8 JULIO, 2024
En la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela siempre se nos hablaba de los grandes referentes periodísticos: Truman Capote, Kapuściński, John Reed, Jon Lee Anderson, Gabriel García Márquez.
Como ven, no abundaban las figuras femeninas. De hecho, fueron pocas. Una de ellas era tan grandiosa que ni queriendo hubiesen podido ocultarla.
Me refiero a Oriana Fallaci, “la reportera insolente” que revolucionó el modo de ejercer y nos invitó a “colocarnos frente al poder, jamás a su lado”.
De Oriana leí muchas cosas, empezando, por supuesto, por el célebre ‘Entrevista con la historia’ un testimonio de casi 30 personajes políticos de la historia contemporánea.
Esta semana la recordé porque vi que Paramount hará una serie titulada ‘Miss Fallaci’ para contar sus años de juventud, es decir, antes de convertirse en una de las escritoras más reconocidas del mundo.
Oriana era hija de un albañil y de una ama de casa convertida en sirvienta por parte de su suegra. Él, un activo partisano antifascista, que denunciaba las injusticias del mundo pero no transformaba las de su propio hogar, definió su visión política del mundo.
De hecho, cuando Oriana tenía apenas 13 años él la unió al movimiento clandestino de la resistencia para enfrentar la ocupación nazi. La misión de la niña consistía en transportar municiones, correspondencia y prensa clandestina a bordo de su pequeña bicicleta.
Su madre, en cambio, la alentaba a ser constante en la escuela para que no tuviese que padecer el mismo infierno doméstico que ella vivió. Su hija le prestó atención y empezó a estudiar medicina, carrera que abandonó para dedicarse a lo que realmente la apasionaba: el periodismo.
Empezó a trabajar para el Mattino dell’Italia centrale, pero la despidieron cuando se negó a escribir una semblanza del secretario general del Partido Comunista Italiano, Palmiro Togliatti.
Entonces, se fue a EE.UU., donde se vio obligada a escribir sobre famosos. Pero, su mente estaba tan politizada y su pluma era tan buena que esa experiencia se convirtió en su primer libro: ‘Los siete pecados capitales de Hollywood’, el cual contó con un prólogo de Orson Welles.
A este libro le siguieron once más. En total, vendió veinte millones de ejemplares en todo el mundo.
Sin embargo, esta columna pretende hablar de la Oriana que sobrevivió y escribió sobre los conflictos en Vietnam, India, Pakistán, Oriente Medio y Latinoamérica, donde incluso recibió tres disparos del ejército mexicano durante la masacre de Tlatelolco, pero… cayó rendida ante “el amor”.
Oriana se enamoró varias veces. Primero, de Alfredo Pierotti, un periodista que estaba casadísimo.
Después, sostuvo una relación clandestina con un astronauta.
Luego, conoció al corresponsal, Francois Pelou, casado y con hijos, aún así, tuvieron un intenso amorío, hasta que ella se cansó y lo abandonó… no sin antes enviarle a su esposa todas las cartas que él le escribió durante diez años de relación.
En esos años y de esas relaciones, Oriana salió embarazada varias veces, pero siempre perdió a los bebés de forma natural.
Un día, mientras disfrutaba la cima del éxito gracias a su libro ‘Nada y así sea’ una suerte de reportaje/diario sobre la guerra de Vietnam, país al que viajó doce veces en siete años para documentar qué ocurría, conoció al “amor de su vida”.
Se trató del mártir de la resistencia griega, Alexandros Panagoulis, mejor conocido como ‘Alekos’, quien estaba preso por su intento frustrado de asesinar al dictador Georgios Papadopoulos.
Sus caminos se unieron a mediados de 1973 cuando la restauración de la democracia en Grecia le concedió una amnistía. Entonces, ella viajó hasta Atenas para entrevistarlo y conocer todas las formas en que fue cruelmente torturado hasta la locura.
En el encuentro, él le contó cómo sobrevivió durante 5 años en una diminuta celda en la que no podía ni caminar más de cinco pasos y donde jamás tuvo contacto con nadie.
Desde el primer minuto, Oriana, quien era diez años mayor que Alekos, se sintió perdida de amor. A él, al parecer, le pasó lo mismo. Tras despedirse, ella le envió una carta:
“Cuando, como tú, se ha aprendido a medir el tiempo sin tiempo, 24 horas pueden ser suficientes para comprender y una hora puede ser suficiente para darnos la mano sin sospechas de burla. Soy una mujer que trabaja y tiene una vida muy dura. No siempre puedo hacer lo que quiero, ir donde quiero. Siempre hay un viento que me arrastra del lugar donde me gusta estar, como ciertos pájaros obligados a emigrar constantemente, pero, si me lo permites, si quieres, prometo desviar el viento en tu dirección”.
De esta forma, se inició una relación que Oriana describió luego como “un rio de angustias, peligros, locuras y neurosis”.
Por Alakos, Oriana dejó de viajar y cubrir acontecimientos importantes.
Abandonó sus sueños para concretar los de él, incluyendo conocer el destino de su hermano desaparecido y hacer justicia por lo ocurrido durante la dictadura griega.
Durante cuatro años, Oriana vivió una relación de sumisión, en la que cuidaba y mantenía a un inestable Alekos, le perdonaba sus “cambios de humor”, lo alentaba a escribir, permitía sus episodios de infidelidad, alcoholismo y violencia física.
El peor capitulo fue cuando Alekos la golpeó en el vientre sin saber que ella estaba embarazada, lo cual hizo que sufriese otro aborto. De estas vivencias, nació el desgarrador libro ‘Carta a un niño que nunca nació’.
Tras eso, Oriana intentó alejarse para recobrar la calma. Nunca lo logró.
Permaneció al lado de Alekos hasta el 1 de mayo de 1976, cuando un extraño accidente automovilístico acabó con su vida.
Oriana siempre sostuvo que se trató de un crimen de Estado pues él estaba a punto de hacer públicos los papeles secretos de la policía militar griega.
Tres años después, ella publicó ‘Un hombre’, libro donde cuenta su relación con la persona que le había hecho conocer el cielo y el infierno en la tierra:
“Lo amaba hasta el extremo de que no podía soportar la idea de herirlo incluso si me hería, de traicionarlo incluso si me traicionaba; y al amarlo amaba sus defectos, sus errores, sus mentiras, sus fealdades y miserias, sus vulgaridades y contradicciones”.
Suena bello ¿verdad? Pero no lo es.
Oriana escapó del destino de esclavitud domestica de su madre, pero igual cayó al lado de un mártir que estaba demasiado malogrado para convertirse en héroe.
O, tal vez, como dice la canción, todos somos héroes y villanos.
Por: Jessica Dos Santos
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