David Nieves: «Jorge Rodríguez (padre) no tenía ni la menor idea de donde estaba Niehous»

JORGE RODRÍGUEZ, (PADRE)

Credito: Archivo

25-07-16.-En entrevista exclusiva con La Iguana.TV, uno los dirigentes de la Organización de Revolucionarios, ala clandestina de la Liga Socialista, rememoró el asesinato de Jorge Rodríguez, del que hoy se cumplen 40 años. “Fue algo bestial, que rayó en el sadismo”, dijo.

Nieves (Caracas, 1940) admitió que durante mucho tiempo perdió la esperanza de avanzar hacia la Revolución, sin embargo, hoy, cuatro décadas después de los sucesos de 1976 y del intenso proceso bolivariano, es un hombre optimista, convencido de que el pueblo vencerá en la guerra no convencional desplegada por las fuerzas nacionales y globales de la derecha.

A continuación, el diálogo completo con el periodista Clodovaldo Hernández:

-Pongamos en contexto esa época: ¿quién era David Nieves, cómo se incorporó a la Liga Socialista y quién era Jorge Rodríguez?

-En las luchas revolucionarias uno establece un saldo de cada acción política. Si desarrollas una táctica, eso debe culminar en un resultado en el campo de la organización, en algo que quede. Fue así como surgió la Liga Socialista. Ese partido fue el saldo de una táctica que pusimos en marcha los que veníamos de la lucha armada del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), la táctica del voto nulo. Nosotros nos dimos cuenta de que era un error llamar al pueblo a que se abstuviera, a que no votara, en un momento en el cual todo el mundo votaba. No tenía sentido, era una torpeza. Concluimos en que debíamos llamar al pueblo a tomar, el día de las votaciones, una acción distinta a la abstención y por eso lo convocamos a votar nulo. Eso tuvo mucha pegada en el seno del pueblo, incluso hasta el maestro Billo lanzó una canción sobre la tecla nula. Logramos organizar muchos comités de promoción del voto nulo en toda Venezuela.

-¿Eso fue para las elecciones de 1973?

-Sí, exactamente. Pero después de las elecciones ya no tenía sentido hablar de voto nulo, había que dar otro paso para los cinco años sin elecciones. Lo que hicimos fue convertir esos votos nulos en un partido que se llamó la Liga Socialista. Al mismo tiempo, muchos de los que estábamos en ese proyecto seguíamos nadando en el mundo de la subversión, no habíamos asimilado del todo la derrota que nos había dado la derecha. Creíamos que había que tener dos modelos de organización: una clandestina, que se llamó la Organización de Revolucionarios, OR, y un movimiento legal que era la Liga Socialista. Yo tenía mis vínculos con la OR, y Jorge Rodríguez era el secretario general de la Liga Socialista. Ya nosotros nos habíamos conocido, en los tiempos del MIR y en la Universidad Central, aunque yo no era universitario. Jorge era el delegado estudiantil ante el Consejo Universitario y un dirigente político muy querido. En tiempos de la OR y la Liga fraguó nuestra relación, establecimos una amistad muy bonita.

-¿Cómo surge en ese contexto la idea de acciones como la que se ejecutaron con el estadounidense William Niehous?

-Esa es la pregunta de las 64 mil lochas…. Esa vaina no se la dije yo a (Henry) López Sisco, ni que me matara a coñazos, y por lo tanto no te lo voy a decir a ti, con un grabadorcito y tomando café (risas). Yo no tuve nada que ver con la captura del señor Niehous, pero el tiempo en la prisión y cosas que luego han sido incluso escritas por alguna gente, me permiten tener alguna información. Primero que nada, puedo decir que la Owens-Illinois es una transnacional del vidrio que operaba en Venezuela, con una instalación importante en Trujillo, cerca de unas minas de sílice muy grandes, y una planta en Carabobo. Personas que trabajaban en esa empresa señalaban los vínculos que tenían los directivos de esa empresa con la Agencia Central de Inteligencia. Fue así como se montó la operación de la captura de Niehous. En principio, la única condición para ponerlo en libertad era la publicación de varios remitidos en grandes medios extranjeros como Corriere della Sera, New York Times, un diario de Inglaterra. Esa condición se planteó y se cumplió. Para quienes ejecutaron esa acción nunca estuvo planteado cobrar rescate económico por ese señor. Era un secuestro con objetivos políticos que debía llevar a la denuncia internacional de la corrupción del sistema político venezolano y también de los vínculos entre esos altos directivos de empresas norteamericanas y los aparatos de inteligencia de Estados Unidos.

-¿Aparte de Niehous, había otros ejecutivos que tuvieran nexos con la CIA?

