De Autoría colectiva
En estos días intensos que hemos vivido como país después del plebiscito del 2 de octubre, traer a La13 la voz de las farianas que están en reclusión es sumar sus historias colectivas a la narrativa del conflicto. Los medios de comunicación privados cuentan la guerra solamente desde uno de los actores de guerra, por eso traemos aquí una expresión femenina, articulada en colectivo, que el público de aquellos medios desconoce.
Conocer su circunstancia de haber caído presas, leerlas y pensarlas, nos puede ayudar a comprender esas viles expresiones de la guerra que se ensañan contra los cuerpos de las mujeres, por el sólo hecho de serlo, así como la manera en que la resiliencia las hace expresar desde sus presentes.
Foto: Kavilando.org
Este artículo debe ser considerado de autoría colectiva pues fue elaborado con las prisioneras políticas en el Buen Pastor de Bogotá, durante tres visitas en las que trabajaron una propuesta escrita por Rosalba Moreno, integrante de nuestra Red de Mujerex.
Soñar un país sin rejas
En el patio 6 de la Cárcel “El Buen Pastorâ€, en Bogotá, se encuentra en manos del Estado Colombiano, un grupo de 43 prisioneras de guerra: 38 de las FARC-EP y 5 del ELN que siguen soportando el infierno de un sistema carcelario, a cuyas manifestaciones patriarcales y machistas, deben sumar el costo que significa haber optado por la construcción de un país diferente y haber sido capturadas y sometidas a amañados procesos judiciales, o el costo por haber vivido en zonas de guerra y por haber sido convertidas en falsos positivos judiciales, presentadas como culpables, incluso, de delitos de lesa humanidad y, casi siempre, calificadas ante la opinión pública como peligrosas terroristas, en muchos casos, amantes de importantes jefes guerrilleros.
El ingreso: filtro para garantizar aislamiento
Luego de horas la larga cola de entrada avanza, flanqueada por caballos y soldados de la escuela militar y por los imponentes muros de la Conferencia Episcopal, a lado y lado de la calle de ingreso: Preguntas, huellas, reseñas, requisas, sumadas a los procedimientos de entrada, que exigen presentación personal para inscripción previa del visitante, como si estuvieran destinados a convertir en imposibles las visitas. Siendo la mayoría de detenidas provenientes de lejanas tierras, cada viaje es un lujo para sus familias. Dos son imposibles más cuando se está seguro de la posibilidad de que, a pesar de tener todos los sellos y papeles el guardia de turno pida alguno nuevo, un “no aparece en la listaâ€, “no haya sistema†haga inútil el viaje. Por ello hay domingos en los que a este patio no llega visita alguna.
La arbitrariedad es la norma y se impone entre quienes esperan la incertidumbre sobre si se logrará vencer el imponente portón azul frente al que circulan y vigilan desde garitas uniformados y portando armas cortas y de alto poder hombres y mujeres, incluidos los de dos garitas que apuntan hacia abajo sus fusiles. Son los encargados por el Estado de controlar, a las 1.631 detenidas que hoy aloja el penal.
Para la persona visitante la ansiedad sobre si se está en la lista cada paso suma la ansiedad sobre si permitirán entrar las encomiendas, que en su mayoría contienen elementos de aseo los que, por ley debería garantizar el Estado. El contenido debe ser aprobado previamente por el INPEC siendo colectivo el castigo en caso de que en alguna bolsa vaya, por ejemplo, una crema para bebé no incluida en la lista: eso significa impedir de inmediato la entrada de cualquier otra encomienda.
La primera y grata impresión que se recibe al entrar al patio 6 nace de las hermosas sonrisas del grupo de mujeres que allí se encuentran recluidas y que, junto con abrazos, ofrecen palabras de bienvenida. Se comparten comida, tinto y cigarrillos. Pero, sobre todo, se comparten historias, problemas comunes y de cada una. Ya están acostumbradas a la larga espera y al recorte en el tiempo de las visitas, dicen.
Cada libro o periódico que se intenta entrar es minuciosamente examinado en la Guardia y quien revisa decide si es literatura conveniente o no, si pasa o no. Por eso es a través de los canales y las emisoras locales que reciben la desinformación que los mismos difunden. Su formación política les permite leer entre líneas buscando realidad y pronunciarse, incluso rápidamente, sobre hechos que consideran lo ameritan. Pequeños triunfos frente al aislamiento.
Son diferentes historias con un trasfondo común: la decisión del Estado colombiano de acabar con la guerrilla y el movimiento popular al costo que fuese necesario, desconoce todos los tratados internacionales, involucra a civiles en el conflicto y da trato indigno a sus prisioneros y prisioneras de guerra contra quienes continúa ensañándose la dominación de quienes se creen vencedores y, por tanto, autorizados a seguir violando leyes y tratados.
