AURA DÍAZ SUÁREZ, CUANDO SE APRENDE A DOMINAR EL MIEDO

«Mujer, espiga abierta entre pañales, cadena de eslabones ancestrales. Ovario fuerte di lo que vales. La vida empieza donde todos son iguales.» Gloria Martín.
Muchacha venezolana, sensibilidad femenina, solidaria con la causa que enarbolaba la lucha contra la injusticia, Aura Díaz Suarez nació en Puerto Cabello en 1935. Hija de Jesús Alberto Díaz Guanipa y de Aura Suárez de Díaz. Unida a Alirio Chirinos, designado en 1962 como parte del Frente Sur del Frente José Leonardo Chirinos, a operar en las montañas de Santa Cruz de Bucaral e integrado por Domingo Urbina, Julio Chirinos, Gilberto Valera Mora, Baudilio Loyo y otros (Bravo en Peña, 1978: 89; Rossell, 2008: 160-163; Mariño Suzzarini en Rossell, 2008: 309).
En las urgencias de aquellos días, pronto se vio compelida a actuar en tareas de asistencia de los insurrectos, haciendo parte del correaje o retaguardia del Frente José Leonardo Chirinos. De pronto, un día estaba encargada de coordinar y buscar insumos para el mantenimiento de la guerrilla: alimentos, medicinas, ropa…
Es abogada por la Universidad de Los Andes y madre de Raúl Enrique y Patricia. En 2014 expresó a Irma Vezga y Lizmari Contreras del Seminario La Lucha Armada 1960-1970 de la Escuela de Historia ULA y para su trabajo de tesis titulado Mujer en Revolución. La presencia femenina en la Lucha Armada en Venezuela que:
«Mi incorporación a la lucha armada, en mi caso personal, no fue una actividad que se me asignara. No se dio en las características de integración política, sino en situaciones y circunstancias de un guerrillero herido o enfermo; buscar concha a un perseguido, buscar concha para guardar un multígrafo; de esconder armas que no podían continuar en el mismo lugar donde habían permanecido; o de trasladar armas, alimentos, medicamentos al Frente Guerrillero José Leonardo Chirinos, que se había constituido en la sierra de Falcón. No existía una organización de la retaguardia, no conocíamos quienes eran los encargados de tales actividades.»
Mucho anecdotario existe sobre el proceso violento o insurrección de izquierda de los años sesenta en Venezuela y Falcón. Los testimonios son de nunca acabar. Sin embargo, a medio siglo de aquellos hechos y con importantes contribuciones sobre el particular, sigue haciendo falta el trabajo del historiador, el rescate y análisis de un conflicto que marcó a toda una generación. Más allá de afiebramientos, fanatismos y reacciones de la hora.
El conflicto ha quedado sumido en pugnas interpretativas y valoraciones de los bandos. Por parte de los comprometidos en la insurrección, la idealización de la Lucha Armada borra la anarquía, desorganización, voluntarismo. Si hubo convicción, también incoherencia y desorganización. Cuenta Aura Díaz Suárez:
«No se había conformado, ni instalado, ni planificado, la necesidad de una organización a nivel nacional, que cubriera organizativamente, en forma permanente, la retaguardia de los frentes guerrilleros. Dichas actividades en esas circunstancias se imponían individualmente como una obligación. No podía negarse la ayuda a quien tuviera ese tipo de problemas. Me fui involucrando hasta llegar a formar parte de la retaguardia y la logística, que precariamente se fue organizando poco a poco, para satisfacer necesidades de los guerrilleros, campesinos y militantes…»
Aquel trabajo de riesgos y compromisos se asumió como deber ético y político. No había postulados de igualdad femenina, ni banderas de género, eran los inicios de los sesenta y esos principios cobrarían fuerza más adelante. Madres, hermanas, esposas, novias, compañeras, asumían la tarea como una responsabilidad con el cambio de estructuras en el cual ellas también creían. Una sociedad más justa, armoniosa, equitativa y equilibrada. Sin embargo, tal como cuenta Aura Díaz Suárez:
«No hubo ninguna clase de inducción sobre el trabajo que debía realizar y sobre los peligros a los que estaría expuesta, no se me garantizó ninguna medida de seguridad. Fui adquiriendo experiencia y tomando medidas de seguridad mínimas. Debía medir lo que decía, lo que hacía ante los extraños, no suministrar información personal a nadie, incluso con los que trabajábamos en las mismas tareas. Aprendí a contrastar la información que obtenía de personas amigas o del enemigo, estuve en conocimiento de reuniones, citas, traslados, que debía trasmitir y algunas veces organizar o ayudar a trasladar a los combatientes, armas, comestibles. Fui adquiriendo una nueva forma de ser, de pensar, de actuar.»