-Sí, varios más, entre ellos uno llamado Terence Canavan, quien era el más activo policialmente, por sus ademanes, su manera de ser. No ocultaba su condición de policía.

-Si ya habían logrado los objetivos de difusión internacional y no se pretendía cobrar rescate, ¿por qué Niehous no fue puesto en libertad?

-Porque ocurrió el asesinato de Jorge Rodríguez, lo que trajo como consecuencia que los guerrilleros que lo tenían cautivo, en represalia, decidieron mantenerlo así todo el tiempo que fuera posible. Nunca se planteó la posibilidad de ejecutarlo, pues ellos decían que no eran asesinos, que los criminales estaban del otro lado, de la parte el gobierno, los que habían asesinado a Jorge. Los secuestradores no eran de la misma calaña que los criminales del gobierno y, en consecuencia, se mantuvo con vida al señor Niehous.

-Cuando el gobierno mata a Jorge Rodríguez, ¿fue un exceso que cometieron algunos funcionarios o una decisión clara, destinada a imponer un escarmiento? ¿Qué cree usted, cuarenta años después?

-No creo que haya sido que “se les fue la mano” porque Jorge Rodríguez era para todos nosotros y para mucha gente en el país, un cuadro que despuntaba, que se iba perdiendo de vista y lo demostraba cada vez que hablaba en público. El imperio, y particularmente la CIA, son muy acuciosos para detectar cuando un dirigente político muestra garra y posibilidades de llegar lejos. A Jorge era muy difícil hacerlo preso porque era miembro del Consejo Universitario, y por el prestigio que tenía en la universidad. Tenían que aprovechar esta oportunidad para sacarlo del paso. Es así como a Jorge lo detienen saliendo de la casa de la Liga Socialista en el barrio El Caribe, de Catia. Y desde el mismo momento que a Jorge lo agarraron, comenzaron a torturarlo. A nadie en un cuerpo policial lo torturan sin una orden de un jefe. Un policía cualquiera, un agente, no puede accionar a motu proprio sobre un detenido, tienen que haberlo mandado a que lo haga. Además, los torturadores saben muy bien qué tipo de torturas van a hacer. Por ejemplo, darle golpes al detenido con periódicos mojados, pues eso no deja hematoma; antes de torturar a alguien con electricidad, le ponen al torturado un papel, un trapo, cosas que evitan que se le vea una quemadura. O, simplemente, te ponen una bolsa en la cabeza, te la aprietan con una liguita en el cuello y te dicen: “Cuando quieras hablar, le das una pataditas a esta pared que yo estoy del lado de allá”, y, claro, eso te sofoca, te desespera, y el que no está dispuesto a jugársela, habla… Es decir, que las torturas tienen cierto grado de sofisticación, en cambio estos señores que mataron a Jorge Rodríguez no tuvieron el menor cuidado en no dejar huella. A Jorge, simplemente, se lo llevaron a las afueras de la ciudad, unos dicen que a El Junquito, otros que a la Panamericana, otros que a La Mariposa, y le dieron patadas, golpes, batazos, lo maltrataron de tal manera que era inocultable. Incluso, hay un hecho que no se ha comentado nunca: Agustín Calzadilla, quien fue uno de los primeros en ver el cadáver, se quedó asombrado al saber que cerca de la entrada de la uretra y en el recto encontraron electrodos. Lo de Jorge Rodríguez fue algo bestial. Las torturas que le aplicaron rayaron más en el sadismo que en la intención de obtener una información.

-¿Entonces sí hubo la intención de dejar claro hasta dónde estaban dispuestos a llegar?

-Sí, y de sacar a Jorge del camino. Cuando al ministro de Relaciones Interiores, Octavio Lepage, quien, por cierto, aún vive, lo entrevistan y le preguntan por Jorge Rodríguez, él dice que había muerto “de muerte natural”. Cuando los fiscales del Ministerio Público examinan el cuerpo y ven que el hígado, los riñones, el páncreas, los pulmones… todo estaba destrozado a punta de golpes, todo el cuerpo estaba morado, fue un acto completamente sádico. No pueden decir López Sisco ni (Arístides) Lander Flores, que se les pasó la mano con Jorge Rodríguez. Eso sería creíble si lo hubiesen estado interrogando y a Jorge le hubiese dado un infarto, pero lo que le hicieron a él fue para matarlo, no hay duda, fue para matarlo.

-Esa acción policial contra Jorge Rodríguez, cuando se deciden ir a buscarlo, ¿en qué se basa, qué argumenta la Disip para detenerlo?

