ansarolá, Sayyed Abdul-Malik al-Houthi, afirmó que la responsabilidad del mundo islámico ante el conflicto en Palestina era grande, en especial de la región árabe, por ser «el corazón de ese mundo». En este sentido, deploró la posición islámica-árabe en las cumbres que se realizaron para debatir el tema, en particular la que se celebró en Arabia Saudí. Al-Houthi caracterizó como débil ese punto de vista. Apuntó que debería haber un compromiso de los pueblos árabes y musulmanes de apoyar a Palestina, al mismo tiempo que deploró el enfoque de algunos países sobre lo que llamó la «conspiración contra Palestina». El líder yemení dijo que su nación no esperaba de Estados Unidos y los países europeos una posición o papel positivo hacia Palestina. Por tales razones, consideró que la perspectiva del eje de la resistencia debería ir encaminada a elevar el nivel de apoyo militar a Palestina.
En ese marco, Al-Houthi advirtió que Ansarolá iba a arremeter contra los buques de guerra estadounidenses si sus fuerzas eran atacadas por Washington, tras el lanzamiento de la operación Guardián de la Prosperidad. Según Al-Houthi, Estados Unidos no intenta proteger la navegación mundial, sino que busca militarizar el espacio marítimo.
No obstante, Estados Unidos no logró un consenso para llevar adelante las misiones de la alianza naval creada. Se generaron desacuerdos con los países árabes que fueron convocados para formar parte de la coalición, lo cual ha dificultado una respuesta coherente a los ataques de los hutíes contra los buques que transitan por el mar Rojo. Dos países clave de la región implicados en la larga guerra contra Yemen —Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí— mantienen posturas opuestas hacia los hutíes, lo que ha significado un importante obstáculo para el plan estadounidense de poner fin a los ataques marítimos. Una posibilidad manejada por Washington es dar una respuesta militar a los hutíes, pero algunos aliados árabes se han negado a ello. Estos prefieren insistir en la vía diplomática y reforzar la protección marítima a los barcos.
Analistas especializados consultados al respecto coinciden en señalar que los objetivos de la operación son vagos si se considera que a los jefes navales no se les han impartido misiones precisas. Así mismo, los buques de la coalición, aunque equipados con armamento avanzado, solo pueden limitarse a repeler los ataques con misiles, escoltando los buques mercantes con buques de guerra. Ello resulta cuestionable toda vez que el arsenal de misiles de Yemen es inagotable, a la luz de las acciones emprendidas en los últimos ocho años. Además, «ni la dirección de las compañías de transporte mundiales, ni los capitanes de los buques mercantes, ni las aseguradoras estarán dispuestos a jugar esta lotería», según dijo Iliá Kramnik, experto ruso en fuerzas navales.
Así mismo, Michael Horton, cofundador de Red Sea Analytics International (RSAI), una firma de asesoría independiente dedicada a ofrecer análisis imparciales sobre las dinámicas de seguridad en el mar Rojo, señaló que los hutíes «solo han desplegado una parte de sus armas, sin utilizar misiles de mayor alcance, drones más avanzados y minas marinas difíciles de detectar».
En esta situación, el vicealmirante estadounidense Kevin Donegan señaló que «Estados Unidos también ha estado aceptando como normales los persistentes ataques (…) de los hutíes». Según The New York Times, esto ha llevado a que el presidente Biden se vea obligado a afrontar una difícil elección relacionada con los futuros planes de disuasión de los hutíes. Para ello debe considerar que Arabia Saudí no busca una escalada del conflicto, que podría hundir una tregua con los rebeldes, negociada con mucho esfuerzo. Por su parte, Tim Lenderking, enviado especial de Estados Unidos para Yemen, afirmó a mediados de diciembre que «todo el mundo está buscando una fórmula para reducir las tensiones».
En la otra parte del conflicto, el pasado 24 de diciembre, el comandante de la Guardia Revolucionaria de Irán, mayor general Hossein Salami, anunció que se podría avanzar hacia un bloqueo naval total de Israel si se llegara a cerrar el mar Mediterráneo, el estrecho de Gibraltar y otras vías navegables. A la fecha, Yemen ya logró bloquear casi en su integridad el puerto israelí de Eilat, situado en el mar Rojo, que está funcionando solo al 15% de su capacidad. Vale decir que las fuerzas misilísticas de Ansarolá lograron golpear un barco israelí en lo profundo del mar Arábigo, cerca de la India, a mucha distancia del territorio yemení. Por su parte, Irán cuenta con drones y misiles hipersónicos de largo alcance que, en caso de una guerra total contra el sionismo, podrían apuntar fácilmente a barcos comerciales que se desplacen, por el Mediterráneo, hacia los puertos israelíes.
