9 diciembre, 2024
Mi madre nos decía, de tanto amar y analizar a Bolívar y a Sucre, que esa pava de la Gran Colombia se debió a que esos países no fueron Atlánticos, (salvo un pedacito de la Nueva Granada) y nunca estuvieron sobre el Caribe, Caribe que vieron Toñito y Simón, Antonio José sobre todo porque el Golfo de Cariaco y después el Caribe en pleno supieron de sus inmediatos suspiros, alegrías y desgraciadas tristezas.
Pero el Mar de los Caribe tiene la magia de mimetizarse que ningún otro mar tiene, y por eso, por Bienaventuranza, nos confundimos también con él.
Bolívar bajó a La Guaira en 1799 cuando salió de Venezuela por primera vez, (no sabemos si antes había bajado a bañarse en Macuto), pero Sucre, cotidiano hombre de mar y sol seguramente llegó a pasear por esa orilla de Cariaco con el médico José María Vargas, quien había llegado a La Primogénita del continente para servir con la medicina, y algo más.
No sabemos si mi madre, tan cumanesa, tenía razón, pero ahí están los hechos en los que la gloria llegó más por la tenacidad, por la testarudez que nos es inherente que por circunstancias ajenas al temperamento y la determinación de libertad.
Así sigue siendo 200 años después de que en Ayacucho Antonio José de Sucre, el cumanés de sol y mar terminara de demoler lo que quedaba del mal llamado imperio español en esta parte del mundo, que ellos decían haber descubierto. Ilusos.
Ese cumanés tenía 29 años cuando acometió la tarea que le había encomendado Bolívar, sabiendo El Libertador que Sucre no necesitaba aquello de “siguiendo las instrucciones de …”. Ya lo había recontraconfirmado en batallas y en campos de diplomacia y redacción de armisticios estratégicos. No en vano Sucre es el Primer Canciller de Venezuela.
3.500 metros de altura no fueron nada hace 200 años para aquel venezolano de sol y mar decidido a la libertad de todos.
@lildelvalle