Gabriel García Márquez con un ejemplar de Cien años de Soledad sobre su cabeza en 1975. Foto: Referencial.
La obra literaria y periodística del célebre escritor colombiano mantiene su vigencia
El legado literario y periodístico del escritor colombiano Gabriel García Márquez sigue dando de qué hablar, después de 10 años de su fallecimiento.
El precursor del denominado realismo mágico marcó un antes y después dentro de la narrativa latinoamericana cuando, en 1967, se publicó Cien años de Soledad, considerada una de las novelas más importantes surgidas en la mitad del siglo XX, dentro de la literatura, no solo en Latinoamérica, sino a escala universal.
Previo a esta publicación, Gabo, como era llamado por sus amigos más cercanos, escribió el cuento Isabel viendo llover en Macondo, además de las novelas La mala hora y El coronel no tiene quién le escriba, antecedentes que recrearon aquel entorno que serviría de escenario para conocer la historia de los Buendía, que inicialmente era «una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos».
A partir de allí, la vida de García Márquez cambió drásticamente, recibiendo numerosos reconocimientos en varios países de Latinoamérica y Europa, así como una infinidad de entrevistas, que en un principio era natural que sintiera agrado de concederlas, pero que posteriormente huía de ellas, y consideraba que la misma era un complemento del reportaje.
Caracas adoptó a Gabo como un venezolano más
Uno de los primeros países que felicitó y premió el éxito internacional de Gabo, mucho antes del Nobel, fue Venezuela, donde le entregaron el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, en 1972, por Cien años de Soledad, cuya recompensa cuantiosa derivada en bolívares, la donó al político y amigo cercano, Teodoro Petkoff, para la creación del partido Movimiento al Socialismo (MAS), además de la creación de un periódico de la misma tolda, llamado Punto, que estuvo coordinado por Pompeyo Márquez.
Asimismo, se creó una imprenta propia, de donde se publicó el libro de Gabo, Cuando era feliz e indocumentado, una selección hecha por el autor y el pintor Jacobo Borges, quien simpatizaba con la causa, de reportajes y crónicas escritas en Caracas, durante 1957 y 1959 para las revistas Venezuela Gráfica y Momento.
En su paso por Caracas, forjó lazos de amistad con intelectuales y escritores importantes de la narrativa venezolana, tales como Miguel Otero Silva, Adriano González León, Arturo Uslar Pietri y Salvador Garmendia, entre otros, con los que degustó algun plato tradicional venezolano en algún restaurante del centro, o sentado en el Gran Café de Sabana Grande.
La relación de Gabo con Venezuela era tan estrecha que para su siguiente novela idealizó la figura del dictador latinoamericano, en la imagen del expresidente Juan Vicente Gómez, un hombre que sembró el terror en la población venezolana a comienzos del siglo XX, con una dictadura que duró hasta su muerte, a los 77 años, por complicaciones de salud.
En una entrevista que le realizó su gran amigo, colega y compadre Plinio Apuleyo Mendoza, que se publicó como libro bajo el título El olor de la guayaba (1981), Gabo le confiesa que utilizó referencias de dictadores caribeños que finalmente no lograron convencerlo.
«Mi intención fue siempre la de hacer una síntesis de todos los dictadores latinoamericanos, pero en especial del Caribe. Sin embargo la personalidad de Juan Vicente Gómez era tan imponente, y además ejercía sobre mí una fascinación tan intensa que sin duda el Patriarca tiene mucho más de él que cualquier otro (…) no quiere decir, por supuesto que Gómez sea el personaje del libro, sino más bien una idealización de su imagen», destacó.
Finalmente, en 1975 se publicó su tercera novela El otoño del patriarca, y contó con una caricatura del general Juan Vicente Gómez con sus nietos, creada por el artista plástico y humorista venezolano Pedro León Zapata.
Zapata relató en una entrevista que Gabo, al visitarlo en su taller y observar el cuadro de Juan Vicente Gómez, le manifestó que era un genio y que la pintura sobre el Benemérito estaba destinada a publicarse en su siguiente novela.
Posteriormente, Gabo le pediría a Zapata otro cuadro de Gómez versionado, y esta vez le prometió al caricaturista que lo pondría en un lugar privilegiado de su casa, a la vista de todos, promesa que cumplió años después.
Posteriormente, vendrían obras literarias como Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera, Del amor y otros demonios, Noticias de un secuestro, Memorias de mis putas tristes y una variedad de cuentos, cargados de la esencia del realismo mágico, que siempre le caracterizó.
57 años después: Macondo se convierte en serie
Han transcurrido 57 años desde que se publicó Cien años de Soledad, y colocó a Gabo para siempre en un sitial de honor dentro de la literatura universal, junto a Julio Cortázar con Rayuela y Juan Rulfo con Pedro Páramo.
Ahora, los hijos del laureado Premio Nobel de Literatura, Rodrigo y Gonzalo García Barcha son los productores ejecutivos, en este nuevo proyecto que consiste en revivir la población de Macondo, desde una serie que se trasmitirá en la plataforma streaming, Netflix.
Recientemente, se lanzó en YouTube el trailer de la serie, donde la voz en off de Aureliano Babilonia, fruto de Meme y Mauricio Babilonia, lee las primeras líneas de la novela en la que el coronel Aureliano Buendía, frente al pelotón de fusilamiento, recordó la tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
La dirección está a cargo del argentino Alex García López y la colombiana Laura Mora en la producción con un elenco conformado por Jerónimo Barón, Marco González, Leonardo Soto, Susana Morales, Ella Becerra, Carlos Suárez, Moreno Borja y Santiago Vásquez.
EMMANUEL CHAPARRO RODRÍGUEZ / CIUDAD CCS