Fuentes: Viento sur
Por Jaime Caro Morente | 14/03/2024 | Economía
El viernes 15 de septiembre saltaba la noticia: el histórico sindicato del motor, United Auto Workers (UAW), ponía en huelga simultánea a las y los trabajadores de las compañias de General Motors, Ford y Stellantis –la antigua Chrysler–. Esta huelga estaba dirigida por el recién elegido presidente del sindicato Shawn Fain –el primer presidente en ser elegido democráticamente por la afiliación– y la huelga se llamaba Stand Up Strike en un claro guiño a la histórica Sit Down Strike, dirigida por los comunistas de la UAW en los años treinta, que significó un antes y un después en el movimiento obrero estadounidense.
Hay muchos hilos de los que empezar a tirar para analizar esta huelga: la primera vez que la UAW pone en huelga a las Big Three (Tres grandes compañías) a la vez, la comunicación política de la huelga a través de directos en Facebook/Twitter todos los viernes, la modalidad de la propia Stand Up Strike, la forma de jugar con las compañías con el palo y la zanahoria, las reivindicaciones –¡40% de subida salarial!–, o la simple pregunta de por qué ahora y no antes.
Lo cierto es que esta huelga ha supuesto un punto de inflexión en el movimiento obrero estadounidense por el simple hecho de que es la consolidación del Nuevo Sindicalismo y su influencia en el sindicalismo más tradicional y corporativo, cuyo gran símbolo había sido la UAW desde sus renuncias a proteger a la clase obrera en las negociaciones con las empresas/Administración Obama después de la crisis de 2008. Shawn Fain, líder por elección sindical directa, sí ha luchado por la clase trabajadora, ha conseguido devolverle otra vez su orgullo quebrado y no se ha dejado utilizar por el Partido Demócrata. Si Biden quería los votos de sus afiliados y afiliadas, que pasase antes por la línea de piquetes haciendo historia y, aun así, no le ha asegurado todavia su apoyo explícito. Igualmente, y para nada menor, Fain ha pretendido recuperar en todas sus comunicaciones la tradición histórica del sindicalismo radical estadounidense, desde el Haymarket hasta las Sit Down Strike ideadas por comunistas, como la necesidad de plantear realmente, primero, una Huelga General y, luego, que las victorias de su sindicato son de toda la clase trabajadora estadounidense e incluso mundial.
Pero si bien Fain es un perfil muy especial, conserva la primera nómina de su abuelo como recuerdo de cuál es su clase y se opuso a todas las negociaciones de 2008, no hubiese llegado allí sin el trabajo militante de miles de afiliados a la UAW que veían cómo el Nuevo Sindicalismo cambiaba todo en el mundo laboral estadounidense.
El empuje del Nuevo Sindicalismo
La principal palanca de cambio para que sucediese la Huelga del Motor este 2023 ha sido el fuerte empuje del Nuevo Sindicalismo que ha puesto contra las cuerdas las estructuras corporativistas de los sindicatos amarillos y tradicionales afiliados a la AFL-CIO.
Este fenómeno no está relacionado únicamente con la aparición de nuevos sindicatos apegados a partidos socialistas (como DSA [Socialistas Democráticos de América]) o comunistas que buscan el poder y la independencia de clase. Los propios organizadores sindicales de los sindicatos del Nuevo Sindicalismo, por ejemplo de Starbucks Workers United, proceden de las alas más radicales de la AFL-CIO que tenían un doble objetivo: organizar a quienes no estaban organizados y presionar desde fuera a los sindicatos más amarillos consiguiendo una radicalización de sus bases.
El Nuevo Sindicalismo surge a finales del año 2021 al crearse el sindicato Starbucks Workers United, poniendo en práctica tácticas anarcosindicalistas probadas un lustro antes por Industrial Workers of the World, en una conjunción de organizadores sindicales radicales de la AFL-CIO y el partido-movimiento DSA. Luego, en la primavera de 2022, se extenderá a Amazon con la creación de Amazon Labor Union, bajo las mismas premisas, dando paso a una oleada de nuevos sindicatos en el sector de la industria de los videojuegos y tecnología.
