¿NICOLAS MADURO EN UN LABERINTO?

Federico Ruiz Tirado

Transcurridos unos días desde su más reciente mensaje a la nación, me he preguntado si alrededor del discurso político del Presidente Nicolás Maduro no giran algunos signos sobre los cuales vale o no la pena reflexionar.

Me refiero concretamente a los significados y/o significantes de sus palabras, a los metalenguajes, a la emisión de sus mensajes y al copioso campo verbal que despliega frente a una población desesperada y ansiosa de aciertos, de claves para sobrevivir a la incomprensión de la realidad, a la guerra económica y de precios y así situarse con esperanza y ver cómo hace con el cúmulo de sacrificios que carga sobre su lomo.

 

El huracán, el ojo, la tramoya

Mi percepción es que el Presidente, por distintas razones, no puede verbalizar sus más profundas angustias, que para muchos serían admisibles si consideráramos la existencia de un conjunto de tramoyistas que no han podido trazar la necesaria frontera entre el discurso-real y llamada política ficción.

¿Existen los tramoyistas, aquellos que construyen la escena desde donde el Presidente emite sus enunciados? A estas alturas, no debe haber dudas sobre eso, en el sentido de que un Jefe de Estado como Nicolás Maduro, además de ser el conductor político de un proceso de transformación social iniciado por el Comandante Chávez, cuya velocidad de acción y pensamiento mantuvo en jaque permanente a los factores de poder e hizo tambalear el statu quo de la IV república, sus múltiples actores nacionales y transnacionales, imperiales e insaciables, está, además, en el blanco, en el ojo del huracán.

 

El capitán visible

Mi reflexión tiene por eso un viso de preocupación que debe entenderse, también, como un alerta múltiple, pues los venezolanos estamos en un campo de guerra, de campos minados y fuegos cruzados; fuegos éstos que a veces emergen de las sombras que parecen cobijarnos y pueden dar en el blanco, y la más de las veces se abren camino desde afuera, desde las maquinarias bélicas de lo mediático, del terrorismo imperial.  Maduro, con tropiezos a veces reconocidos por él mismo; con cautela y logros, es el capitán visible de esta disputa por la paz, la soberanía, la estabilidad política y social.

 

La  lengua y el ensamble

Demás está decir que no es insubstancial examinar los matices del tema que planteo. El discurso del Presidente es una pieza vital en este ajedrez sombrío que se juega la patria. Eso lo sabemos propios y extraños. Es un abecé de las ciencias y teorías de la comunicación. No es una baratija, es un arma de guerra el discurso del Jefe del Estado. Maduro es el sujeto, el emisor, el mensaje, la fuente principalísima. Es quien –más y mejor que nadie-  debe saber de qué habla, cuando habla, cómo habla. La lengua es clave en su papel de ensamblar, orientar, dotar de sentido el imaginario revolucionario, guerrero. Su discurso debe acometer, direccionar el avance táctico. No lo dudemos.

Por eso, mientras el país se bate en la incertidumbre, instalada en la cotidianidad de la guerra siniestra y perversa que ejecutan los actores antinacionales, y la sensibilidad digamos ética y los valores revolucionarios sembrados en el legado de Chávez se resienten cada vez más, acosados por la avasallante metralla mediática y la práctica «proteccionista» (que ya se está convirtiendo en una cultura) del Ejecutivo, los tramoyistas de la escena olvidan que el rol del Presidente Maduro no es el de un mago que saca de la ajada chistera de la renta petrolera bonos y otras prendas residuales, clientelares, al modo de la vieja política.

 

Las claves

¿Será ésta parte de la causa de su rostro angustiado, la repetición automática de sus propuestas? ¿Cuántas claves más debemos descifrar entre quienes lo aplauden de pie, entre quienes le desordenan las láminas; su semblante a veces ofuscado que muestra a los cuatro vientos, sus bromas incompatibles con los ojos asombrados del colectivo deprimido por el alza vertiginosa de la comida, sus interpelaciones y llamados a la ANC y al gobierno para que arranquen los motores del autobús que él conduce, cómo lo leemos, cómo lo interpretamos?

Estoy hablando de lo que está entre bastidores. La guerra que se cuece en la intemperie la vivimos en carne propia.

No temamos en decirlo.

No creo que sea demasiado tarde.