De igual modo, en la preparación de un combate de otras dimensiones contra Israel, el ejército de Yemen anunció que cuenta con 20 mil soldados reservistas entrenados y dispuestos a luchar junto a las fuerzas armadas del país en contra de la entidad sionista y la coalición que lidera Estados Unidos.
El 28 de diciembre, Yemen advirtió a Estados Unidos y sus socios sobre la militarización del mar Rojo y afirmó que intensificará sus ataques contra los enemigos si continúa el bloqueo a Gaza. En este contexto, un día antes, los principales comandantes de las fuerzas armadas de Yemen se reunieron para discutir los últimos acontecimientos regionales y revisar la disposición combativa de las tropas. Al final del encuentro, manifestaron estar listos para cumplir las órdenes del líder de Ansarolá.
El 4 de enero, después que un contingente naval yemení se enfrentara cara a cara con las fuerzas militares estadounidenses en el mar Rojo, con la pérdida de tres pequeñas embarcaciones y diez combatientes, el comandante de las Fuerzas de Defensa Costera de Yemen, general de división Muhammad al-Qadiri, advirtió que su país no se reservaba el derecho a responder, sino que respondería determinando el objetivo en cada caso en las islas, en el mar Rojo y en «las bases donde están estacionados los sionistas y los estadounidenses».
Si finalmente Estados Unidos y su alianza decidieran desafiar de manera directa a los hutíes en el mar Rojo, se enfrentarán a una vasta guerra naval desde el golfo de Adén, el mar Arábigo y el océano Índico. Si eso ocurriera, se desataría una espiral indetenible de confrontaciones de dimensiones incalculables.
En cualquier caso, Yemen ya logró emplear su posición estratégica como fuerza en los equilibrios globales e imponerse como parte importante en la ecuación de confrontación en curso y expresar una de las formas más valientes de apoyo al pueblo palestino, que enfrenta la maquinaria de guerra israelí apoyada por Estados Unidos y Gran Bretaña, constituyéndose en una importante carta de presión contra el sionismo y su mentor norteamericano.
Controlar el canal de Suez es controlar el 90% del comercio mundial, afectando de modo directo a Israel al golpear su economía. En este sentido, los hutíes lograron hacer lo que Israel y Estados Unidos han tratado de evitar a toda costa hasta ahora: «… convertir el genocidio en Gaza en una crisis global».
El periodista libanés Khalil Harb, citando al Banco Mundial, en un artículo en la revista online The Cradle, afirmó que Israel importa y exporta «casi el 99% de los bienes por río y mar y más de un tercio de su PIB depende del comercio de bienes».
Por su parte, el periodista brasileño especializado en política internacional, Eduardo Vasco, señaló que además de la incidencia directa que está causando el movimiento hutí en Asia Occidental, sus acciones están «paralizando la economía mundial, es decir, el funcionamiento mismo del régimen capitalista, que está en la raíz del problema de la guerra de agresión en el Medio Oriente». En este marco, Vasco opina que Estados Unidos e Israel están limitados para realizar un ataque directo a Yemen porque podría haber represalias contra los aliados de Estados Unidos en la región, «principalmente contra sus yacimientos petrolíferos, lo que agravaría brutalmente la crisis económica con una de petróleo (que ya ha comenzado). Por esta razón, mientras los Emiratos Árabes Unidos quieren acciones enérgicas contra los hutíes, los saudíes se muestran cautelosos».
A última hora, y casi al cerrar este artículo, llega la información de que Yemen había atacado un barco estadounidense que trasladaba suministros a Israel, dando respuesta de esa manera a los recientes ataques estadounidenses contra las fuerzas navales yemeníes.
Así mismo, respondiendo a las declaraciones del secretario de Estado de Estados Unidos Anthony Blinken, el viceministro de Relaciones Exteriores de Yemen, Hussein al-Ezzi, ratificó «la seguridad de la navegación a todos los destinos, excepto los puertos de la Palestina ocupada», negando categóricamente las informaciones falsas diseminadas por Washington, Londres y Berlín con respecto a la seguridad de la navegación.
Las líneas precedentes dan cuenta de la capacidad y decisión del pueblo yemení de asumir un protagonismo cierto en la guerra de Israel contra Palestina. En los hechos, hacen patente que, aun siendo un país pequeño y marginado global y regionalmente del desarrollo económico, mantiene una voluntad de lucha que expresa el sentimiento milenario de existir como nación independiente, colocando en entredicho a las principales potencias mundiales, al poner trabas e impedimentos a la ejecución imperial de su política en la región, a través del pleno apoyo a Israel.
Sergio Rodríguez Gelfenstein