Todos estos sindicatos de nuevo cuño nacen en empresas que antes no tenían un sindicato representando a sus trabajadores y trabajadoras o en empresas en las que los sindicatos tradicionales no se habían ocupado de sindicalizar por pereza de sus líderes o por convicción ideológica de que era imposible. El claro ejemplo era Starbucks, una compañía buque insignia del capitalismo estadounidense, pero a la vez del sector de la hostelería y restauración: gente trabajadora joven, con una alta rotación y con la noción de que es un trabajo para un par de años y no de larga duración, a pesar de que muchos de sus trabajadoras y trabajadores encadenan puestos de trabajo en la compañía durante años.
Una vez se crea Starbucks Workers United, y sigue creciendo, los lideres de los sindicatos afiliados a la American Federation of Labor empezaron a preocuparse, puesto que esto era un misil contra su línea de flotación, ya que demostraba, primero, que sí se podía organizar a estos trabajadores y trabajadoras; segundo, que si no se había hecho antes era porque no se había querido y, por último, que había un nicho de trabajadores y trabajadoras que podían pagar cuotas que no iban a ser suyas: pura ideología encallada en conseguir afiliación para engrosar tesorerías y no para mejorar la vida de la clase trabajadora. En cambio, para las alas radicales de militantes de esos sindicatos corporativos, lo que significaba el Nuevo Sindicalismo era una ventana de oportunidad para radicalizar sus estructuras con el ánimo de volver a ponerlas al servicio de la clase trabajadora.
Por lo tanto, nos encontramos con que el Nuevo Sindicalismo empujó de manera externa e interna a los sindicatos corporativos; el ejemplo del empuje externo fue el del sindicato Teamsters y el interno, el que nos concierne y es más interesante, el de la UAW.
Teamsters es el sindicato corporativo más grande del ala más progresista de toda la AFL-CIO. En las elecciones estadounidenses siempre ha apoyado o bien al ala más radical del Partido Demócrata, o a Bernie Sanders y su excepcional socialismo. Igualmente, es un sindicato que no se ha dejado llevar mucho por la retórica de las clases medias y siempre ha mantenido la retórica algo combativa de la clase trabajadora. Teamsters es un sindicato de trabajadores y trabajadoras que reparten mercancía, siendo UPS la mayor empresa en la que está presente. Por eso, cuando surge Amazon Labor Union (ALU) suenan las alarmas en la cabeza de O´Brien, líder del sindicato y amigo personal de Sanders, pensando que el surgimiento de la ALU puede significar dos cosas: primero, si Teamsters no se mueve rápido, su afiliación puede irse a nuevos sindicatos; y, segundo, ahora se ha demostrado que se puede sindicalizar en la gran Amazon, la mayor empresa de paquetería del mundo, y quiere hacerlo.
Para ello, se apoyó en sus militantes más radicales, afiliados a la DSA, para demostrar que Teamsters estaba dispuesto a luchar por su afiliación. En el verano de 2023 se tenía que negociar un convenio para 340.000 trabajadores y trabajadoras de UPS sindicalizadas por Teamsters y no dudó en ningún momento en decir que si no se aceptaban sus premisas se iría a una huelga larga y combativa –y que, claro, estaría dirigida por elementos socialistas que no cesarían en sus objetivos para con la clase trabajadora–. Las negociaciones fueron un éxito, ya que O´Brien demostró que Teamsters volvía a ser ese sindicato progresista que luchaba por la clase trabajadora e iniciaba la campaña de sindicalización en Amazon y, además, gracias a la DSA, comenzó a solidarizarse con todas las huelgas de los sindicatos del Nuevo Sindicalismo. El empuje del Nuevo Sindicalismo les había hecho cambiar toda la estrategia de una década y aproximarse a tesis socialistas y que los portadores de estas tesis en su militancia tuviesen más importancia.
