Lo había sentenciado en el siglo XIX aquel filósofo que, con la llegada de la enfermedad, se convirtió en uno de sus autores de cabecera, Nietzsche: «Aquel que tiene un por qué vivir puede enfrentarse a todos los cómos». Y él, desde pequeño, sabiéndolo probablemente los azares antes que él, tenía una razón por la cual vivir: dar forma al malestar de los desposeídos y hacer de esa bandera que ondeaba bien en los ranchos, bien en los lugares inhóspitos olvidados por un sistema centralista, el estandarte de un proyecto de gobierno cuya génesis se halla en el año 1992.
A la vida se aferró desde pequeño, pocos días después de ese 28 de julio de 1954, cuando nació en Sabaneta de Barinas, una noche llanera. Rememoró ya de adulto, en una de sus alocuciones recogidas en el libro Cuentos del arañero, que estaba vivo de broma: «Cuenta mi madre que de bromita estoy vivo. Un día estaba ella en la cocina, yo chiquitico, de meses. Adán tenía año y piquito. Yo estaba en un chinchorro, llorando, y mi mamá le dice a Adán: ‘Váyame, mésame al niño’. Mi mamá lo que oyó fue un chillido mío, y salió corriendo a ver (…) Él me meció, pero verticalmente, y el pobre niñito aquel, que era yo, salió disparado como bala humana. Mi mamá me consiguió en la esquina allá».
No fue sólo la niñez, también la precariedad material en la que creció, lo que lo condujo a aprovechar la oportunidad que la vida le había ganado a aquel incidente infantil. Siendo el segundo de seis hermanos en un núcleo familiar sostenido por dos educadores –Hugo de los Reyes Chávez y Elena Frías– colaboró con la economía del hogar siendo aún un niño. De su experiencia vendiendo los dulces de lechosa (con forma de araña) hechos por su abuela Rosa Inés se ganó el apodo del arañero.
«Yo nací en la casa de esa vieja, de Rosa Inés Chávez. Era una casa de palma, de piso de tierra, de pared de tierra, de alerones, de muchos pájaros que andaban volando por todas partes (…) De ahí salía con mi carretilla llena de lechosa y de mandarinas a venderlas en la barquillería, así se llamaba la heladería, y me daban de ñapa una barquilla», reseña en el libro de relatos que sintetiza las anécdotas de quien en 1999 se convirtiera en presidente de Venezuela.
Fue en 1960 cuando comenzó sus estudios de primaria en la escuela Julián Pino. Pero las actividades académicas no empezaron para el pequeño Hugo Chávez el primer día que marcaba el calendario escolar. Las alpargatas que llevaba puestas en lugar de zapatos colegiales le valieron la prohibición del ingreso, como contó su tía, Joaquina Frías, a los autores del libro Chávez nuestro.
También en Barinas cursó los estudios de secundaria en el Liceo Daniel Florencio O’Leary, hasta que ingresa a la Academia Militar de Venezuela el 8 de agosto de 1971. Fue allí, en los espacios de la Academia, donde desarrolló su interés por la historia nacional, interés indagatorio, curiosidad investigativa, al fin, que le valió las más altas calificaciones en los distintos cursos que realizó en el seno de la Fuerza Armada.
En julio de 1975 egresó con el grado de subteniente de Artillería, especializado en Ciencias y Artes Militares, en la rama de Ingeniería, mención terrestre. No fue sino hasta 1982 que su interés por la política cobró forma organizativa con la fundación del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR 200), título elegido a propósito de la conmemoración de los 200 años del natalicio del Libertador Simón Bolívar, que se cumpliría un año más tarde.
De acuerdo a sus biográfos, el 17 de diciembre de ese mismo año, aniversario de la muerte de Bolívar, juró reformar el Ejército e iniciar el camino de lucha hacia la construcción de una nueva República. Los sucesos del Caracazo –los días 27 y 28 de febrero de 1989– avivaron aquel juramento, al haber contemplado con indignación cómo miles de manifestantes que rechazaban las medidas neoliberales implantadas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez –puntualmente el aumento del precio de la gasolina– fueron masacrados por la Fuerza Armada de ese entonces, junto a la Policía Metropolitana y la Guardia Nacional.
