«Ni medio valen las palabras. Las palabras públicas de la gente pública. No valen nada. Es ya una de las lecciones que ofrece la política venezolana. Quien la haya seguido con detenimiento, aquel que haya sido un cuidadoso lector de los medios de comunicación, tendrá seguro un inmenso caudal de prejuicios, por no decir de juicios, contra el valor y la importancia de la palabra pública. Se ha visto que en el mundo político, ella ha sido dotada del único objetivo d…e servir al inmediato interés del que la usa, al margen de toda consideración de sobrevivencia en el tiempo. Tal como envejece el periódico de ayer, lo hace igualmente, y sin remedio, la palabra política que no pretende trascender en lo absoluto a unos instantes. Es una flor de vida efímera, desinteresada por la memoria. Y ello ocurre, sin duda, porque su duración, aunque fuese corta, su sobrevivencia más allá del tiempo que a sí misma se destina, revelaría la vaciedad que en esta palabra pública se encierra, la mentira que la alimenta, la iniquidad de la que con tanta frecuencia es cómplice y guardiana.
Ya forma parte de la cultura política, con expresión casi diaria, la renuncia cuyo verdadero objetivo es la continuidad; lo mismo que la proposición que nace y se expresa bajo el íntimo convencimiento de que no va a ser aceptada; o al anuncio que anuncia lo que no va a ocurrir, y que es casi un un síntoma inequívoco de que ocurrirá…..»
ALFREDO MANEIRO. 27.7.1982