El caso de la UAW aquilata bastante bien el empuje que tuvo el Nuevo Sindicalismo en las militancias de un sindicato ultracorporativo –que había sido procesado por corrupción en los últimos años– y que vieron la ocasión de radicalizar toda la estructura. Este cambio en las estructuras del sindicato no fue tan fácil como Teamsters, ya que allí el cambio de estrategia vino de arriba abajo. En UAW tuvieron muchísima importancia los sectores más radicales de la militancia que se actualizaron gracias a manuales de Labor Notes y a las ideas sobre los sindicatos como instituciones de poder de la clase trabajadora planteadas en el libro No Shortcuts de Jane McAlevey.
UAW, un sindicato muy singular
La historia de la UAW es la historia de los éxitos del sindicalismo radical y de la derrota de sus elementos radicales para acabar traicionando a la clase trabajadora. Como su nombre dice, es el sindicato que pretende unir en su seno al conjunto de las y los trabajadores de la industria del motor estadounidense. Fue fundado en 1935 por sindicalistas radicales y comunistas que habían pertenecido o que seguían las tesis del sindicato, antaño socialista y radical, Industrial Workers of the World (IWW). A su vez, la UAW fue parte fundadora de la alianza sindicalista radical de Congress of Industrial Organizations, una vez más, considerada heredera del organigrama de sindicalismo sectorial y de clase propuesto por el IWW.
Desde un principio, este sindicato estuvo dominado en sus capas altas por progresistas radicales, y su militancia y organizadores más importantes pertenecían a los cuadros comunistas estadounidenses. Estos cuadros, de los más disciplinados y que más debate interno tenían en todo el panorama sindical estadounidense, dieron con dos avances claves en su movimiento obrero: en cuanto a táctica sindical, idearon la Sit Down Strike –huelga de brazos caídos– y, en cuanto a teoría, idearon el concepto whole worker –trabajador integral–. La huelga de brazos caídos consistía en que la huelga, en vez de estar fuera del lugar de trabajo protestando, se hiciese ocupando la fábrica; así se aseguraba que no hubiese rompehuelgas y se creaba un nexo de unión con el lugar de trabajo en el que el trabajador o la trabajadora está conectado con él y lo siente como suyo –se intentaba inducir la idea de que la única y posible vía para la mejora de sus condiciones de vida es la socialización de aquello que ocupaban–.
Mientras tanto, el concepto de whole worker –trabajador integral– venía a decir que el trabajador o la trabajadora es mucho más que su trabajo y el lugar donde trabaja y que, por lo tanto, el sindicato debía impregnar absolutamente todos los ámbitos de su vida, es decir, el sindicato no solo tenía que organizar el mundo laboral, tenía que politizar la vida cotidiana. Esta concepción del sindicalismo como movimiento socialista procede de la idea que tenían los fundadores del IWW, y que influyó a toda la izquierda estadounidense, que es antipartido de vanguardia.
Con estos mimbres, la UAW consiguió importantes victorias sindicales en las compañias que hace un mes puso en huelga, sindicalizando General Motors, Chrysler y Ford. Sin embargo, su líder Walter Reuther, un progresista y anticomunista convencido, decidió que la mejor estrategia para el sindicato era apegarse al Partido Demócrata que ya había virado a la izquierda del republicano y establecerse como el negociador de convenios, mientras dejaba a los comunistas batiéndose el cobre por organizar y afiliar gente que pagase cuotas.
Esta estrategia fue un éxito para las arcas de la UAW, para la construcción del sueño americano de la clase media y la pérdida del sindicato más combativo que tenía la clase trabajadora estadounidense. Desde ese entonces, hasta la presidencia de Fain, la UAW se encargó de engrosar su tesorería, conseguir pingües beneficios para las y los trabajadores y ser el aparato anticomunista por excelencia dentro del sindicalismo estadounidense, a la vez que impregnar a todo este movimiento de la retórica de la clase media y el orgullo de pertenecer a ella –clase media, blanca y heterosexual–. Si bien siempre mantuvo elementos comunistas y antirracistas en su seno.