4 de febrero de 1992: La rebelión que engendró una revolución
Lo que se venía cociendo a fuego lento dentro de las filas del MBR 200 y los espacios de los cuarteles irrumpió en la historia pública el 4 de febrero de 1992, cuando un grupo de soldados en uniforme militar y boinas rojas, liderados por Hugo Chávez, asaltó tanto el Palacio de Miraflores como la residencia presidencial conocida como La Casona, con el propósito de poner fin a una administración que venía asfixiando al pueblo venezolano, al erigirse sobre un calco de las medidas económicas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que incluían un abrasivo plan de austeridad y el recorte del gasto público.
«Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros, acá en Caracas, no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor», sentenció a través de los medios de comunicación el líder de la revolución armada, entonces comandante, ya detenido y apresado en Fuerte Tiuna, la mañana del 4 de febrero.
En una entrevista ofrecida a Luis Bilbao en 2001, un Hugo Chávez ya en funciones como presidente de la República Bolivariana de Venezuela relata cómo un general amigo que lo acompañaba en su detención presagió la trascendencia de ese «por ahora» que escindiría la historia de Venezuela en dos: «(Él) se me sienta a un lado, me pone la mano en el hombro y me dice ‘¡Coño, carajito, qué vaina tan buena has dicho!’. Yo estaba en verdad desplomado, estaba rendido y además diciéndole a todo el mundo que estoy rendido, apareciendo como responsable de esto y llamando a los compañeros a rendición… ‘Mi general –le digo– ¿qué cosa he hecho yo?’ Me dice: ‘Tú no te das cuenta, dijiste ¡por ahora!’. Ese por ahora salió de no sé dónde… del alma».
Fueron, quizá, 45 segundos de alocución pública, como el mismo mandatario llegó a calcular mentalmente. Un minúsculo fragmento de tiempo en la palestra pública que sirvió para aglutinar el malestar de un país hastiado por el bipartidismo instaurado a raíz del Pacto de Punto Fijo y la sumisión que le imponían mandatarios leales a los intereses de una incipiente burguesía. Ese mismo país que, seis años después (culminada la prisión por una amnistía ofrecida por el entonces presidente Rafael Caldera), lo elegiría como el cuadro político para transitar el camino hacia la construcción de un socialismo con sello venezolano.
6 de diciembre de 1998: Día de victoria popular
Exactamente 3 millones 673 mil 685 votos (56.20% de los sufragios) llevaron a Hugo Chávez a la presidencia de la República el 6 de diciembre de 1998, lo que lo convirtió en el segundo presidente más votado de la historia nacional hasta entonces. Su contrincante más cercano, Henrique Salas Römer, obtuvo apenas el 39,9% del respaldo de los electores.
Cuenta la periodista Teresa Maniglia, en su libro Cronología de una implosión: la década final de IV República, que en febrero de 1998, antes de comenzar la campaña electoral, las encuestas le otorgaban a un Chávez obviado por los medios de comunicación el 10% de la intención de voto.
Su trabajo de calle, su gesta rebelde grabada en el imaginario colectivo y su propuesta diametralmente opuesta a la de los candidatos propuestos por los partidos que tradicionalmente habían conformado la llamada guanábana (AD y Copei) lo llevaron, en cuestión de meses, a repuntar en todas las encuestas.
Entre las propuestas de Hugo Chávez que contrastaban con la continuidad del plan neoliberal del puntofijismo estaban: no privatizar Petróleos de Venezuela (Pdvsa); una revisión estricta de los contratos petroleros, impulsar el desarrollo de un modelo económico humanista y construir una gestión de gobierno al servicio de los desposeídos y los desterrados de la historia.
En 2008, durante un discurso pronunciado desde el balcón presidencial, el líder de la Revolución Bolivariana que empezaría a tejerse concretamente a partir de ese 6 de diciembre, catalogó su primera victoria como un suceso que «abrió los portones de un nuevo tiempo histórico (…) vaya mi reconocimiento al pueblo venezolano, al pueblo de Bolívar, que ha hecho posible esta gesta».
Luego de asumir oficialmente la banda presidencial, el 2 de febrero de 1999, Hugo Chávez convoca a una Asamblea Constituyente. Esta tendrá la labor de redactar una nueva Carta Magna, destinada a crear el ordenamiento jurídico necesario para hacer posible el funcionamiento de una democracia social y participativa.