El más cruel castigo
Diferentes historias nacidas de una misma guerra y compartidas ahora en este patio en el que la lejanía de las familias, impuesta como parte de la pena, se junta con el dolor de la usencia de los hijos. Sí. De los hijos. Porque aunque en la propaganda contra las FARC EP, la obligación de abortar haya sido una de las más comunes, en este grupo la mayoría son madres cabeza de familia, a quienes se les impide su derecho de casa por cárcel, por considerarlas un “peligro para la sociedadâ€.
En estos momentos hay en el patio una niña de 4 meses, otra de 10 meses, y un niño de 2 años y medio, sometidos a las mismas normas de reclusión de sus madres, a la indiferencia por parte del sistema de salud y a la desatención del ICBF que, por ley, está obligado a garantizar guarderías las cuales carecen de personal capacitado y de materiales y dotación mínimos para garantizar atención adecuada.
La crueldad de niños creciendo entre rejas se multiplica cuando a los 3 años el infante es separado abruptamente, sin preparación alguna, de su madre y enviado con su familia o con Bienestar Familiar. Ese inenarrable el dolor que las une. Clasificar a la madre como “peligro para la sociedad†les niega el derecho a casa por cárcel y obliga a los niños a crecer huérfanos y, casi siempre, en condiciones de alto riesgo.
Derechos negados, pequeñas victorias
La salud es otro derecho negado. Combatientes heridas y trasladadas al penal sin tiempo suficiente para la recuperación de sus heridas han sufrido pérdida de funciones de miembros del cuerpo a pesar de los cuidados solidarios de sus propias compañeras. Es tal la indiferencia que pueden pasar horas desde el momento en que se avisa de una emergencia médica y el momento de atención y esto es igual para los niños que para sus madres. Se niegan, además, los medicamentos recetados, la posibilidad de acceso a exámenes especializados y a cirugías ordenadas. Graves dificultades genera el ingreso de elementos necesarios para el aseo de las mujeres. Una pequeña victoria han logrado: que les permitan entrar tampones vaginales y jabones íntimos. Les llevó tiempo y muchas gestiones convencer a la administración.
Sienten que han ganado respeto entre la Guardia y las demás detenidas, pero ello no las exime de la realización en la cárcel de Operativos, incluso nocturnos, por parte de la Guardia Carcelaria y, en ocasiones por el ESMAD con sus gases lacrimógenos. Se presentan casos en que las reclusas se ven obligadas a desnudarse y acuclillarse o hacer genuflexiones y se usan espejos para observar sus partes íntimas presentándose maltratos de pelvis, lo que muestra una política de terror dirigida a mantener atemorizadas a las mujeres detenidas en los diferentes patios, cuyas protestas son respondidas con palizas, choques eléctricos, traslado a otros lugares de reclusión y calabozos de castigo. Prueba de su fortaleza, dicen, es el hecho de que, para dominar los demás patios necesitan, además de la represión física, toneladas de droga siquiátrica que este patio no necesita.
El índice general de hacinamiento, en Colombia, entre las mujeres es de 79%, treinta puntos por encima del soportado por los hombres. Por eso, aunque en este momento en el patio 6 no hay hacinamiento, en sus largos años de detención ellas han conocido épocas obligadas a acomodarse, en indignas condiciones, en asquerosos calabozos o con otras 10 u 11 mujeres en espacios diseñados para cuatro o menos; han tenido que aprender a soportar con dignidad provocaciones y agresiones y han aprendido a juntar fuerzas para salir adelante.
Aquí, como en todas las cárceles de Colombia, se entrecruzan canas e historias de las sesenteñas y las casi niñas cabelleras e historias de las veinteañeras con la historia de mujeres de muy diferentes edades; aquí conviven mujeres condenadas a 40 años con otras cuyas causas aún duermen el sueño de los justos en alguna guarnición militar o juzgado. Algunas, por orden judicial, deberían estar con sus familias desde más de 6 meses atrás. Siguen aquí. Otras, siendo inocentes, llevan más de 10 años detenidas. Dispositivos que no funcionan significan devolución a la cárcel de la detenida a quien se ha concedido libertad condicional, por tiempo indeterminado. Por eso, víctimas de las profundas carencias del actual sistema de justicia colombiano, necesitan y esperan que se imponga la Justicia Especial para la Paz acordada entre el gobierno y las FARC EP, punto central de ataque de los opositores a los acuerdos.
Mientras rondan en las cabezas las preguntas sobre qué va a pasar con sus vidas, pulseras, gargantillas, sombreros, bufandas, hamacas, sandalias, salen de sus manos. Partiendo de la solidaridad, un grupo intenta colocar su producción en redes alternativas. Otras trabajan para contratistas que aprovechan su situación pagando míseros pesos destinados a suplir obligaciones del Estado, como la compra de elementos de aseo, y que ellas quisieran alcanzaran para poder enviar algo a sus familias. Tal vez ello fuera posible si el Estado cumpliera su obligación de facilitar la materia prima para la elaboración de los productos y garantizar los elementos y equipos necesarios.