Esta deriva corporativista de la UAW se evidenció como nunca con la globalización, ya que no se luchó contra la deslocalización de empresas, y con la crisis de 2008. La clase trabajadora del motor estadounidense sufrió como la que más la crisis del 2008 que hizo que se cerrasen factorías de General Motors, Ford y que Chrysler se vendiese a Stellantis. Estamos hablando de que toda una zona, el Rust Belt [nordesde y Medio Oeste] estadounidense, sucumbió a una crisis económica sin precedentes –ciudades que se declaraban en bancarrota– y que antaño había sido símbolo de una identidad de la que sentirse orgulloso, la clase trabajadora del motor, que ya no existía. Ante esta situación, la Administración Obama decidió rescatar a las compañias y exigir a la UAW unas medidas en contra de los intereses de su afiliación: rebajas de sueldos, congelación sine die de los salarios y escalas salariales para que las compañias pudiesen contratar a temporales mal pagados.
La presidencia de la UAW aceptó sin poner ni un pero a todas las demandas de las empresas y de la Casa Blanca, aunque hubo resistencias, entre ellas la de Shawn Fain, que era únicamente un afiliado raso que defendió en su sección que los trabajadores no podían aceptar esas medidas y había que luchar para que la clase trabajadora no cediese ni un paso.
Por aquella época Shaw Fain tenía cuarenta y tantos años, era electricista en Chrysler y tenía un orgullo de clase que mostraba de dos maneras: con la nómina y la tarjeta de afiliación de sus abuelos y diciendo que él nunca quiso seguir los pasos de su padre, que era policía. Nadie advertía que en un futuro este personaje en los márgenes de la radicalidad del sindicato, una rara avis, iba a ser el futuro presidente de la UAW que volvería a las raíces radicales de su historia.
La década de 2010 fue dura para este sindicato corporativista: aceptó medidas draconianas y cuando mejoró la economía su afiliación no se pudo beneficiar de ninguna subida salarial, estallando las tensiones internas. Cuando estallaron, se destapó un caso de corrupción enorme en el que los altos cargos movían millones de dólares sin supervisión de la afiliación. Muchos afiliados y afiliadas denunciaron estos hechos y un tribunal impuso una supervisión y exigió reformas internas, como la de que el cargo de Presidente fuera elegido por votación directa de la afiliación y no en despachos.
Así llegamos a principios del 2023, en el que se presentaron dos candidatos a la presidencia: Ray Curry, que quería seguir en el cargo, y un desconocido y radical Shawn Fain. Estas elecciones fueron sumamente importantes, no solamente por ser las primeras en la historia del sindicato, sino porque en septiembre de este año caducaba el convenio y había que negociarlo con General Motors, Ford y Stellantis por 5 años más. Fain se apoyó en una alianza de progresistas radicales y militantes de DSA que portaban la concepción de cambio interno en el sindicato expuesta por Jane McAlevey, según la cual se tiene que construir poder obrero dentro de la estructura sindical, arrebatársela a los líderes amarillos –como hizo el sindicato de profesores de Chicago– y, una vez con el control de la estructura, construir poder de clase gracias al sindicato atrayendo a más gente y convocando huelgas.
Fain se presentó a las elecciones con un programa bastante claro: revertir todos los acuerdos debidos a la crisis del 2008 y aumentar salarios en más de un 40% para todas y todos los trabajadores usando una escala, aumentando más a quienes menos cobraban, para así evitar la temida aristocracia obrera. Sin embargo, el punto más importante de su programa no era ese; era que, si no se conseguía revertir todo esto, la UAW debería ir a huelga indefinida simultánea en las tres grandes, con sus 140.000 personas afiliadas. Hasta ese momento, nunca en la historia de la UAW se había convocado una huelga tan grande. Fain ganó por unos escasos 500 votos, pero eso no lo aplacó y decidió que se ganaría a toda la estructura y su afiliación luchando por lo que los demás presidentes no habían luchado antes.
