Las trampas históricas de las potencias hegemónicas
El 3 de octubre de 1899 se firma el Acuerdo Arbitrario de París; fraude que se pudo probar luego de las confesiones post mortem del abogado estadounidense Severo Malet Prevost, quien describió las atrocidades del despojo del Esequibo a Venezuela, en una componenda de las potencias.
En 1840, el Imperio británico envía al botánico Robert Schomburgk, para que elabore mapas que permitan justificar el avance inglés a lugares ricos en minerales y hasta la desembocadura del río Orinoco, entendiendo que “punta Barima dará a quien la posea las bocas del Orinoco”; y quien domine las bocas del Orinoco, dominará toda América Latina y sus riquezas; definiendo el alcance geopolítico de la zona, y donde las diversas líneas revelan el unilateral y fraudulento modus operandi de Gran Bretaña y sus verdaderas intenciones; ante lo cual la posición de Venezuela siempre fue de reclamo frente a la penetración social y política al oeste del río Esequibo.
Luego de la muerte de Bolívar, las potencias incluyendo el Reino Unido comienzan a cobrar deudas astronómicas en medio de una Venezuela convulsionada con guerras intestinas y divisiones que le hacen flaco favor a la unidad necesaria en estos temas estratégicos. Se llega a un acuerdo de statu quo con Gran Bretaña que no respeta, y al seguir con sus agresiones a nuestra soberanía, lleva a Venezuela a romper relaciones con los ingleses en 1887.
Tensión entre potencias
En América campea la Doctrina Monroe desde 1823 y en medio de unas relaciones tensas entre Gran Bretaña y Estados Unidos, que este último demuestra al no aceptar la propuesta inglesa de dividir y repartir el territorio de Venezuela por la módica suma de 10.000 libras esterlinas en 1865; Venezuela decide solicitar apoyo estadounidense, que convoca una Comisión de investigación en 1895, y concluye que no habían pruebas contundentes de ocupación holandesa para 1648 en la zona en disputa.
Pero en 1896 mejoran las relaciones entre estadounidenses e ingleses, quienes negociaron en el tratado de Washington de 1897 los términos del tratado arbitral con Gran Bretaña mediante el engaño y la coacción, a espaldas de Venezuela por considerarnos “salvajes” y no sujetos de derecho internacional, para decidir la disputa territorial sin tomar en cuenta los intereses de Venezuela y dejando intactas las penetraciones inglesas hasta entonces. Encomendaron así al tribunal la función de investigar y determinar la frontera nombrando cinco jueces, entre los que había dos ingleses, dos estadounidenses y uno ruso supuestamente imparcial, funcionario de la cancillería rusa, amigo de la reina Victoria y profesor de universidades británicas; y establecieron las reglas de procedimiento con prescripción a 50 años, obviando la presentación de títulos que sostienen la propiedad de Venezuela.
Concreción del fraude
Así, mientras decían que no acatar la sentencia del tribunal, nos “dejaría fuera de los límites de la civilización”; se instaló en París el Tribunal Arbitral que a pesar de las 54 audiencias que se celebraron, la decisión final de menos de dos páginas no estuvo motivada, no describió la investigación, documentación, mapas, alegatos, testimonios, y conclusiones presentadas por los abogados de las partes. Se supo sobre la negociación secreta entre sus representantes; y luego se supo que todos los mapas presentados por los ingleses fueron adulterados, sin justificación histórica que le respaldara,violando los principios de equidad y transparencia. Una decisión política con claro exceso de poder, en la que los jueces abusaron de sus facultades al regular la navegación internacional de los ríos Barima y Amacuro, establecer régimen de aduanas y demarcar frontera con Brasil y Surinam que no eran parte, entre muchos otros elementos que demuestran que aprovechando la debilidad de Venezuela, el 3 de octubre de 1899 con el laudo arbitrario se consolida el despojo de nuestro territorio, “ganado a sangre y fuego por los Ejércitos libertadores en décadas de lucha” de Independencia.
CIUDAD CCS