
Por José Luis Méndez Méndez. Resumen Latinoamericano, 14 de abril de 2025.
El secreto de la bandera y qué hacer con la brigada, son dos hechos ignotos de esta agresión estadounidense contra Cuba, que derivó en un contundente fracaso. Ahora, 64 años después son develados para compartir las mentiras, mitos y tabúes, que han rodeado este engendro agresor durante décadas.
Cuando los invasores derrotados regresaron a su origen en diciembre de 1962, después de ser canjeados por alimentos, maquinarias y otros insumos, de cuya negociación el Gobierno estadounidense adeuda al de Cuba todavía, cerca de cincuenta millones de dólares, por incumplimiento de lo pactado. Los miembros de la llamada Brigada 2506, organizaron un desfile de agradecimiento ante el presidente John F. Kennedy, quien reconoció la paternidad de la humillante derrota invasora organizada por sus predecesores demócratas.
Parte de sus diezmadas fuerzas mercenarias veneraron al mandatario, quien se hizo acompañar de su esposa Jacqueline y después se congregaron para escuchar al inquilino de la Casa Blanca, en el estadio Orange Bowl de Miami.
Algunos mercenarios se negaron a participar en ese acto, por considerar que la administración demócrata los había abandonado a su suerte cuando más necesitaban su apoyo militar. En la agresión perdieron la vida 114 mercenarios y varios estadounidenses contratados como mercenarios para tripular los aviones agresores el último día de la batalla, por negarse los pilotos cubanos.
En el mitin se le entregó, por parte de los mercenarios, al mandatario, una bandera cubana, que aseguraban los habría acompañado durante los combates, después había estado escondida en la cárcel en Cuba, tras la derrota, y preservada para ser traspasada en esa ocasión, en señal de agradecimiento. El presidente emocionado les juró devolverla en una “cuba libre”, su esposa anegada en llanto, exclamó el deseo de tener hijos tan bravíos como ellos.
Como la historia confirma con sobradas pruebas y razones, todo es secreto hasta un día, ese momento llegó y se develó. La bandera entregada nunca había estado en Cuba, se confeccionó para la ocasión y les fue devuelta por correo postal, a los embusteros, años después. Sobre la bravura de los invasores, se ha escrito en extenso.
Cómo justificar la derrotada invasión, ha sido una obsesión de los seguidores de este suceso histórico, han escudriñado durante décadas, sin embargo hay secretos poco conocidos como el dilema de la administración demócrata al regreso de los vencidos, el católico John F. Kennedy se enfrentó una vez más al resuelto “the disposal problem”-eliminación del problema-, qué hacer con los mercenarios cubanos. En abril de 1961 se había decidido lanzarlos en Cuba, sí allí era donde querían ir, pocos días después, asume el humillante fracaso de la invasión, los canjea y recibe.
Un aprieto surgió de nuevo: ¿Qué hacer con ellos? se preguntaban los políticos y militares de la época. Ni antes ni ahora, estos servidores al Imperio han conocido el desprecio y el odio, que esa administración, que los empleó, sintió tras la llegada del contingente vencido. Se escribieron propuestas y las remitieron al presidente, con varias opciones.
En la carta de renuncia de José Miró Cardona, a la presidencia del titulado Consejo Revolucionario Cubano, (CRC), que daría la cara pública tras una quimérica victoria en Cuba, expresó: “Ese movimiento fue seguido por otro de gran importancia política. Me refiero a la presencia del presidente Kennedy en el Orange Bowl, Miami el 29 de diciembre de 1962, cuando recogió la bandera de la Brigada y reiteró su compromiso con Cuba ante el mundo”. Nada más falso.
Añadió: “Después de la “solemne” promesa de devolverles en una “Cuba Libre, la bandera cubana”. Que supuestamente la Brigada 2506 utilizó durante la invasión, ambos se engañaron.
Después, se ha revelado y divulgado poco lo que realmente ocurrió. El memorando del Asistente Especial para los Asuntos de Seguridad Nacional McGeorge Bundy al Presidente Kennedy del 4 de enero de 1963, casi una semana después de regresar los mercenarios, es revelador: “La organización y manejo de los refugiados necesita reestudiarse. Necesitamos una mejor, más abierta y constante comunicación, precisamos clarificación de las oportunidades a ser ofrecidas a los voluntarios cubanos, sean o no veteranos de la Brigada. Si podemos manejar esto, necesitamos lograr un proceso de imagen mejorada hacía los cubanos libres”. Durante la estancia de los mercenarios en Cuba, en el proceso de juicio, que siguió al descalabro, las autoridades estadounidenses, recibieron múltiples informes, que reafirmaban el rencor y malestar de los derrotados, que culpaban de abandono y traición al mandatario. Por ello, la administración de turno les dispensó un trato reciproco, aunque persistían en que podían aun ser útiles en sus planes agresivos contra la joven Revolución.
Esta idea de qué hacer con los mercenarios fue tomando forma. El 25 de enero, tres semanas después, en la Reunión 38 del Comité ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad, las propuestas y sentimientos hacia la Brigada parecían expresar una realidad no declarada en el decembrino discurso de Kennedy, lo cual confirmaba la dosis de hipocresía que reinó en el recibimiento.
Por su parte, Sterling Cottrell, Coordinador de Asuntos Cubanos en el Departamento de Estado emplazó: “La recomendación que rige nuestra política hacia la Brigada cubana, es que no favorecemos continuar con la Brigada como el núcleo duro y todos deseamos un curso medio de acción”. El sentimiento era no preservar esa estructura militar, por lo politizada que se pronunciaba
El general Maxwell Taylor, expresó sus reservas acerca de permitir a los miembros de la Brigada, después de completar su entrenamiento militar en Estados Unidos, se convirtieran en elegibles para ser miembros de una unidad de reserva estadounidense. Estaba preocupado de que esas unidades se volvieran políticas.
Mientras el citado Sr. McGeorge Bundy, expresó su opinión de que el curso de acción propuesto y decidido, sería difícil de vender a los miembros de la Brigada. La disolución de ese grupo como fuerza de combate.
Mientras, Robert Kennedy, el entonces Fiscal General recomendó: “Algunos miembros deberán ser enviados a América Latina, otros miembros escogerán pasar el entrenamiento militar, mientras que otros podrían ser útiles colocados en unidades de fuerzas especiales asignadas a países de América Latina”. Continuará…
(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.