NICOLAS MADURO, AQUÍ Y AHORA

Federico Ruiz Tirado

                                                                                            (I)

Más allá de este temerario asomo a ciertas consideraciones expuestas en diversos y múltiples textos (críticos o no) sobre Fernando Pessoa, los aforismos presentes en su obra ortónima o en sus heterónimos conocidos, quiero tan sólo traer a la memoria a Bernardo Soares y al Libro del desasosiego, como motivo para escribir esta  corta y quizás lacónica -pero concisa- nota sobre el Comandante Hugo Chávez y el Presidente Nicolás Maduro.

 

Escribió Soares, lo dejó ver Pessoa:

 

“Y yo, verdaderamente yo, soy el centro que no existe en esto sino mediante una geometría del abismo. Soy la nada en torno a la cual gira este movimiento, sin que este centro exista sino porque todo círculo lo tiene. Yo, verdaderamente Yo, soy el pozo sin muros, pero con la viscosidad de los muros, el centro de todo con la nada alrededor”·

 

Dijo Hugo Chávez el 25 de febrero de 2012:

 

 â€œChávez no se acabará, Chávez ya no soy yo, Chávez está en la calle, en los pueblos, se hizo alma nacional, sentimiento para seguir dando la batalla por Venezuela”.

 

¿Quién puede olvidar este vuelo sonoro de palabras, su sentido de trascendencia contenida, escuchado en lo más profundo del país y del mundo, aquel  25 de febrero de 2012 antes de partir nuevamente a La Habana desde donde regresó para fijar inmortalmente su huella y su ética en el campo de valores psíquicos y afectivos de la Venezuela de los desposeídos, que era la constitución subjetiva de un campo de batalla entre el bien y el mal; de una lucha de clases real entre los poderosos y los pobres, entre los dueños de los medios de producción y las mayorías esclavizadas del capital, trabajadores asalariados, obreros y excluidos?

 

Ese fue Hugo Chávez, y el desencadenante de sus palabras, dichas el 8 de diciembre de ese mismo año,  expresado desde muchos modos, simbólicos y reales, de carne y hueso, es el chavismo.

 

                                                                                     (II)

Hoy día, a cinco años de su ausencia, mucho se dice y desdice de su última proclama, cuando anunció a Nicolás Maduro como el guía del proceso de construcción del socialismo en las irremediables circunstancias de su muerte.  

Se dice que el chavismo es una corriente sin estructura orgánica “clásica”, al modo como alguna vez cuestionó Gramsci el concepto de vanguardia, o lo contrario de la concepción de Lenin y el Partido Bolchevique; o que  el “Chavismo” se funda siendo una expresión que identifica el liderazgo del Comandante y así, o en sí misma, es la fuente de  una forma específica de concebir el ejercicio de la política y el hecho político, desaprendiendo los discursos tradicionales de la izquierda, llegando, incluso, a compararse con los procederes que el General Perón ejerció para construir un liderazgo basado en el caudillismo y, en el caso del “chavismo”, sin ideología a pesar de la identificación de Chávez con Bolívar, Zamora y Simón Rodríguez.

 

                                                                                     (III)

Sin duda que el Chávez que finalmente llegó a Mészáros, tras la comprensión inacabada del pensamiento y acción de Alfredo Maneiro y recorrió por igual a Giordani y quizás con más intensidad a Enrique Dussel  al momento de declararse cristiano, desafió quizás éstos y otros relatos para advertir que la clave para sustituir al capitalismo, no sólo pasaba por la armazón de otro modelo, sino por desmontar la lógica del capital.

Se desdice de Chávez también y con curiosidad lo destacamos, desde la izquierda que no alcanzó a tratar lo que él se planteó como una urgencia revolucionaria. Como lo escribió Wladimir Ruiz Tirado en su libro “Las lógicas de Chávez” título que representa la principal tarea pendiente del tiempo presente para el Presidente Nicolás Maduro y la vasta corriente humana y chavista que lo acompaña:

 

“Pues bien, la supuesta locura de Chávez ha sido la de plantear y explorar, por la senda de la revolución, otra vía, una salida distinta, al yugo prepotente de la razón imperial. Valga decir, la búsqueda de una lógica distinta a la del capital y sus agentes, tanto nacionales como internacionales. Si esta disidencia a la razón omnipresente de Occidente es locura, como pérdida de la razón occidental, bienvenida sea. Pero, habría que agregar, si esta es la locura de Chávez, ella es, a la vez, colectiva y asumida por quienes le acompañamos en esta empresa de intentar cambiar a Venezuela: militares, trabajadores, mujeres, jóvenes, campesinos, intelectuales, amas de casa, pensionados, clase media, estudiantes, entre otros “muchos”. (p.9)

 

Por eso vale preguntarse, ¿cuándo comienza Chávez a comprender y a palpar la existencia del chavismo como una fuerza motora de la transformación social y de sus propias concepciones revolucionarias? O, cuándo las mayorías venezolanas nos hacemos de un cuerpo ideológico, ético y contra hegemónico al que denominamos simplemente chavismo y para referirnos a Chávez le decimos “Chávez nuestro”?

 

                                                                               (IV)

Chávez trastocó todo lo pensado y nos sitúo en disputa colectiva frente al quehacer y a la calidad de la revolución y de la política. Alimentó desde ese parecer el debate, contrariamente a lo que se le ha pretendido endilgar desde los reductos de una izquierda en silla de ruedas: que no toleraba la disidencia, que no era democrático en la discusión.

Para finalizar estas notas, lo haré puntualizando dos aspectos: como lo ha señalado Farruco:

 

“No aceptes la idea de la existencia de un supuesto “madurismo”. No existe como tal, pues carecería de sentido. El propio Chávez nos definía como bolivarianos y tardó años en aceptar lo del “chavismo”. Cuando por fin lo admitió como una realidad, lo hizo a condición de que Chávez ya no era él, de que Chávez éramos todos, como una idea que nos expresaba. En consecuencia, lo mejor es desconfiar de todo aquel que hable de “madurismo”. Esa es una especie que manejan los enemigos de la Revolución.

 

 

 

                                                                                     (V)

Es por ello que no alentamos ni dudas ni discusiones baldías sobre el rol del Presidente Nicolás Maduro y su candidatura presidencial, que en las actuales circunstancias de asedio imperial y de conflagración bélica promovida por la derecha tradicional, debe ser el emblema de acción del chavismo, el salvaje, el primitivo, el raigal, el histórico, el crítico, hasta avanzar y profundizar la revolución bolivariana que Hugo Chávez nos trazó en el primer plano de su despedida.