De Lula hacia la derrota de los otros liderazgos
Lula señaló a AFP que la recomendación que le dio a Maduro fue la de «evitar el aislamiento de Venezuela», sin que el presidente venezolano «adoptara» sus indicaciones enviadas en una carta al recién fallecido Chávez. Sobre el Comandante, Lula, por otra parte, señaló que lo admiraba, pero sin embargo mantenía diferencias que lo habían llevado a transmitirle «su experiencia sindical porque Chávez tenía la cabeza un poco militarizada».
En el mismo tono, el brasileño expresó que varias veces le dijo a Chávez que «no debía ser voluntarista y tratar a Venezuela como si fuera suya». Al igual que hablara menos de «Simón Bolívar y más de industrialización», como si una cosa quitase la otra, o si referirse más a las fábricas de acero y aluminio hiciese que crecieran como samanes regados con palabras.
Declaraciones no muy felices, por cierto, del ex presidente brasileño que obligan un poco a pinchar la burbuja de condescendencia y los masajes a su ego que existe en el ámbito de análisis y pensamiento progresista. Desde Pepe Mujica hasta Lula se ejerce una especie de libre derecho a la crítica a Nicolás Maduro por cómo afronta la guerra política regional que tiene a la mayoría de los liderazgos desplazados del poder. Según este sentido común, Maduro aísla al país, y Diosdado obligó a Donald Trump a ordenar el bloqueo contra Venezuela.
Entonces de plano hay que empezar por decir que las palabras de Lula provienen de un dirigente al borde de la muerte política, que según sus propias palabras se mantiene en el ruedo para evitar que eso suceda por la sobrevivencia de su figura y la de su partido. A todo lo que llegó por obra y gracia de sus propias acciones, y errores, agudizados por una estrategia política consistente a largo plazo dirigida a eliminar cualquier tipo de alternativa política a la dictadura financiera y esclavista que hoy gobierna Brasil. En ese sentido, y revirtiendo su sentencia, no fue Maduro quien lo aisló de la vida política de su país.
De errores estratégicos y críticas al chavismo
Por eso es importante particularizar en Lula la disección del derrotero de los liderazgos latinoamericanos, dado que en reiteradas veces ha centrado la crítica hacia el chavismo en la administración de la economía, y la falta de alternancia política con sus adversarios. En esta dirección, el error siempre remarcado es que el chavismo no ha puesto en el centro de la política la administración técnica del Estado. Sin particularizar que en el caso de Lula su legado administrativo se encuentra prácticamente destruido con el arribo de Michel Temer a la presidencia de Brasil.
Sobre esto, vale la pena recordar que tras su retiro de la presidencia, Lula se dedicó a la actividad privada para hacer giras internacionales en pos de los negocios de transnacionales brasileñas. Hoy, años después de esa salida del poder, estas empresas se encuentran judicializadas, y su figura, junto a la de su partido, al borde de la proscripción. Su proyecto de Brasil potencia se chocó contra una realidad que sus discursos no anunciaban: Nunca fueron bienvenidos en el convite de las potencias y los negocios internacionales por lo que largamente abogó para calmar a los mercados antes de llegar a la presidencia.
¿Altanería o política de apertura con fuerzas aliadas?
Lula quedó preso de esta realidad que lo obligó a volver al ruedo para intentar, al menos, salvar lo que quedara posterior a la ola privatizadora y desreguladora abierta con Temer. En ese sentido, el imaginario del Brasil próspero, con el PT adherido a la estructura de partidos, fue una quimera que reveló una verdad incuestionable: la nula construcción de un esquema de poder que blindase lo logrado y defiendese al PT de una posterior asfixia política. Una debilidad que entrecruza a la mayoría de la dirigencia progresista.
Donde existen liderazgos que se vanaglorian de un pasado de conquistas sociales y económicas, totalmente desprotegido en los hechos. Lamentablemente, Lula no puede señalar con el dedo al chavismo de no haber atendido la administración técnica del Estado cuando en su terruño difícilmente pueda decir que tenga algo que mostrar, más allá del lamento por el presente penoso y el pasado glorioso por no haber construido nada que blinde lo logrado. Peor aún, la altanería de sus palabras con Venezuela demuestra una falta total de autocrítica.
Los errores del pasado y la subestimación del chavismo
El problema de las palabras de Lula entonces es desde donde se enuncian, porque fácilmente se puede decir que Venezuela atraviesa por un difícil momento económico, como consecuencia de la asfixia externa agudizada por los errores en la administración del Estado. Sin embargo, lo que sucede en Venezuela, a través de un cerco y asfixia económico desde fuera y dentro, en Brasil se da por el mandato de una dictadura que controla el aparato del Estado, sin que ni el PT ni sus aliados tengan una base de poder sólida que permita revertir esta situación en lo inmediato. Después de todo, en Brasil se prepara un modelo de control social para evitar que cualquier tipo de cambio de rumbo se dé en el corto plazo.
Por eso, si se parte del lugar de enunciación de sus recomendaciones, difícilmente Lula puede arrogarse una posición de superioridad para darle consejos a Maduro sobre cómo afrontar la situación actual del país. Simplemente, porque esta subestimación recurrente del chavismo en el ámbito del progresismo olvida que difícilmente se puede conservar una posibilidad de sostener el rumbo de una nación, sin edificar un piso mínimo de poder que permita un margen de maniobra contra los mismos enemigos que se aprestan a sacrificarlo en Brasil.
Sin embargo, lo más dañino de este tipo de subestimación con el chavismo es que, por izquierda, lo niegan como un interlocutor político válido al considerarlo como una fuerza inferior a la que es necesario darle lecciones. Un error político de extrema gravedad, dado que es lo que se observa en la total descoordinación entre los liderazgos regionales, respecto a Venezuela y los problemas del continente. Lo que de facto niega un nivel de articulación mínimo con el principal Estado que, aún y con todo, se enfrenta a los tratados de libre comercio en la región. Todo en pos de no quedar pegados ante la opinión pública con lo que ha quedado homologado como «la dictadura» de Maduro.
Lo que, además, les impide valorar la capacidad de inventiva y adaptación a la realidad del chavismo, reflejada en cómo el presidente Maduro ha revertido las coordenadas del conflicto interno a su favor. Precisamente, esta fórmula chavista para afrontar el difícil momento regional es lo que, a veces, entre líneas, se evita ser tomado en cuenta por liderazgos que lamentablemente no están en posiciones de dar lecciones. En ese sentido, mucho mejor sería dejar la altanería, y sustituir las declaraciones en forma de titulares rimbombantes con una política de apertura con fuerzas aliadas.
Después de todo, Lula debería recordar que gran parte de su capital político proviene de la derrota del ALCA en 2005, y el envión posterior dado por el Comandante Chávez a los grandes acuerdos regionales. Todo lo contrario a este contexto en el que cada uno de los liderazgos progresistas camina por su lado, como si sus propios países fueran islas alejadas unas de otras.