¿Por qué todas las revoluciones socialistas han fracasado?

Por: Toby Valderrama Antonio Aponte 

Previamente, es necesario puntualizar que la Revolución Socialista es el salto más importante de la Humanidad. Se trata, como dijo el clásico, de superar la prehistoria, fundar la verdadera historia de la Humanidad, o si se quiere: tomar el cielo por asalto, cumplir el «venga a nosotros tu reino», ruego que tiene más de dos mil años.

Es un hecho incontestable: todas las Revoluciones Socialistas han regresado al capitalismo, han fracasado. Estudiar las razones es vital para la Humanidad, sólo corrigiendo los errores cometidos se podrá realizar una Revolución triunfante.

Lo primero es reconocer con valentía que todas las Revoluciones han fracasado. Hoy el capitalismo campea unánime por el planeta, de los intentos socialistas sólo queda el recuerdo y la voluntad. Después, nos encontramos con el asombro de que todos los ensayos Socialistas fueron derrotados desde sus entrañas, por los mal llamados hijos de los fundadores, se cumple el axioma de que «la Revolución devora a sus hijos», pero al revés, «los hijos devoraron a las Revoluciones». Es difícil una respuesta. Intentaremos algunas opiniones que participen en el debate de esa búsqueda.

El primer error sería no reconocer que las masas son producto del capitalismo, portan su estructura psicológica, sus valores. Y es allí, en el alma de las masas que se escenifica la principal y decisiva batalla por el Socialismo. Se trata de sustituir esa estructura mental capitalista, por la estructura mental que sustenta al Socialismo. En otras y directas palabras sustituir el egoísmo, por el amor.

Siendo así, se destaca el fundamental papel educador y sanador de la vanguardia, que, aunque padece la estructura mental del capitalismo, ha conseguido fracturarla. Del comportamiento de la vanguardia va a depender el destino del proceso. Y la conducta de la vanguardia va a depender de su claridad teórica, su fortaleza espiritual para la difícil tarea de romper definitivamente con el alma del capitalismo que a todos nos habita; y dirigir con posibilidades de éxito a la masa hacia la responsabilidad de su empoderamiento, dirigir la reducción del Estado a su papel administrativo.

El papel de la vanguardia es fundamental, de su ejemplo y de su guía depende el éxito de la liberación de las masas del cepo mental del capitalismo, instalar en ellas la responsabilidad de la libertad, y la valentía de ser su propio conductor.

De esto que hablamos, de la lucha decisiva entre dos estructuras mentales, hay muchos ejemplos dentro de la vanguardia. Cuando la vanguardia ocupa el poder, sus miembros son sometidos a una fuerte prueba, la prueba de la tentación del poder y la necesidad de transferirlo a las masas, de no ejercerlo a la usanza capitalista, de no dejarse intoxicar por sus posibilidades de alimentar el ego. El axioma de que el poder corrompe, debe entenderse como: «el poder devela lo más íntimo de la estructura mental», en el aflora la verdadera condición del individuo, su calidad revolucionaria.

En la historia abundan ejemplos de «revolucionarios» que al arribar al poder se transforman en altos reaccionarios, y de masas que aceptan esas transformaciones, que las exigen. Entre nosotros hay varios y lamentables ejemplos: de obreros que impulsan, desde la más alta jefatura del gobierno, al capitalismo verdugo de la clase. O psiquiatras que contribuyen a la insania mental de la población, a la depresión social, la ansiedad colectiva. De héroes de la gesta del 4 transformados en sicarios de bajo vuelo. De defensores de los derechos humanos transformados en esbirros al servicio de los grandes violadores de todo derecho.

De este tema falta mucho qué decir. Es difícil no idealizar a la masa ni a los individuos, a los dirigentes; difícil declarar que estamos contaminados, pero ese es el camino para la curación de la peste capitalista, y sólo así se hará posible el triunfo verdadero de las Revoluciones Socialistas, los cambios profundos y duraderos.

¡CHÁVEZ, VERDAD!