«Siempre había la necesidad de protegernos, para garantizar la vida de las personas, la estabilidad de las estafetas, de los pocos bienes que se tenían. Mantener la sangre fría y dominar el miedo ante los imprevistos, fue lo más difícil y duro. Para protegernos y guarecernos del peligro, teníamos que acudir a miembros de nuestros grupos familiares, algunos ni siquiera remotamente conocían en que estábamos por lo que fueron víctimas de las persecuciones, detenciones, torturas y prisiones, siendo personas ajenas a todo ese proceso.»
La Historia rechaza las simplificaciones, se empeña en comprender, en penetrar el sentido profundo de los procesos vividos. Reconstruir el hecho no es solo añadir datos, es pensar la historia como proceso y como problema. Otra cosa hacen los que pretenden instrumentar la Historia para agendas del presente, reafirmarse y obtener prebendas de gobierno u oposición. Manipular, vender libros, situarse en los espacios promocionales de unos o de otros. No ese ese nuestro caso.
Aura Díaz Suárez creyó en aquella Revolución, en proclamas libertarias de pueblo unido y de justicia social. En el niño que alcanza una estrella, en la muchachita que sacia su hambre de pan y de justicia. En el amor sin lágrimas del poema de Otero Silva.
«Fui detenida en dos oportunidades y en la última fui a parar al San Carlos, después de sufrir las bajezas de las que otros seres humanos son capaces de hacer en cambote y con una persona indefensa; me siguieron juicio militar y en ese preciso momento no estaba involucrada con ninguno de los detenidos, ni en los hechos que les imputaban, por lo que no permanecí mucho tiempo en prisión. Estando presa, pude observar los manejos y las orientaciones que enviaban los dirigentes presos a los dirigentes en armas, a los guerrilleros, mientras que estaban realizando actividades y negociaciones para su excarcelación y para la entrega del proceso revolucionario. Fue una dirección que a la primera dificultad que se les presentó claudicaron sin vergüenza alguna y sin establecer bases para la desmovilización, para el desarme y para la integración social de los jóvenes que habían enviado a las guerrillas.»
El compromiso militante con la izquierda tuvo en la «guerra de baja intensidad», «guerra irregular» o «guerra de guerrillas» la respuesta de la represión a los hogares y el sufrimiento de las familias. Eso, que está presente en toda guerra.
En el San Carlos compartió Aura con Epifanía Sánchez, Mónica Venegas, Nancy Zambrano y tantas otras. Aura Díaz Suárez no pretende reconocimientos de heroísmo en su andar sereno, en su tranquilidad de patio de flores. No es de aquellas que hablan de callos por fusiles en el cuadril o de mamas arrugadas por la tortura. Ella es una mujer cabal, de principios y dignidad. No de aspavientos y vocinglería. Cumplió con su ser y con su sensibilidad. Como Angela, Manuela, Serafina, Ruperta, Estefanía, Bárbara, María Caridad, Rosa Elena, Olga, Argelia, Lídice, Esther, Teresa…
Isaac López
Junio de 2024.