El pueblo colombiano defiende su victoria

Por LUCERO MARTÍNEZ KASAB*

El 9 de mayo de 1945 la Alemania Nazi firmó su rendición incondicional ante la Unión Soviética dando paso al fin de la Segunda Guerra Mundial. Una cámara con imágenes en blanco y negro nos muestra desde la altura de un pájaro los últimos minutos de la escalada de un soldado ruso sobre el Reichstag alemán clavando sobre sus ruinas la famosa bandera de la hoz y el martillo de la Unión Soviética. La cámara se detiene en el ángulo preciso en que convirtió la foto tomada por Yevgueni Jaldei en una de las más famosas del mundo. Saber que fue una guerra que dejó más de cincuenta millones de víctimas en balde, así, dicho tan prosaicamente, porque el sacrificio de sus vidas no preparó realmente al mundo para el nunca jamás de otro genocidio.

El Siglo XXI está repitiendo la barbarie del XX, lo hace Israel contra Palestina. Como lo dijera el pensador mexicano, Luis Arismendi, los alemanes sabían lo que Hitler estaba haciendo con los judíos, hoy, todos sabemos lo que el sionismo hace con los bebés, niños, niñas, mujeres y hombres en Gaza quemándolos vivos, despedazándolos, masacrándolos para sacarlos de sus tierras. Todos los jóvenes del mundo incluso allá, en el centro de la depravación, los Estados Unidos, se levantan en contra de Israel.

En Colombia, hoy, todos sabemos lo que un expresidente a la cabeza de su partido político hizo con el pueblo: lo esclavizó, lo humilló, vilipendió, asesinó, masacró, desapareció. Ha sido un líder despiadado que fue tomado como ejemplo por otros para darle continuidad a ese modo de ejercer el poder: la sumisión de la población desde la ley de los sueldos, pensiones, arriendos, educación, salud, etc.; desde todas las instituciones el Ejército, la Policía, la Fiscalía hasta conducirlo a la asfixia como llegamos con el gobierno de Iván Duque. Cuando un ser se asfixia patalea, golpea, aruña, muerde…, se defiende, porque la vida es el único bien que el humano carga consigo mismo, es lo que tiene al nacer, la vida, y por ella luchará lo que tenga que luchar como lucha el pueblo colombiano. 

Una condición humana, la capacidad de pensar, nos puede llevar a la más alta de las reflexiones para organizar el Estado en beneficio de la gente como lo hicieron los Incas del Perú, pero es una característica tan delicada que puede ser usada por un político maquiavélico para que el pueblo se haga daño a sí mismo, como ha hecho la élite colombiana desde que somos república haciéndonos creer que la miseria salarial, la inexistencia de acueductos, las condiciones mezquinas para la educación pública, la inalcanzable compra de una vivienda decente es lo que nos merecemos los colombianos gracias al, supuesto, esfuerzo enorme de los dirigentes, a quienes debemos agradecer no estar mucho peor. Entonces, seguimos votando por ellos y cuando alguien nos avisa que esos políticos de siempre nos engañan en vez de prestar los oídos a esas alertas nos negamos a la verdad y los defendemos, ahí, se concreta el dominio de la oligarquía sobre nuestra manera de razonar. Esa flor y nata de nuestra dirigencia se aseguró desde siempre que el pueblo se colocara del lado de las instituciones así esta se lo comiera vivo. Llenó de espanto a la palabra revolución haciéndole creer que los revolucionarios le quitarían el pan de la mano, cuando a la vez le ocultaban todo el horizonte sembrado de trigo. La extinta Unión Soviética carga una gran culpa por este miedo hacia la palabra revolución porque, también se volvió un grupo opresor. Ningún partido está exento de caer en el despotismo porque, a cualquiera puede llegar un individuo codicioso, egoísta, cruel a hundir a su país en la guerra.

Entonces, ¿cómo hace el pueblo para saber quién es un buen líder? Fijándose en aquél o aquella que haga suyo sus sentires, los del pueblo. Que tenga como principios éticos la defensa de la vida en comunidad, el consenso alrededor de propuestas realizables y, que de base no gobierne mandando, sino que mande obedeciendo al pueblo, como sabiamente lo promueve el Ejército Zapatista de Liberación Nacional de México.

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, fue elegido en democracia por la mayoría de los colombianos, es un presidente legítimo que hoy la oposición quiere derrocarlo porque gobierna obedeciendo el clamor de un pueblo asfixiado, al que le está devolviendo la vida con las reformas. Lo quiere derrocar porque está enseñando al pueblo a pensar de otra manera: que se merece vivir plenamente, sin las limosnas de los gobernantes de siempre. Lo quiere derrocar porque dice con valentía lo que todos quisiéramos decir como lo hizo en Cali el presidente de la república hoy tiene que decir que el terrorista no fue la juventud, que el terrorista fue el Estado de Colombia y particularmente, el gobierno de entonces, sí señor Duque, los sesenta asesinados en Cali por usted no fueron terroristas, el terrorista fue usted, expresidente Duque… La oposición quiere tener al pueblo moribundo, irreflexivo, acobardado para seguir explotándolo a todas sus anchas.

En estos casi dos años que lleva el presidente Petro ha ido devolviéndole a la palabra revolución su credibilidad perdida porque, desde la Constitución le está dando un vuelco a la política en Colombia desenmascarando a los líderes de la oligarquía,  facinerosos y facinerosas quienes, agazapados, detrás de sus trajes ejecutivos bombardearon a los niños, asesinaron a los jóvenes que protestaban, desangran a los trabajadores, estrangulan los ríos, destruyen los humedales, se roban el petróleo; verdaderos depredadores de todo lo viviente en el país amparados en la oficialidad del Estado, creado, precisamente, para proteger la vida.

Durante las manifestaciones en las calles se ve a un pueblo que está pasando del miedo generado por un expresidente intimidatorio a la felicidad de tener a Gustavo Petro, quien ejerce el poder político como servicio y no como dominación, eso es revolución. Quien está enseñando a pensar de otra manera la política, el gobierno, la economía, la educación, la salud, la historia, la geografía…, eso es revolución. Por eso cada vez más el pueblo lo quiere, lo protege y celebra la victoria del 2022 porque, le está permitiendo llevar oxígeno a sus venas. El pueblo ya ha incorporado otra manera de pensar, ya sabe que hay que detener a tiempo la barbarie para no llegar a la cifra de millones de muertes como llegó la URSS en 1945. Está dispuesto con toda su capacidad de lucha a no dejarse asfixiar otra vez después de respirar este aire nuevo, limpio y fresco como es el gobierno de Gustavo Petro, una victoria de la vida. 

luceromartinezkasab@gmail.com

Llego hasta donde ustedes quieran, queremos la verdad, presidente

18 MAYO, 2024

Por LUCERO MARTÍNEZ KASAB*