La esclavitud, un estigma que perdura en el siglo XXI

Foto: Obra de Pavel Kuczynski

Autor: Raúl Antonio Capote | internacionales@granma.cu

13 de marzo de 2024

Los migrantes, los pobres, los habitantes del sur subdesarrollado son las víctimas principales de las prácticas de esclavitud moderna

La servidumbre forzosa, uno de los males nacidos con la sociedad dividida en clases, ha sido justificada con múltiples argumentos por las clases dominantes.

No escasean los alegatos semiteológicos o las teorías seudocientíficas, desde la justificación físico-climática que se remonta a Aristóteles y Ptolomeo, readaptada en la Edad Media por Santo Tomás, y luego llevada a las Américas por los colonizadores, para justificar la esclavitud de los «indios», hasta las más modernas teorías racistas.

Para la mayoría de las personas, la esclavitud es una mancha del pasado, un estigma que pesa sobre la conciencia de la humanidad, con su carga de dolor, discriminación y abusos, pero que, por suerte, quedó en los anales de la historia.

Pudiéramos creer que tras largos años de lucha, las cadenas que condenaban a millones de seres humanos a vivir en condiciones infrahumanas de explotación fueron convertidas en reliquias de museo, en prendas de una historia de infamias a la que jamás regresaría la humanidad.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. La esclavitud en su versión moderna implica a unos 50 millones de personas, según informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La trata de personas, el matrimonio forzado, la explotación sexual, el trabajo infantil, el reclutamiento de menores para la guerra y el tráfico de órganos son algunas de las manifestaciones principales del abominable flagelo en el siglo xxi.

El documento de la oit refiere, además, que el fenómeno de la esclavitud está presente en casi todas las regiones del mundo. La mayoría de los casos, el 86 %, concurren en el sector privado y el 14 % en el ámbito estatal.

Predominan los que laboran en la agricultura, la pesca, la construcción, las manufacturas, la minería, los servicios y el trabajo doméstico.

De acuerdo con los datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Fnuap), 14,2 millones de niñas son obligadas cada año a contraer matrimonio.

Por otro lado, el total de mujeres en condiciones de trabajo forzoso suma 11,8 millones, mientras el número de niños supera los tres millones.

No se puede obviar el factor fundamental de su permanencia en el tiempo, se trata de un gran negocio que genera cuantiosas ganancias. Un estudio reciente de la oit estima en 150 000 millones de dólares los dividendos anuales que obtienen los explotadores.

Los migrantes, los pobres, los habitantes del sur subdesarrollado  son las víctimas principales de las prácticas de esclavitud moderna.

El sometimiento, la dominación, la explotación sigue formando parte de la realidad de una sociedad que no ha logrado trascender la prehistoria de la humanidad.

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