El anuncio del otro «anuncio», el del lenguaje construido por señas, alusivo a la paz y dirigido a una comunidad afectada por discapacidades asociadas a la pérdida de la audición y a la mudez, generó, muy probablemente, un cierto estado de «intriga» en la psique de un sector mayoritario de Venezuela, del país, que, aunque acostumbrado ya a estos estilos «comunicacionales» del Presidente Nicolás Maduro y del Ministro Jorge Rodríguez, que oscilan entre el balbuceo de la bonificación de la pobreza y el reality show en torno a determinado evento, esperaba en lo más recóndito de su existencia una señal de enfrentar la agobiante crisis que vivimos o padecemos.
Sí, seguramente había una cierta ansiedad concentrada la noche del 18 de febrero, sobre todo después de la denuncia que el propio Jefe de Estado hiciera públicamente del espectacular robo de 1 millón de Cajas de Claps por parte de unos «hijos de la gran madre», como él mismo los calificó.
Quedamos perplejos ante el impacto de semejante sorpresa de anoche.
¿O no?