El referéndum en el que se le consultó a los electores si estaban de acuerdo con sustituir la Constitución de 1961 arrojó el 80% de los votos a favor de la opción del Sí. Posteriormente, en diciembre de 1999, fue aprobado el nuevo texto vía referéndum nuevamente. Esta nueva Carta Magna, vigente hasta hoy, consagra mayores garantías para los pueblos indígenas y las mujeres y establece los derechos a la educación pública, vivienda, salud y alimentación.
30 de julio de 2000
En cumplimiento con lo ordenado por la Carta Magna aprobada el año pasado, Hugo Chávez llama a elecciones y es ratificado como mandatario nacional con 56,9% de los votos, lo que lo faculta para ejercer la presidencia hasta el año 2006.
10 de diciembre de 2001: génesis del paro
En noviembre de 2001 el Gobierno aprobó 49 instrumentos legales, entre los que se encontraban la Ley Orgánica de Hidrocarburos, a través de la cual se regularizaba la participación del Estado en las sociedades mixtas con las transnacionales en materia petrolera, y los tributos que se debían pagar por llevar a cabo actividades de extracción.
Dichos marcos fueron rechazados por los autodesignados defensores de la meritocracia de la principal empresa petrolera del país, Petróleos de Venezuela (Pdvsa), y por representantes del sector empresarial, hasta ahora fieles a las transnacionales que calificaron de «inconstitucional» al instrumento y tildaron de «antidemocrático» al gobierno de Hugo Chávez.
El 10 de diciembre de 2001, la oposición venezolana, representada discursiva y mediáticamente por los adversarios de la Ley de Hidrocarburos – Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras) y Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) entre ellos – convoca a un paro general de actividades que, durante el final de año y los primeros meses de 2002 no tuvo mayores consecuencias.
Abril de 2002: golpe, secuestro y regreso
El 9 de abril de 2002, luego de múltiples paros escalonados y la merma de la producción diaria de barriles de petróleo por parte de la élite de Pdvsa, la CTV junto a Fedecámaras convoca nuevamente a un paro general de 24 horas para apoyar a los gerentes petroleros.
La derecha venezolana utiliza la oportunidad y organiza una marcha para el 11 de abril, originalmente autorizada hasta la sede de Pdvsa Chuao. Sin embargo, la marcha es desviada hacia el Palacio de Miraflores donde otras miles de personas se habían concentrado para respaldar las leyes de vocación socialista recién promulgadas.
Al momento de la confluencia de las marchas, francotiradores apostados en las azoteas del centro de Caracas tirotearon a los manifestantes. Los muertos de aquel día, mayoritariamente partidarios chavistas, se cifran en decenas. Por otro lado, funcionarios de la extinta Policía Metropolitana usaron sus armas contra personas que repudiaban el intento de desestabilización general. Se había desatado el golpe de Estado.
Un golpe que parecía estar ya avisado. Al menos en las portadas de los principales tabloides del país. Ese mismo 11 de abril de 2002 el diario El Nacional sacó a la calle una edición extraordinaria con el siguiente titular en primera plana: «La batalla final será en Miraflores».
La fracción golpista del país gozó de una breve celebración: En la madrugada del 12 de abril el presidente Hugo Chávez fue secuestrado y trasladado inicialmente a la base militar de Fuerte Tiuna. Apenas horas después, el presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona Estanga, se autojuramentó como presidente interino y llamó al desconocimiento inmediato de la Constitución, mediante decreto, derogó las leyes habilitantes, disolvió el Parlamento, el Tribunal Supremo de Justicia, la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo. Mientras tanto, los medios de comunicación nacionales transmitían dibujos animados.
Amaneció pronto. El sábado 13 de abril, desde horas de la mañana, el pueblo de Chávez comenzó a manifestar y a reclamar noticias sobre su líder. Los golpistas trasladaron al mandatario a una base naval en Turiamo, donde escribe una nota dirigida a los venezolanos expresando: «No he renunciado al poder legítimo que el pueblo me dio». De allí es enviado a la isla La Orchila, con la intención de sacarlo del país, pero un grupo de soldados fieles al clamor del pueblo apostado frente al Palacio de Miraflores lo rescatan y devuelven a Caracas, a donde arriba en horas de la madrugada.