-Eso es importante, aunque dudo que lo vayan a publicar. Eso nace porque dentro de la OR participaba un personaje llamado Iván Nolasco Padilla Bravo, quien recientemente ocupó un alto cargo en el Ministerio de la Cultura y ocupa cargos de cierta responsabilidad en medios pertenecientes al Estado. A él lo hicieron preso junto conmigo en La Campiña, y no en San Bernardino, tratando de cobrar el rescate, como dijo la Disip. En la narración que hice ante los tribunales en mi defensa, yo señalé que a Iván Nolasco Padilla Bravo lo habían torturado mucho, que lo habían maltratado bastante, pero la historia me demostró después que lo que hicieron fue ponerle un cable de electricidad en cada dedo y con eso cantó la Traviata, Yo soy mexicano, O sole mío y el Alma llanera, todas al mismo tiempo. La prueba es que él venía de hacer un trabajo legal en Mariche y también involucró a los dirigentes de esa zona. Cuando a mí me meten en los calabozos de la Disip, luego de cinco días incomunicado en un rancho por Arrecife, esos calabozos estaban oscuros, como si el Guri se hubiera secado… Y era que habían delatado a todos los negritos de Barlovento que estaban haciendo ese trabajo en Mariche. Había personas humildes, ancianos, mujeres… Otra prueba de que él fue el autor de las delaciones fue la detención de Francisco Cedeño, quien tenía una manera de contactarse con Iván Padilla, muy usual en esa época: uno pintaba una raya en un poste y el otro veía la raya y se dirigía a un sitio que había sido convenido por esas dos personas, y por nadie más. En ese lugar había una nota con la información que se quería transmitir. Bueno, cuando Francisco Cedeño fue a buscar su señal, lo encañonó la policía y se lo llevó preso. La otra cosa me la confesó a mí el mismo Padilla. Él me dijo que no había aguantado la tortura y que había delatado a Jorge Rodríguez porque había pensado que como era un hombre del aparato legal, el gobierno no se iba a atrever a meterse con él… Pero resulta que con Jorge Rodríguez sí se metieron, a Jorge Rodríguez lo mataron. Ese es uno de los elementos más graves que hay en la delación, porque algunas veces al delatado se lo llevaron preso, lo sueltan y por allí anda. Pero eso no ocurrió con Jorge Rodríguez, pues lo único que se puede hacer con él es llevarle flores a su tumba, mientras Iván Padilla anda por ahí, entregado al alcohol, echándose palos por varios sitios de Caracas. Para mí hay acciones en el ser humano que no admiten autocrítica. Uno, como revolucionario y ser humano, puede cometer un error, siempre y cuando uno hagan una autocrítica, asimile ese error y prometa no cometerlo más. Pero la única autocrítica que yo le acepto a Iván Padilla es que se vaya a las torres del Centro Simón Bolívar y se zumbe de allá arriba. Pese a estas cosas, que las sabe todo el mundo, ese señor ha ocupado cargos en el gobierno. Yo no niego que Iván Padilla sea un hombre inteligente y tenga un nivel de capacidad, pero creo que con él ha funcionado la actitud permisiva de algunas personas, como Farruco Sesto, que es su amigo personal y lo metió a trabajar en el área de la cultura. Otra razón por la cual eso se ha permitido es una especie de concepción cuasi-religiosa del perdón a los enemigos. Esa idea se expresa en el poema de Tomás Borges, cuando se encuentra con su torturador, quien había descuartizado a su pareja, le dice: “mi venganza es el perdón”… Así se ha actuado con esta persona, pero yo no soy cura, ni católico, ni permisivo, he sido toda la vida un revolucionario y para Iván Padilla, repito, sólo aceptaría como autocrítica que se zumbe de un edificio. Eso lo digo responsablemente.

-Entonces, ¿Jorge Rodríguez no estaba participando en el secuestro?

-No, Jorge Rodríguez no sabía dónde estaba Niehous, no tenía ni la menor idea. Pero al margen de eso, como era un hombre de una gran entereza revolucionaria, entendía que un colectivo le había conferido una responsabilidad y supo hacer gala de eso.

-Pasaron muchos años para que las ideas revolucionarias llegaran a ser opción real de gobierno. En esos años de tránsito por el desierto, ¿usted tenía esperanzas de que llegara un momento de resurgimiento?

