Por Juan Carlos Caffoll Quesada. Escritor. Docente. Activista político.
Estados Unidos tiene un plan para recuperar la supremacía mundial, y su propia economía. Pero, ¿tienen un plan B, por si acaso, el resto del mundo, tiene planes distintos? Para aclarar: ¿Existe un plan para una caída controlada de Norteamérica como imperio?
Los planes de gobierno, diseñados por la elite intelectual, vinculada al Partido Republicano, los MAGA con academia (Make America Great Again), elaborado bajo la marca del instituto de investigación, “The Heritage Fundation” (https://www.heritage.org/ ). Entregan, un refrito de la Doctrina Monroe, del Destino Manifiesto, de La Guerra Fría, del Gran Tablero de Ajedrez, del Filibusterismo a la William Walker; y no podrían faltar, las fórmulas fallidas del neoliberalismo destructor de la institucionalidad, al mando de Elon Musk, etc. Ese es el plan, para recuperar la hegemonía mundial.
En lo que va desde las elecciones, en las conferencias de Trump, y en las comparecencias de su equipo, no se ha visto, ni oído, nada de esa súper inteligencia, humana o artificial, articulada con lo realizable, en un mundo donde, aparte de Hollywood existen otros actores con voz propia, economías soberanas, el poder militar y la voluntad de lucha, para sostener su lugar en la historia. No es así de fácil prenderles fuego.
Trump piensa sobre Hollywood, y California como en un universo paralelo, para lo que necesita de tres embajadores: Sylvester Stallone, Mel Gibson y Jon Voight, y así, contrarrestar a los “comunistas” del medio artístico, a los demócratas y empresarios liberales amantes de los trabajadores migratorios.
Si se piensa que se trata de exageración agorera, de conspiracionismo, es por la semejanza profética con el apocalipsis gringo, descrito, según «Hot Chilly Peppers”, en “Californication».
Desde el momento del discurso de toma de posesión, podríamos empezar a conocer la otra cara de la moneda trumpiana, la verdadera, no la de las promesas. La circunstancia, es que Trump podría ser el presidente de Estados Unidos, a quien le tocaría presidir el país, durante el pico de la redistribución del poder mundial. ¿Cuál será el ranking que ocupará Estados Unidos?
En retrospectiva, el último imperio, o entidad político jurídica, con tales características, en caer, fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En resumen, La Federación Rusa, debió afrontar el colapso sobre la marcha, asumir las responsabilidades políticas internacionales, el control del armamento estratégico soviético, y tomar acción para preservar su identidad cultural, geográfica, su relato histórico, y su estatus de potencia nuclear.
La magnitud calamitosa del desastre, para las quince republicas, fue y es innegable, tanto, que, por ejemplo, políticos chinos del más alto rango, manifiestan haber estudiado, al detalle, la historia, y los errores de la Unión Soviética, para no repetirlos en su ascenso a la supremacía global. En esa praxis histórica, China, ha sido muy cautelosa, en la planificación estratégica, de la evolución de su filosofía política.
El colapso financiero de Estados Unidos, sin control, sin la participación de las otras potencias, en la redistribución del pastel global, y el aseguramiento de las armas estratégicas, de la manera como lo definen, los politólogos, los historiadores, y los mismos economistas norteamericanos, es apremiante, y sería trágico para América Latina y la economía mundial.
Geográficamente, Latinoamérica, y su riqueza humana y material, está, de manera inexorable, amarrada a los Estados Unidos de Norteamérica en el mismo continente; pero estamos aislados, entre nosotros, y demasiado lejos de Eurasia, el escenario disyuntivo del nuevo orden mundial, mercado de casi cinco mil millones de habitantes.
Donald Trump ha optado por el desprecio de los pueblos latinoamericanos, de aquí y de allá, porque si quiere nuestras riquezas, nuestras energías, pero no nuestra autodeterminación.
Los requisitos para ser invitado a la conjura trumpiana, la toma de posesión, no están en blanco y negro, ni son matices de la diplomacia. Esos requerimientos, quedan entre las singularidades de ese color zanahoria, esa paleta de colores (intereses), que Trump está dispuesto a controlar personalmente:
Netanyahu, uno de los políticos más poderosos en el congreso de Estados Unidos, y en el mismo ejecutivo, se autoexcluyó de asistir, luego que Trump lo troleó en su red social, “truthsocial”, en la previa, de lo que será la madre de todas las batallas, por el ejercicio del poder real, en La Casa Blanca, o en Mar-a-lago, pero para Trump nunca en Tel-aviv.
A esa «party» de Trump, no está invitada la Presidenta del Socialismo Democrático, Xiomara Castro, ni el hombre con las pistolas más letales del Este y del Oeste, Vladimir Putin.
Si está invitado el acreedor más grande de Estados Unidos, Xi Jinping, y por supuesto el CEO de “Tik Tok”, la aplicación china que tiene, como usuarios y rendidos, a más del cincuenta por ciento de la población norteamericana, una influencia que no se puede ignorar.
Trump y su elenco, como sacado del “Escuadrón Suicida”, no están locos. Son sociópatas, legitimados, irónicamente por el voto popular, la institucionalidad de las urnas; aunque él mismo no cree en las reglas del “mundo libre, democrático” y decadente, sino en el poder de imponer su voluntad.