El escenario electoral

Por: Néstor Francia 

El término «escenario» le cuadra muy bien a nuestros procesos electorales, ya que en ellos abundan las máscaras, los disfraces, los libretos, el drama, la comedia, música, efectos, escenografías, utilería. En ese sentido, guardan algún parecido con el carnaval. Pero bien, eso es lo que tenemos.

Hay algunos que parecen pensar que el 28 de julio se acaba el mundo. Por supuesto que después de esa fecha quedará mucho tiempo por delante y correrá abundante agua bajo los puentes. Es notable cómo la señora Machado, emulando las manías épicas del PSUV, ha tildado estas elecciones como «históricas» (Maduro ha dicho que nosotros somos «historia viva», lo cual es cierto para todas las personas de todas las épocas, por lo tanto, se trata de una verdad de Perogrullo). En realidad, lo que es histórico no lo definimos nosotros sino el tiempo y los historiadores del futuro. En fin… ¡cada loco con su tema! Por ejemplo, la elección del Mariscal Paul von Hindenburg como presidente de Alemania en 1932 solo se convirtió en histórica porque desató una serie de acontecimientos que permitieron la llegada de Hitler al poder en 1933.

A pesar de no darle a la elección del 28 de julio una importancia más que relativa, pienso en ella, como todo el mundo (y en muchas otras cosas, algunas bastante más relevantes, al menos para mí) Así que voy a presentar mi pronóstico actual.

Lo primero que debo afirmar es que está será una elección polarizada entre los candidatos Nicolás Maduro Moros y Edmundo González Urrutia, los demás harán comparsa e influirán muy poco en el resultado: es lo que piensan casi todos con sobradas razones. Hasta Lula se refirió a Gonzáles como el candidato único de la oposición.

Los candidatos tienen sus pros y sus contras, como suele suceder. Por ejemplo, Maduro es mucho más joven y lucirá más enérgico y voluntarioso, en eso lleva ventaja. Por su parte, González luce más ponderado y conciliador, lo cual le favorece, pues la mayoría de los venezolanos está harta de la confrontación, la diatriba y los gritos. En todo caso, estas características influirán, pero no serán el factor principal. Su peso va a depender de cómo se manejen los comandos en ese sentido.

En cuanto a las maquinarias, la del PSUV está probada, aunque venida a menos. Los resultados del referéndum del Esequibo y de la Consulta Popular no fueron satisfactorios para ellos, a pesar de que los vendan como «victorias», que es exactamente lo que les corresponde hacer. Del lado de la PU, Machado ha promovido y ponderado algunas fórmulas organizativas, como loa comanditos, el plan 600K y la Gran Alianza Nacional (GANA), pero eso es sobre todo un misterio. Según testimonios que he escuchado, los comanditos existen, pero ignoro cuál será su alcance, extensión y efectividad. Aquí doy un punto al PSUV.

En las primeras de cambio, el PSUV ha tratado de usar el expediente del miedo: lo malo que puede pasar si gana la oposición. Pero elecciones como las de Chávez en 1998 y de Milei en 2023 demuestran que entre el miedo y el descontento, suele pesar más este último factor. Punto para la PU.

Ahora bien, lo decisivo será, por supuesto, la conducta de los electores. Y aquí definirá la eficiencia de la campaña. Las principales estrategias de ambos contendientes están claras y en pleno desarrollo. El PSUV tratará de inhibir el voto de los descontentos, y la PU buscará más bien estimularlo. Si la abstención es alta, habrá ventaja para Maduro. Si es baja, González llevaría las de ganar.

Vienen tres meses tensos y cualquier cosa puede pasar. Si no aparece un cisne negro o cualquier otro hecho irregular sobrevenido, habrá elecciones normales y se llevará el trofeo quien haya desarrollado mejor su estrategia. Si alguien se atreve a pronosticar ahora quién va a ganar, puede que acierte, pero hasta el 28 de julio no será más que especulación.