A 20 minutos para las 5 de la mañana, se dirige a su pueblo: «Debo decir que lo que ha ocurrido en Venezuela en estas últimas horas es en verdad inédito en el mundo. El pueblo venezolano y sus verdaderos soldados, el pueblo venezolano y su Fuerza Armada… esos soldados del pueblo han escrito… y esto no es grandilocuencia, es una verdad, es una nueva página y ¡qué gran página para la historia venezolana y de América Latina! Y también pudiera ser del mundo, ejemplo de un pueblo que ha despertado definitivamente, de un pueblo que ha reconocido y asumido sus derechos, sus obligaciones (…) ha brotado desde el fondo de la situación, desde el fondo de un alma, de un cuerpo, ha brotado esa fuerza que ha restituido la legitimidad y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela», expresó emocionado entre el coro de «¡Volvió, volvió, volvió».
So pena de la contundente victoria del poder popular organizado y la reafirmación del liderazgo de Hugo Chávez que dejó entrever la veloz secuencia de sucesos de abril de 2002, en diciembre del mismo año Pdvsa inicia la huelga petrolera que se prolongaría hasta 2003 y tendría nefastas consecuencias para la economía venezolana.
Convocado en 2003 un referéndum revocatorio para poner fin al mandato del presidente Chávez, éste es ratificado en su cargo el 15 de agosto de 2004 con el 59% de los votos.
Ese mismo año, el 14 de diciembre, los gobiernos de Venezuela y Cuba firman el acuerdo que hizo posible el nacimiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba – TCP), que otorga prioridad a la relación entre las naciones adscritas, bajo los principios de igualdad y diálogo subregional.
2005: Reconocimiento internacional
En 2005 recibe el Premio Internacional José Martí de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) por su labor a favor de la integración de los países de Latinoamérica y del Caribe, así como por su apuesta política orientada a la preservación de la identidad, las tradiciones culturales y los valores históricos de los países de la zona. Recibió la distinción del líder cubano Fidel Castro.
3 de diciembre de 2006: la victoria perfecta
Chávez se mide por segunda vez en las elecciones presidenciales. Vence en esta segunda contienda con la contundencia que confieren más de 7 millones 300 mil votos a favor, lo que equivale al 62,84% de los sufragios, y así es ratificado hasta 2012.
Diciembre de 2011: anfitrión de la fundación de la Celac
Caracas se convierte en la cuna de la Cumbre fundacional de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) –primer organismo regional sin Estados Unidos y Canadá– en diciembre de 2011.
«El Orinoco es de Brasil, así como el Amazonas es de Venezuela. O somos una sola patria o no seremos patria», expresó el mandatario venezolano en su discurso del 3 de diciembre de ese año, que pronunció en calidad de anfitrión ante los representantes de los 33 países que integran la Celac.
El advenimiento de la enfermedad
Ya en mayo de 2011 el jefe de Estado se había visto obligado a suspender una gira por Brasil, Cuba y Ecuador debido a una inflamación en la rodilla que lo obligó a mantener reposo absoluto. En junio del mismo año viajó a La Habana, donde fue sometido a una intervención quirúrgica de emergencia. A su regreso anuncia al país que durante la operación le fue detectado un tumor canceroso.
Hasta el mes de septiembre se somete a un tratamiento de quimioterapia en Cuba y a finales de octubre da por superada su batalla contra el cáncer.
En 2012 la enfermedad reaparece y el 26 de febrero es operado nuevamente en la misma zona donde se extirpó la primera lesión. Durante los meses de marzo y abril afrontó un tratamiento de radioterapia que lo mantuvo un un perfil bajo hasta que el 9 de julio anuncia estar totalmente libre de cáncer.
2012: Venezuela ingresa al Mercosur
Retoma entonces de lleno sus funciones y el 30 de julio viaja a Brasil para participar en la cumbre que sella el ingreso de Venezuela al Mercado Común del Sur (Mercosur).
«Venezuela estaba condenada al subdesarrollo, al atraso, al coloniaje, a la miseria. Hoy nos hemos colocado en nuestra exacta dimensión geopolítica. Este es nuestro lugar en el mundo, nuestra esencia. Suramérica. Vienen cambios históricos en nuestro desarrollo», destacó en Brasilia, durante el discurso que pronunció en la reunión del cónclave suramericano.
