Caracas, 22 Oct. AVN.- Algunos lo califican como «el genio de las libertades», y a él mismo le gusta considerarse un pacifista. Su nombre es Gene Sharp y reside en Boston, Massachusetts, Estados Unidos, en un primer piso donde también funciona el Instituto Albert Einstein (Albert Einstein Institution – AEI), organización «sin fines de lucro» que fundó en 1983 para promover «la defensa de la libertad y la democracia y la reducción de la violencia política mediante el uso de acciones no violentas». Su página web:www.aeinstein.org se reproduce en 40 idiomas.
No es una vivienda cualquiera, ni un instituto común. Allí, en ese primer piso, se genera un complejo entramado de hilos virtuales que conectan con muy diversos conflictos en todo el mundo y sobre todo con aquellos que surgen «espontáneamente» contra gobiernos que no se someten a los intereses de Estados Unidos y sus aliados. En esa suerte de sala de mando o central de inteligencia se han tejido buena parte de las llamadas revoluciones de color (naranja, rosa, etc.) o de las así denominadas «primaveras árabes», que actualmente tienen su más conspicua expresión en Siria y Egipto. Mano derecha de Sharp en tales labores es Jamila Raqib, directora ejecutiva del AEI.
Estadounidense, nacido el 21 de enero de 1928 en Baltimore, Ohio, Sharp es reconocido como el precursor de teorías y estrategias conspirativas «no violentas» que, sin demasiado cuidado por el pacifismo, se utilizan para deponer gobiernos y sistemas políticos legítimamente constituidos.
Licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad de Ohio (1949), donde también obtuvo un máster en Sociología (1951) y en 1968 se doctoró en Oxford como filósofo en Teoría Política.
Para formular sus teorías, dice, se basó en los postulados de Henry David Thoreau y Mahatma Gandhi, adalides de la desobediencia civil, para quienes la obediencia y la desobediencia eran asunto moral, religioso, por encima de lo político. No obstante, define sus propios planteamientos como métodos que de manera progresiva enseñan «cómo tomar el poder político y negárselo a otros». Y en eso consiste su trabajo.
«Me llamo Gene Sharp y éste es mi trabajo»: así comienza el documental How to Start a Revolution (Cómo empezar una revolución), que en 2011 dirigió el escocés Ruaridh Arrow y produjo la británica Lion Television, en asociación con Big Indy Production, y donde se expone de manera estructural el papel de este personaje y su instituto en procesos de desestabilización de gobiernos democráticos en diversos países del mundo.
Salto a la fama
Las teorías de Sharp se hicieron famosas como resultado del éxito que en su aplicación alcanzara, en Serbia, una oscura organización de estudiantes de derecha: Otpor (Resistencia). Fundado en Belgrado el 10 de octubre de 1998, este grupo, resueltamente apoyado por corporaciones mediáticas nacionales y globales, desempeñó un importante papel en la desestabilización de su país hasta llegar, en el curso de dos años, al derrocamiento del gobierno de Slobodan Milósevic y la supresión del sistema político entonces imperante.
Pero la creación de Otpor no parece espontánea. Aunque, a fin de promoverlo como ejemplo, el poder mediático ha procurado mostrar que este grupo se fortaleció poco a poco y de manera natural a través de la lucha estudiantil, la realidad apunta otros datos. Ya en 2002 The New York Times revelaba que la agrupación recibió instrucciones directamente de Robert «Bob» Helvey, un coronel retirado del ejército estadounidense que participó en la guerra de Vietnam y, casualmente, uno de los brazos operativos del AEI para promover la desestabilización «no violenta».
En esa condición, Helvey, es el hombre del AEI «en el terreno», el encargado de trasladarse hasta el país donde han de aplicarse los métodos de Sharp para desestabilizar gobiernos, a los que ineludiblemente se cataloga como «regímenes» o «dictaduras», sin importar que hayan sido elegidos democráticamente.
En el caso de Serbia, Bob Helvey estableció su base en Budapest, Hungría, y de allí se trasladó a Belgrado para encontrarse con Srdja Popovic, fundador de Otpor. En el documental Cómo empezar una Revolución, explica vagamente cómo intervino en el conflicto serbio. «Fui a Budapest a petición del Instituto Nacional Republicano (de EEUU), que estaba prestando apoyo al movimiento de oposición serbio, y una parte en particular de ese movimiento de oposición era Otpor».
Popovic, por su parte, da sus impresiones acerca de aquel encuentro. «Como coronel retirado tiene un enfoque muy militar (…) Cuando nos dio la política de acción no violenta de Gene Sharp, me quedé maravillado y un poco avergonzado por no conocer un libro así, a pesar de que había una traducción al serbio».
No era la primera vez que Helvey actuaba directamente para conspirar contra un gobierno. Sus destrezas se habían curtido años antes en la República Socialista de Birmania, actual Myanmar. En su propia versión, admite que trabajó en ese país asiático, como agregado militar de la embajada estadounidense, entre 1983 y 1985, y que posteriormente recibió una beca del Ejército para estudiar en Harvard. Allí conoció a Sharp, cuyas teorías pondría en práctica al participar directamente en el derrocamiento del peculiar experimento socialista que allí se gestaba desde 1974.
