Se impuso la transparencia de la brutalidad “republicana†contra la hipocresía letal de los “demócratasâ€. La topadora Trump, ese camión gigantesco y sin frenos que parece arrollar todo a su paso, pudo más que la tilinguería soez y mentirosa de la señora Clinton. Indudablemente el sistema sabe reciclarse: a veces lo hace en clave falsamente progresista, encandilando a espectadores (o votantes) desprevenidos, y otras, como en este caso, apela a un discurso cargado de exabruptos, en apariencia provocador, pero que está perfectamente calculado. Esta embestida, tan criminal como cualquiera, viene a proclamar que ya no es la hora del “discurso políticamente correcto†sino todo lo contrario, y eso casi aparece como un alivio, porque no hay nada peor que una máquina de matar que disfrace sus verdaderas intenciones debajo de una pátina de “tolerancia†, “comprensión†y falso pacifismo. Esa estrategia clintoniana que bajo la batuta de Bill descargó uranio empobrecido en varios continente, y en brazos de su esposa, festejó el asesinato de Gadaffi y la destrucción de Libia.
A su vez, Trump es el mejor intérprete de dos tipos de hartazgos coincidentes: por un lado el del electorado blanco, racista, kukluxklanesco, cargado de depravaciones sexuales, homo-lesbofóbico, anti inmigrantes y descaradamente enemigo de cualquier derecho humano que se precie, y por otra parte, aquellos y aquellas que ya no creen en los cantos de sirena de quienes les prometieron estabilidad, educación, salud y menos guerras, e hicieron todo lo contrario, provocando la mayor ola de deshaucios, homeless y personajes sub-humanos que desayunan, almuerzan y cenan en los containers de basura.
Todos ellos y ellas, prefieren subirse nuevamente a protagonizar el “sueño americano†con que tantas veces les amenazaron, y “disfrutar†de la protección de alguien que amenaza con esgrimir la mano más dura que recuerde la historia contemporánea norteamericana, antes que seguir naufragando en promesas sensibleras pero igualmente devastadoras para quienes no son parte de “Happy Landâ€, la ciudadela de los ricos.
Sin ser Premio Nobel de nada, Trump ha encandilado a muchos de sus votantes a pesar de ser un hombre de escasísima cultura y una mediocridad casi crónica, pero que indudablemente sabe vender el paraíso. Finalmente, eso es lo que ha hecho a lo largo de su vida empresarial convirtiéndose, después de pisar cabeza tras cabeza, en un envidiado multimillonario. Esa característica suele dar resultados (en América Latina hay ejemplos actuales de ello) y llevan a que hasta los más humildes afroamericanos y latinos hayan cerrado sus oídos a los insultos terribles del candidato (que los trató de monos y escoria) y se prestaron a comprar -votos mediante- la soga con que finalmente habrán de ahorcarlos.
Es evidente que a partir de ahora nada será igual. No sólo en Washington y sus alrededores sino también en el mundo, ya que ha comenzado a producirse un cambio de paradigma que indudablemente producirá efectos importantes en todos los órdenes. También en política exterior, y es precisamente en ese campo, donde todo aparece entre paréntesis. Desde los acuerdos de paz en Colombia hasta la denominada â€flexibilización†de las relaciones EE.UU-Cuba. En el primer caso, Trump se parece mucho a Uribe Vélez y sus paramilitares, con todo lo que ello significa. Con respecto a Cuba, basta recordar la foto del nuevo presidente posando con los sobrevivientes gusanos de la invasión a Bahía Cochinos, mientras hacía una gira triunfal por la Florida, donde finalmente venció a Clinton.
En cuanto a la relación con los otros dos grandes, China, al que Trump considera “el enemigo principal†ya ha dado señales de que prefiere relacionarse con él antes que con el discurso taimado de Hillary, mientras que Putin cuenta con el sobre sueldo de saber que el propio nuevo presidente lo incluye en la lista de rivales con los que intentará ponerse de acuerdo. En buen romance, el empresario yanqui aspira a negociar con China y competir a cara de perro con sus inversores en el mundo. En función de ello buscará también efectivizar relaciones amigables con Rusia intentando neutralizar la influencia de Putin en regiones que EE.UU considera sus propios patios.
El otro adversario está en el Vaticano, y visto lo visto es probable que frente al discurso apocalíptico del nuevo habitante de la Casa Blanca, cobre cada vez más fuerza el matiz anti capitalista de Francisco, quien por otra parte sigue alarmado por el crecimiento (o la invasión) de iglesias con matriz estadounidense que le disputan su tradicional clientela.
Con respecto a Medio Oriente, la intencionalidad declarada de Trump de hermanarse aún más a su socio israelí y la reciente declaración del ministro sionista de Educación, anunciando que el triunfo republicanoâ€es una oportunidad para que Israel descarte totalmente la creación de Palestinaâ€, indican por donde podrían ir algunos de los pasos del mandatario. Si a esto se le suma la buena cantidad de millones de dólares invertida por el lobby judío estadounidense en ambos candidatos, y el odio expresado a los musulmanes (de adentro y de afuera) a quienes el vencedor del 8N identifica como súbditos del ISIS, el escenario se llena de incertidumbres y muchas luces de alerta. Además, Trump aboga por la anulación del pacto con Irán firmado por Obama.
Si se confirman los dichos por Trump en campaña electoral, de cara a Latinoamérica es probable prever nuevos pasos hostiles hacia Venezuela Bolivariana, ya que prometió más apoyo a la oposición. También es de imaginar excelentes relaciones con el trio Macri-Temer-Cartes, en respuesta al comportamiento neocolonial de todos ellos, y un cúmulo de dificultades para los pocos gobiernos progresistas que subsisten al avance de la derecha regional. Especial atención provoca en el nuevo presidente la relación con México. No sólo insultó al pueblo de ese país, amenazando con expulsar a los inmigrantes de esa nacionalidad que viven en Estados Unidos, sino que también habló de construir un muro que los oculte de su vista, y cuyos gastos quiere hacerles costear a ellos mismos.
Lo dicho, Trump viene con todo pero al menos muestra parte de su juego y eso ayuda a tomar recaudos, o ponerse bajo techo. ¿Que puede haber imponderables y sorpresivos giros en su actuación? Por supuesto, pero para ello habrá que esperar que el vehículo empiece a rodar. Lo único que con seguridad no cambiará es el papel voraz de las multinacionales, ni la de los lobbies que conforman lo que desde siempre se conoce como Imperialismo. Tampoco las luchas de los pueblos para enfrentarlo, se llame Trump, Clinton o el saliente Obama.