Huelga Stand Up
Llegó septiembre de 2023 y comenzaron las negociaciones del nuevo convenio. Las compañías pensaban que Fain retrocedería y que el programa con el que ganó la presidencia era solamente pura propaganda electoral; que las negociaciones serian un mero trámite, como lo habían sido desde el 2008. Fain y su equipo se sentaron en la mesa de negociación con el programa de esas elecciones sindicales, una exigencia de subida salarial del 40%, una reducción de jornada a 32 horas semanales y que todas las plantas de coches eléctricos no sindicalizadas por la UAW estarían amparadas por el convenio; querían un sindicato verde y rojo.
Las compañías no aceptaron ninguna de las demandas pensando que Fain acabaría cediendo y, viendo que era un novato que se había excedido en sus exigencias, no se volvieron a sentar más. Fain pidió el voto de autorización de huelga a sus 140.000 afiliados y el viernes 15 de septiembre anunció una huelga indefinida hasta conseguir todo su programa.
Con su equipo, Fain eligió el nombre de la huelga personalmente: Stand Up Strike, un guiño a lo que supuso la Sit Down Strike, y es que Fain quería inventar una nueva modalidad de huelga que pudiese ser sostenida en el tiempo y que no acarrease un desgaste de las y los 140.000 sindicalistas a la vez. Para ello ideó un plan escalado: comenzaría poniendo en huelga tres factorías importantes de las tres compañias, alrededor de 10.000 trabajadores y trabajadoras, y, cada viernes, anunciaría qué otros centros entrarían en huelga. Asi se conseguía crear un hype en las y los trabajadores ansiosos por participar en la huelga –evitando asi su desgaste– y podría jugar con la zanahoria y el palo con las compañías: si, por ejemplo, Ford cedía en algunas demandas, el siguiente viernes no se vería afectada por un nuevo centro puesto en huelga. Igualmente, mostró un excelente conocimiento de la economía de las compañías, y quizás algún socialista estudioso de la Crítica de la Economía Política le ayudó, al entender que la huelga debía ser de producción y de distribución. No solamente contaba con el poder de parar la producción, sino que el segundo viernes de huelga decidió poner en huelga 30 centros distribuidores, con lo que ahogó la producción en factorías que no se habían puesto en huelga.
Así, cada viernes tenía a miles de trabajadores y trabajadoras, y a los propios directivos de las compañías, pendientes de su muro de Facebook, donde anunciaría qué pasaría la semana siguiente. Mientras tanto, adornaba sus textos con citas de las grandes figuras radicales de la izquierda estadounidense, como Malcolm X o, si un periódico decía que era muy radical, el siguiente viernes llevaba una camiseta de Eat The Rich (Cómete a los ricos). También tuvo tiempo para lucir sudaderas o pins de sindicatos del nuevo sindicalismo o en solidaridad con sindicatos de otras partes del mundo, como con los italianos del metal.
En cuanto a apoyos políticos, Fain sólo dejó que un político lo apoyase la primera semana de huelga, Bernie Sanders, por una clara sintonía ideológica entre ambos, mientras que dejaba que DSA ayudase a coordinar los piquetes y enviase a afiliadas suyas, como Alexandria Ocasio-Cortez o Cori Bush, a dar mítines de apoyo a los huelguistas. Conforme pasaban las semanas empezó a hacer menciones a Biden que, sabiendo que se jugaba la reelección y necesitaba el apoyo de la UAW, decía que si lo quería se lo tendría que trabajar y no solo con palabras. Así, el electricista sindicalista radical obligó a Biden a ir a unos piquetes y coger el megáfono para anunciar que se ponía de parte de la lucha de la clase trabajadora y no de las compañías, pero ni aún así consiguió el apoyo de UAW.
Después de un mes y dos semanas de huelga, Ford y General Motors cayeron. Ford había visto cómo la planta que más beneficios le daba en todo el país y que no se debía de ver afectada por la huelga se puso en huelga espontáneamente, mientras que General Motors cedía todas las plantas del coche eléctrico al convenio negociado por la UAW. Stellantis no tardaría en caer también.