7 de octubre de 2012: El tercer round, el tercer triunfo
Una intensa campaña política sellada bajo la lluvia un jueves 4 de octubre condujo a la tercera victoria electoral. Con una participación que superó el 80% del padrón de electores, Hugo Chávez Frías se alzó con la victoria por tercera vez consecutiva. Esta vez lo hizo con la histórica cifra de 8 millones 136 mil 964 votos (55,25%).
Esa noche, desde el balcón del pueblo, el ratificado Jefe de Estado coreó las notas del Himno Nacional frente a la multitud que celebraba un nuevo triunfo rojo. «¡Que viva Venezuela!, que Viva La Patria!, ¡Viva el pueblo de Bolívar, viva La revolución Bolivariana!», expresó al tiempo que felicitó el talante democrático de los venezolanos.
8 de diciembre de 2012: Lineamientos para la continuidad de la Revolución
«Cadena de fiebre de sábado por la noche», con esas palabras que dejaban ver su sempiterna dicharachería –incluso en los momentos más adversos– Hugo Chávez inicia la memorable cadena nacional de radio y televisión en la que se anuncia al país que deberá someterse a una nueva y delicada intervención quirúrgica que podría poner en jaque su continuidad en la presidencia. Con claridad «plena, como la luna llena», instruye al pueblo a que respalde al entonces vicepresidente de la República, Nicolás Maduro Moros, en caso de que surja la necesidad de ir a unos nuevos comicios presidenciales. El 11 de ese mismo mes es operado en La Habana.
10 de enero de 2013: Todos somos Chávez
Aún recuperándose en la ciudad de La Habana, el mandatario reelecto no puede asistir a Caracas para el acto de juramentación como presidente constitucional de la República. Ante la ausencia física, miles de seguidores provenientes de todo el país toman las calles del centro de Caracas, hasta Miraflores, con bandas presidenciales improvisadas, franelas y máscaras del mandatario para celebrar la ratificación de Hugo Chávez como líder de la Revolución Bolivariana bajo la consigna «Yo soy Chávez».
5 de marzo de 2013: Hasta siempre
A las 4:25 de la tarde, el vicepresidente de la República, Nicolás Maduro, anuncia el fallecimiento del comandante Hugo Chávez quien ya se encontraba en el Hospital Militar de Caracas. La ciudad capital colapsa ipso facto y cientos de seguidores se abocan a las afueras del centro médico para dar un último adiós a quien batalló por más de dos años contra un abrasivo cáncer.
El mediodía del 6 de marzo, desde San Martín hasta Fuerte Tiuna, las vías de Caracas se convirtieron en una marea roja. Jóvenes, pequeños, viejos, gente del interior y de la ciudad capital inundó las aceras, las calles, las azoteas. Los tricolores nacionales ondearon en las ventanas de miles de hogares y los claveles volaron cuando el féretro de Chávez fue trasladado por sus hombres y mujeres de confianza, acompañados de quienes simplemente salieron de casa a vivir el duelo en la calle.
En total 9 días estuvieron los restos inmortales, como decían quienes hicieron kilométricas colas de hasta 12 horas para verlo, en Capilla Ardiente, con el propósito de que la mayoría de los que sufren su pérdida pudieran despedirse en cuerpo presente.
Finalmente, el 15 de marzo, en un ejercicio circular de la historia, es trasladado al Cuartel de la Montaña «4 de Febrero», ubicado en la parroquia 23 de Enero. Allí donde comenzó todo, en la madrugada del 3 de febrero de 1992. Los vecinos de la parroquia, entre lágrimas y bailes de joropo, recibieron al bien amado nuevo huésped.
En el cuartel, donde yace en el centro su cuerpo, flamea también, permanentemente, la antorcha que atraviesa la vista hacia los bloques del 23. Día y noche arde el fuego resguardado con celo por la guardia de honor, como en una metáfora que recuerda lo que el mismo Hugo Chávez sentenció un día: «si alguien abre mi tumba cien años después, ahí verán a la candela prendida todavía».
«Aquel que tiene un por qué vivir puede enfrentarse a todos los cómos», dijo Nietzche. Aquel que burla a la muerte en la infancia, burla a la muerte que amenaza a los rebeldes, burla a la muerte del espíritu que confiere la libertad cercenada tras las rejas, burla a la muerte política por la que afanados trabajaron sus adversarios, burla a la enfermedad hasta el límite. «Aquel que tiene un por qué vivir puede enfrentarse a todos los cómos», qué duda cabe.