Foto: JoseAlejandroGomez-El campesino.co
Cómo garantizarse la vida cuando estas paredes sólo sean un recuerdo, es otra angustia que aparece, pues otra obligación que el Estado incumple es la de la capacitación, la cual hace parte del “proceso de resocializaciónâ€. Cursos que inician y nunca terminan por ausencia del profesor o de las estudiantes o por falta de equipos y de materiales y cursos que terminan pero no tienen continuidad por los mismos motivos, convierten en una burla lo que el sistema penitenciario presenta como programas de formación y capacitación. La situación afecta, además, la posibilidad de rebaja de pena por estudio.
El patio 6 es considerado Patio de Seguridad, lo que para ellas significa mayor aislamiento. No se les permite circular fuera del mismo y si lo hacen deben hacerlo en compañía de la guardia penitenciaria, lo que genera, incluso, complicaciones para la participación en los cursos de capacitación y en algunas otras actividades a las que las detenidas tienen derecho.
A pesar de ello, sonrisa y satisfacción acompañan la voz que cuenta cómo han ido entregando a líderes de otros patios información sobre derechos e incluso formatos que han sido usados para acciones de derechos que, cuando suceden, son achacadas al patio 6 y originan agresiones de la Guardia y aumento en el aislamiento.
Tienen claro que sus carceleras y carceleros pretenden disminuir su fuerza interna, golpear su autoestima y las visitas conyugales son, quizá, la mayor expresión de humillación. Madrugadas desde las 2 de la mañana, obligadas a desnudarse y luego de la requisa subir a los buses que las conducirán, esposadas, a veces durante horas, hasta Cómbita, Boyacá, algunas, por ejemplo. Horas y horas de ansiosa espera en los buses detenidos, con frío y hambre para que un “tiene 45 minutos†seguido de obscenidades, se oiga en la puerta de un sucio, maloliente, oscuro espacio, sin que siquiera sea posible conversar. ¿Por qué son siempre ellas las que deben sufrir el humillante traslado? ¿Por qué la brutalidad matando el goce?
Queremos ser libres para ayudar a construir un país sin rejas
Foto: Milton Ramirez
En el patio 6 es esperanza la que se siente cuando se refieren al proceso de paz adelantado por sus organizaciones con el gobierno colombiano, el cual esperan las beneficiará. El optimismo es la nota que se impone. Las inmensas movilizaciones populares exigiendo el cumplimiento de los acuerdos son la mayor causa de ese optimismo. Pero también lo son el premio nobel que consideran un respaldo a ese cumplimiento y el gran apoyo internacional. Con satisfacción recibieron la carta de los rasos del ejército nacional apoyando la Justicia Especial para la Paz. ¿Constituyente o Cabildos populares? se preguntan. Y se alegran todas por el reinicio de las negociaciones entre el gobierno y el ELN.
Se habla acerca del hecho de que habiendo cumplido las FARC EP con lo relativo a entrega de armamento, según lo acordado, le corresponde al Estado decretar la amnistía e indulto para mil prisioneros de las FARC EP, acuerdo que favorece a algunas de ellas. Más de una se pregunta cómo será una navidad en familia.
Mientras tanto, se dilatan y enredan las solicitudes de permiso presentadas ante el INPEC por familiares y grupos de mujeres que pretenden hacerles llegar su solidaridad y darles ánimo en un momento tan difícil para ellas y se demuestra que no es ambiente de paz el que se respira en garitas y oficinas de un sistema penitenciario, que parte de un Estado que desconoce normativas internacionales y destinado a ser mero instrumento de represión carente de medios, capacitación y, sobre todo, voluntad de imponer una verdadera política de resocialización.
Pero queda claro, también, que este grupo de mujeres, que a tientas intuye las decisiones que afectarán sus vidas, luego de haber pasado por historias de horror y continuar sufriendo la indignidad de la prisión, continúan con decisión, luchando por sus derechos como prisioneras políticas, por su libertad y a la espera de que con el cumplimiento de los Acuerdos de la Habana por parte del gobierno y de las FARC EP y los avances con el ELN, esté más cerca el momento en que se abran las rejas y cual mariposas puedan ellas recuperar sus vidas en el país que han soñado y sueñan continuar ayudando a construir. Un país sin rejas. Es decir sin la injusticia que las alimenta.
Bogotá, octubre de 2016
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Da click aquí para ver y escuchar el mensaje de la presa política Liliany Obando desde la cárcel el Buen Pastor en Bogota. 15 de noviembre de 1994