Los acuerdos cumplieron prácticamente el programa con el que se había presentado Fain y revertían todo lo negociado por UAW después de 2008: ya no habría congelación salarial, se eliminaban los contratos temporales y las escalas salariales. A la vez, se conseguía una subida salarial inmediata del 25% para todos los trabajadores y trabajadoras y una proyección de subida salarial en 5 años de entre el 33% y el 160%, una transición verde justa comandada por la UAW y la negociación para reducir la jornada laboral sin perder salario.
Significado de la Stand Up Strike
Shawn Fain fue muy consciente de la responsabilidad que tenía desde que asumió la presidencia de la UAW y el liderazgo de la huelga, así como en el manejo de la victoria. Una muestra de ello es su discurso de victoria en el que recuperó la tradición histórica radical del sindicalismo en EE UU con menciones a los mártires del Haymarket, a la lucha por las 8 horas, a la Sit Down Strike y al orgullo de pertenecer a la clase trabajadora. A su vez, proyectó esa victoria; sabia que el Nuevo Sindicalismo lo había empujado a esa posición de poder dentro de la UAW y celebró la victoria no como propia o como de los trabajadores y trabajadoras de la UAW, sino como una victoria de la clase trabajadora nacional e internacional: un ¡sí se puede!, animando a todas las y los trabajadores de EE UU a sindicalizarse y hacer huelga para conseguir sus demandas por la fuerza, diciendo que así es como se consiguen. No hubo ni medias tintas ni referencias a la clase media; de nuevo, era un orgullo pertenecer a clase trabajadora.
Así se inauguraron las demandas de 25%. Ahora todos los sindicatos que están negociando convenios plantean la demanda de una subida salarial del 25% por delante: las enfermeras, las y los trabajadores de Starbucks, de los casinos de Las Vegas, de Detroit… La mayoría de ellas y ellos han exigido esta subida y la han conseguido.
Mientras tanto, Fain recupera el sueño de quienes fundaron la UAW: ser un sindicato que organice a todas y todos los trabajadores del motor y ya ha dispuesto comités organizadores en buques insignias del novísimo capitalismo estadounidense como Tesla. El equipo de Fain es consciente de que la Alt-Right del Partido Republicano quiere usar la transición verde como arma para dividir a las y los trabajadores. Por eso, han prohibido a los republicanos ir a apoyarles a la huelga y se han puesto a sindicalizar compañías líderes de coches híbridos o eléctricos como Tesla o Toyota, mostrando que el ecologismo y el sindicalismo son perfectamente compatibles.
Se calcula que la huelga de la UAW, que solo puso a 50.000 trabajadores y trabajadoras en huelga, de un total de 140.000 disponibles, ya ha provocado subidas salariales de más del 20% a más de 766.000 de la industria del motor en EE UU.
Como pasó en las oleadas sindicales de los años diez, cuarenta y sesenta, se escucha otra vez la palabra huelga general y Shawn Fain es consciente del poder que tiene gracias a representar a la clase trabajadora del motor que tan identificada ha estado con el sueño americano y que tanta simpatía tiene entre el resto de la clase trabajadora, y lo quiere usar. Por eso, en discursos dados después de la victoria ha pedido que todos los sindicatos negocien convenios que terminen en 2028 para poder convocar una huelga general y que la clase trabajadora pueda disputar los frutos de su trabajo a la clase capitalista estadounidense en una Huelga General. Así, también ha prometido solidaridad con absolutamente todos los sindicatos que decidan ir a la huelga y ha dado pasos para acercarse a lideres socialistas sindicalistas como Sara Nelson o con trabajadores queers de Starbucks Workers United para mostrar que la clase trabajadora del motor no es el espantajo reaccionario que la ultraderecha de la Alt-Right pinta.
Jaime Caro Morente es doctor en Historia del socialismo en EE UU y militante de Democratic Socialists of America (DSA)
Fuente: https://vientosur.info/ee-uu-la-huelga-del-motor-y-la-consolidacion-de-la-oleada-sindical/