-No, no tenía. Es más, desde el momento en que caí preso, me gané para la idea de pasar muchos años en prisión, sólo que la política es muy sabia y los compañeros de la Liga Socialista fueron más sabios todavía cuando me postularon como candidato a diputado. Al salir electo, comencé a gozar de inmunidad parlamentaria. Aunque debo aclarar que eso no ocurrió en forma automática. Hubo un debate muy intenso entre el Consejo Supremo Electoral y el Consejo de Guerra Permanente (que llevaba el juicio). Recuerdo que el Consejo Electoral, la Fiscalía y la Corte Suprema de Justicia decían que yo comenzaba a gozar de inmunidad, pero el Consejo de Guerra decía que no. Entonces, eso terminó decidiéndolo la Corte Marcial, que nos dio la razón. Fue así como un día que estaba jugando una partida de futbolito en el Cuartel San Carlos, me dijo el jefe de Seguridad, un tipo de apellido Montilla: “¡David, estás en libertad!”, y yo no le creí, le dije: “Déjate de tonterías, que estoy perdiendo 2 a 1”. Tuvieron que venir los compañeros que habían visto la información por televisión a decirme que sí, que estaba libre.

-El caso suyo ha sido utilizado como argumento por la gente que está clamando actualmente por los derechos de los llamados “presos políticos”. ¿Qué diferencia hay?

-Una diferencia abismal, del cielo a la tierra. Yo fui un preso político, estos señores son políticos presos. Yo jamás en mi vida he matado ni una mosca, porque en mi casa no me lo permiten, pues se ensucia la mesa. No he cometido ningún delito, salvo que se pueda llamar así a las travesuras de la muchachada, cosas como robarle el pan al portugués o un litro de leche que estaba en una puerta en la madrugada, durante una misa de aguinaldo. Salvo eso, yo no he cometido ningún delito. Hablando de diferencias, un detalle revelador es que me juzgaba un tribunal militar y cuando tenía que declarar no me llevaban a la sede, sino que el tribunal se instalaba al lado de mi celda. Es algo violatorio del derecho y de todas las normas jurídicas. Al señor Leopoldo López, en cambio, le hicieron un juicio demasiado benévolo, pues no lo acusaron de homicidio, a pesar de que es corresponsable de 43 muertos que hubo en Venezuela. Ese movimiento que se produjo como consecuencia del discurso que dio en la plaza Carabobo fue lo que trajo todos los desmanes que causaron tantos fallecidos de lado y lado, más del nuestro que del lado de ellos. Lamentablemente, la jueza no se paseó por ahí y terminó sentenciando a este señor a trece años sin acusarlo de algún asesinato. Por eso vamos a solicitar que se le abra un nuevo juicio para que se le juzgue por esas muertes. Hay otros casos de personas que están presas por corrupción y otros delitos penales. No hay ni uno solo que esté preso sin juicio. No están presos por lo que tengan en la cabeza sino por delitos cometidos.

-A cuarenta años del asesinato de Jorge Rodríguez, y en el actual contexto de la Revolución venezolana y latinoamericana, ¿es optimista o pesimista?

-Primero, es de todos conocido que estamos en plena guerra económica, un nuevo invento del imperio para derrocar gobiernos. Ya se ha practicado en Afganistán, Irak, Líbano, Libia, Siria, Honduras, Paraguay y Brasil. Los golpes de Estado que hoy en día da el imperio no son asaltos cuartelarios a las alturas del poder, sino procesos sofisticados, mediante golpes parlamentarios (que es lo que intenta hoy hacer el señor Henry Ramos) o mediante el desgaste económico y las campañas mediáticas. En Venezuela hoy estamos caminando con una media rota, como decíamos cuando yo era chamo. Cuando a uno se le sale un dedo por un huequito, es incómodo caminar. Quienes fuimos pobres, lo sabemos. Venezuela recibió una serie de bendiciones de la naturaleza o por la providencia divina, como diría el padre (Numa) Molina, su ubicación geográfica, sus reservas petroleras y de otros minerales. Tenemos el macizo guayanés, las tierras más antiguas del mundo; el salto Ángel, la caída de agua más alta del mundo; el teleférico más alto del mundo… Somos privilegiados y por eso estamos siempre en la mira del imperio. Sin embargo, el imperio sabe con quién puede meterse y cómo hacerlo. ¿Por qué a Corea del Norte no la acusan de tener armas de destrucción masiva para iniciar una guerra contra ese país? Porque saben que el gobierno de Corea del Norte va en serio. El gobernante de allá no es un Saddam Hussein. Y con nosotros, con Venezuela, la cosa también va en serio. Por eso es que han desarrollado una guerra criminal no convencional contra el pueblo venezolano y especialmente contra la gente pobre y contra las mujeres. Tenemos la escasez, la inflación inducida y la especulación y todo eso influye en el contexto político. A la oposición se le han subido los humos a la cabeza con su victoria del 6 de diciembre.

