Aunque nos cueste asimilarlo, al opositor de base no le ha quedado más remedio que reclamar más chavismo.
Si usted no lo cree, le propongo que en la próxima conversación con un opositor u opositora haga el ejercicio de ordenar toda la perorata y de colocar por separado cada una de sus críticas y sus aspiraciones.
Repito que hablo del opositor de base, ése que uno conoce en el barrio o en la oficina. Ni por un momento hablo de sus dirigentes.
Usted verá que sus anhelos en materia de salud, educación, vivienda, alimentación, cultura y recreación son exactamente los que ha propuesto y llevado adelante el chavismo.
Nadie de los de abajo sueña con una Venezuela que elimine la LOTTT, que abandone la educación y la salud pública, que reduzca el número de pensionados y que deje la construcción de viviendas a los vaivenes del mercado.
Es así porque Hugo Chávez no sólo es una figura política de primer orden. Más que eso, Chávez es en sí una revolución ideológica victoriosa, una ética política anclada profundamente en lo popular y una visión planetaria de justicia social, democracia profunda y solidaridad.
Mañana se cumplen 62 años del natalicio de Chávez, ese intenso relámpago que nos permitió ver con toda claridad un nuevo horizonte de la patria y que nos demostró que sí era posible una distribución más justa de la riqueza, que estábamos preparados para que el destino del país estuviera en manos del pueblo y que era obligación nuestra colocarnos metas difíciles que estuvieran a la altura de los esfuerzos de nuestros libertadores.
Hoy nuestra tarea consiste en hacer valer en lo cotidiano nuestra enorme victoria ideológica chavista. Esto requiere toda la disciplina, la honestidad, la humildad y la solidaridad que nos enseñó Chávez.
En esta ocasión muy bien vale decir lo que dijo Martí sobre Bolívar, porque en este caso también es cierto que lo que Chávez dejó por hacer, sin hacer está todavía. Es mucho lo que está pendiente, pero es chavista nuestro futuro.