Sharp, Helvey… & CIA
En 2005, el presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace, el periodista francés Thierry Meyssan, publicó un trabajo de investigación titulado Golpes de Estado con suavidad y disimulo – Albert Einstein Institution: no violencia según la CIA. En esas páginas pone en evidencia los nexos de Sharp y Helvey con la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y su labor conjunta en la propagación de conspiraciones y la desestabilización de gobiernos no aliados a EEUU.
Explica Meyssan cómo, desde hace años, la CIA utiliza preferentemente los «métodos de no violencia» para derrocar gobiernos, a fin de evitar el repudio a la injerencia estadounidense y lograr, en cambio, simpatías y aprobación para los movimientos conspirativos.
El AEI le sirve desde 1989 como vitrina ideológica para promover las ideas de Sharp, validando así un arma política que fabrica golpes de Estado «blandos» como los ocurridos en Lituania, Serbia, Ucrania o como el fracasado en Venezuela en abril de 2002.
«La desobediencia civil puede ser considerada entonces como una técnica de acción política, incluso militar», comenta Meyssan. Y agrega que, revestida esa técnica de un supuesto «carácter moral» que permea el uso de las «acciones no violentas» (admitidas como «buenas en sí mismas y asimiladas por la democracia»), le da «un aspecto presentable a acciones secretas intrínsecamente antidemocráticas».
Precisa el escritor francés que es en 1989 cuando se produce el despegue del AEI, plataforma que Sharp utiliza para conformar movimientos anticomunistas. En ese origen aparece involucrado un grupo de agentes secretos antipalestinos que eran formados en la embajada de Estados Unidos en Tel Aviv, Israel, donde mantenían contacto con el coronel Reuven Gal, director entonces de Acción Psicológica en las fuerzas armadas israelíes.
Fue la CIA, al percatarse del potencial del AEI para la conspiración camuflada con la bandera del pacifismo, la que puso en contacto a su director, Gene Sharp, con Bob Helvey, «un especialista en acción clandestina y quien en ese momento era encargado de la Escuela de Formación de Agregados Militares de Embajadas».
El de Birmania fue el primer «trabajo» de esa alianza, facilitado por el conocimiento personal que tenía Helvey de todos los protagonistas birmanos. A partir de allí surge también la doble táctica, en ocasiones simultáneas, de crear dos tipos o bandos de opositores: los «malos», armados y financiados por Washington; y los «buenos», que luchan con las tácticas no violentas de Sharp.
Desde entonces, dice Meyssan, la presencia de Sharp y Helvey, junto con Bruce Jenkins (asistente del primero) y el coronel Reuven Gal, es común allí donde «se encuentran en juego» los intereses estadounidenses.
Así, por ejemplo, Sharp y Jenkins estuvieron en Pekín en 1989, unas dos semanas antes de los célebres sucesos de Tiananmen, que el Gobierno chino denunciara como conspiración auspiciada desde el extranjero. Y un año después, en febrero de 1990, el AEI organizaba una conferencia sobre «sanciones no violentas», que reunió a 185 especialistas de 16 países en torno a los coroneles Robert Helvey y Reuven Gal y dio lugar a la creación de una plataforma internacional anticomunista en apoyo a sus teorías y maquinarias.
La expansión europea de EEUU
La creación de esa plataforma internacional coincidió con los preámbulos del proceso que llevaría al desmembramiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y al AEI se le adjudicaron tareas específicas para lograr el control estadounidense sobre el este de Europa. En 1991 estaba Sharp instalado en territorio de la URSS para apoyar en Lituania al movimiento separatista Sajudis, al que asesoraba desde su creación, en 1988.
Como lo destaca el periodista Thierry Meyssan, un año después, en junio de 1992, el entonces ministro de Defensa de Lituania, Audrius Butkevicius, organizaba un significativo y revelador homenaje «a la acción decisiva del Instituto Albert Einstein durante el proceso de independencia de los países bálticos».
Es en ese mismo marco que se inscriben las guerras de los Balcanes, atizadas por la crisis económica de EEUU, y en particular la operación serbia de 1998. Y mientras el coronel Robert Helvey dictaba cursos a los miembros de Otpor en el hotel Hilton de Budapest, en Serbia «el encargado de dirigir localmente la operación era el agente Paul B. McCarthy, discretamente instalado en el hotel Moskva de Belgrado hasta que Milosevic dimite en octubre de 2000», explica Meyssan.
Como representante de la estadounidense National Endowment for Democracy (NED, Fundación Nacional para la Democracia), McCarthy se encargaba asimismo de financiar directamente las labores conspirativas de Sharp, Helvey y el AEI en Serbia.
En septiembre de 2002, según el recuento de Meyssan, el escenario es La Haya, Holanda. Allí se ha trasladado Gene Sharp para adiestrar a los miembros del Consejo Nacional Iraquí, cuyo regreso a Irak es parte de los planes para justificar la invasión estadounidense de ese país, como en efecto ocurrirá en 2003.
Tres años más tarde, en 2006, Hussein fue ejecutado en la horca, EEUU contaba con un gobierno sumiso en Irak, y la producción petrolera del país estaba bajo la vigilancia de la Casa Blanca. En 2013, la invasión se mantiene y contabiliza, en cifras conservadoras, más de un millón de muertos.
La presencia del AEI también ha sido notoria en Georgia, Bielorrusia, Zimbabwe, Ucrania, Kirguistán, Irán, Rusia, Siria, Egipto y una larga lista de países, a la que se agregó en la última década Venezuela, una «amenaza» que, por impulsar el socialismo, se contrapone a los intereses de Washington.