MANIPULACIÓN MEDIÁTICA CONTRA VENEZUELA: ¿A QUIÉNES INTENTAN CONVENCER?

La detención de «Rocío San Miguel ocurre por formar parte de la conspiración «Brazalete Blanco». No es una detención forzada (Foto: Associated Press)

El actual panorama mediático contempla un aumento significativo de noticias falsas, descontextualizadas o manipuladas sobre Venezuela, especialmente en las grandes corporaciones de la comunicación. Estos abordajes suelen presentar temas políticamente sensibles y delicados.

Recientemente ha surgido una noticia que ha generado ruido al centrarse en la supuesta violación de los derechos humanos en Venezuela. Se trata de la detención de Rocío San Miguel, directora de la ONG Control Ciudadano, quien ha sido acusada de participar en la conspiración denominada «Brazalete Blanco», cuyo objetivo era atentar contra la vida del presidente Nicolás Maduro y otros altos funcionarios, así como atacar unidades militares en el estado Táchira y otras regiones del país.

Los medios, que reflejan esto como una «desaparición forzada» hacia una supuesta defensora de los derechos humanos, evidentemente omiten los vínculos de San Miguel y de su ONG con tramas de espionaje y conspiración conducidas por Estados Unidos. Ella ha sido identificada en cables diplomáticos como una «socia activa de la Usaid» y ha mantenido reuniones con altos funcionarios estadounidenses como Barack Obama, siendo utilizada como fuente de información para reportes de inteligencia sobre la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).

El conjunto de noticias difamatorias incluye acusaciones que sugieren que Venezuela está movilizando su ejército para atacar Guyana, lo que contribuye a crear la percepción de que nuestro país está intensificando las tensiones y llevando el conflicto hacia una resolución militar, lo cual dista de la realidad.

Las reseñas sobre este asunto rara vez mencionan las provocaciones de ExxonMobil, empresa que prácticamente aplaude que el Comando Sur los vaya a proteger mientras explotan ilegalmente recursos de áreas marítimas en disputa entre Caracas y Georgetown, hechos que infringen el Acuerdo de Ginebra y otros recientes entre el presidente Maduro y su homólogo guyanés, Irfaan Ali.

Es evidente la existencia de una intención subyacente que pretende distorsionar cualquier información en aras de perjudicar la imagen de Venezuela y, en particular, del gobierno nacional. Esta tendencia a menudo pasa por alto cuidar las formas para encubrir la mentira, lo que da como resultado, en ocasiones particulares, la necesidad de tener que retractarse.

En ese sentido hay que mencionar la aclaración que tuvo que hacer la agencia de noticias Associated Press después de que tergiversó las declaraciones del presidente Maduro del 4 de febrero, cuando había afirmado que el mandatario ganaría las elecciones «por las buenas o por las malas».

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Tras los reclamos del gobierno venezolano, la agencia de noticias AP emitió una retractación en la que reconocía su error, y aclaró que el presidente se refería a la victoria sobre intentos de desestabilización.

Ejemplos como estos se harán más frecuentes a medida en que se acerca la definición sobre la fecha de las elecciones presidenciales pautadas para 2024. Cada una de estas patrañas mediáticas apunta a retratar Venezuela como un Estado autoritario, represivo, hostil e incluso criminal, como lo están queriendo hacer ver al dar difusión a las declaraciones de María Corina Machado sobre que Venezuela es el cuarto productor de cocaína en el mundo.

Este infundio, más que dirigirse a la población del país, está enfocado hacia la opinión de la llamada «comunidad internacional», con vistas a generar apoyo al cerco sobre Venezuela. Tal escenario lo hemos visto en ocasiones anteriores y ha tenido como público objetivo países de la Unión Europea y gobiernos latinoamericanos subordinados a Estados Unidos.

Sobre su efectividad habría que también remitirse a los resultados anteriores. A pesar de que la campaña mediática de desprestigio contra el país ha sido agresiva y ha servido para justificar las sanciones económicas, también se evidencia su fragilidad. 

El gobierno venezolano ha desmontado dichas campañas con habilidad política, diversificando el relacionamiento del país con gobiernos que representan el nuevo liderazgo mundial como China y Rusia y apostando a la consolidación de ese mundo multipolar emergente que padece también los efectos de las campañas difamatorias por parte de Occidente.