No quieren entender que no ganaron unas elecciones, sino que nosotros las perdimos, que el pueblo votó para castigar al chavismo porque nosotros, los chavistas, sabíamos que esa guerra económica venía desarrollándose, pero todos subestimamos esa acción del imperio. En esto tenemos la culpa todos, incluso mi comandante querido Hugo Chávez y mi comandante querido Nicolás Maduro. Luego del 6 de diciembre, el presidente ha asumido los correctivos, en particular con una política muy importante que es la toma de las calles. Si vemos con agudeza, Nicolás no ha soltado la calle desde el 6 de diciembre. Todos los días hay una manifestación, una movilización de masas revolucionarias, desde los trabajadores petroleros hasta las señoritas pobres pero honradas, todos los grupos han salido a manifestar su respaldo a Nicolás. Podemos permitir que pasen muchas cosas, pero no que la oposición tome las calles. En esa guerra estamos.

-¿Optimista, entonces?

-Sí, en particular por los 16 motores y específicamente con la última gran misión, encabezada por el presidente y por el general (Vladímir) Padrino López, que intenta tocar en el punto preciso, que es la vigilancia de que las divisas se usen para lo que fueron solicitadas y que las materias primas lleguen a los centros de producción. Yo soy muy optimista en ese aspecto. Siempre tuve mis reservas en cuanto a la Guardia Nacional y a los militares en general, pero hubo un señor que me enseñó a querer a la Fuerza Armada: Hugo Rafael Chávez Frías. Yo me alegré mucho cuando vi a la guardia cayéndole a mandarriazos al hotel Stanford, cerca Capitolio y sacando aquellos cargamentos de comida. Yo me acordé de aquella época en la que tenías que correr delante de la Guardia porque lo que venían era a darte planazos… Me alegra que esa fuerza se esté utilizando ahora a favor del pueblo.

Réplica de Iván Padilla Bravo (y del redactor de la entrevista)

He hecho muchas entrevistas periodísticas. Cada una tiene su toque peculiar. La que sostuve con el camarada David Nieves, -de la que fue testigo (además del grabadorcito) su esposa, Sara Godoy-, tuvo un detalle muy particular: ante una pregunta mía, David dijo las frases más duras que yo hubiera podido imaginar acerca de uno de mis más entrañables amigos, Iván Padilla Bravo. Mi respeto por el entrevistado y por la profesión periodística, y el culto que le rindo al género de la entrevista me impiden quitar una sola de sus palabras. Regresando a mi casa, luego de la conversación, pensé que ni siquiera los viles asesinos materiales de Jorge Rodríguez o el cínico ministro Lepage merecieron de Nieves unas expresiones tan lacerantes, lo cual nos conduce a la vieja reflexión acerca de lo tremendos que son los malos sentimientos surgidos entre compañeros, los “odios mellizales”, como los llamó alguien con cierto aire poético. Es particularmente doloroso ver este lado de la naturaleza humana aflorar entre esos seres humanos avanzados que son, más allá de las consignas, los revolucionarios de verdad.

En fin, por mi amistad con Iván, lo contacté para solicitarle una réplica. Él iba en camino a la Feria del Libro, a participar en una actividad del Foro Permanente para el Estudio Crítico de los Medios. Me dijo que los comentarios de Nieves son, tal vez, uno de los elementos que la vida le ha impuesto para limpiar sus karmas. “Seguramente es la misma grabación que repite hace 40 años. Mi mejor réplica es seguir haciendo lo que he hecho toda mi vida de revolucionario, con la frente en alto”, señaló Padilla, y agregó que todos esos deseos de castigarlo pudo haberlos concretado Nieves durante el largo tiempo que pasaron en la misma cárcel. “Conversábamos mucho, trotábamos juntos… Pudo haberme enfrentado entonces, pero no tuvo bolas. Ahora no hace más que hablar tonterías. Si yo no existiera, su vida carecería de sentido. Es un miserable apegado a un aparato de dominación política. Muchos camaradas me han propuesto antes que le responda. Siempre lo he rechazado. Considero que es darle demasiada cancha a un nulo”.

Bueno, luego de mucho cavilar, decidí poner acá esta nota con las palabras de Iván y con un alegato muy mío: Yo era un adolescente para ese tiempo, así que sólo tengo un conocimiento referencial de los hechos. Sin embargo, para mí lo único cierto es que a Jorge Rodríguez lo mataron los esbirros de la derecha, bajo órdenes de un gobierno supuestamente democrático que practicaba la tortura y toda clase de violaciones a los derechos humanos. Fueron esos los culpables. Buscar responsables entre los revolucionarios es prolongar indefinidamente la sucia victoria que tuvo la derecha con ese ruin crimen.