En su primera participación en política tras la firma del Acuerdo Final de Paz, obtuvo poco más de 52 mil votos. Esta es la crónica de su transformación de guerrilla a movimiento político legal. Tendrá diez congresistas.
Era de esperarse que no obtuvieran el respaldo de la ciudadanía. Una campaña de apenas cuatro días no iba ser suficiente para revertir el efecto de medio siglo de guerra en Colombia. En su primera aparición electoral, la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) consiguió algo más de 52 mil votos, que sellaron su bautismo en la democracia colombiana. Y aunque el balance es crudo, tendrán los diez congresistas que les corresponden por haber cambiado las balas por los votos.
Para quienes dejaron las armas, fue un proceso lleno de tropiezos y dificultades. Por momentos se les vio preocupados, nostálgicos de su vida en la selva, enfrentando micrófonos, fotografías o concentraciones públicas, insultos, rechazo y apoyo. También probaron el día a día de los ciudadanos: las filas para reclamar un subsidio o para ser atendidos por el sistema de salud, los incumplimientos del Estado, la falta de trabajo y de oportunidades. Además, el proceso se cruzó con el cronograma de la implementación del Acuerdo de Paz, que, dicho sea de paso, ha sido complejo, con incumplimientos y dificultades.
Y ya sobre la dinámica misma de la campaña electoral, las cosas no han sido mejores. A dos días de las elecciones, el viernes en la noche, les entregaran un cheque cruzado con el dinero de adelantos que reciben los partidos para realizar la campaña. Adicionalmente tuvieron enormes dificultades para abrir una cuenta bancaria. Como el representante legal del naciente partido estaba aún en la Lista Clinton, ningún banco privado les abrió las puertas. Sólo el Banco Agrario lo hizo y les puso restricciones. En fin, la financiación fue una odisea.
A las restricciones para realizar una campaña normal, por falta de recursos, se sumaron nuevos escenarios de exclusión: los magistrados del Consejo Nacional Electoral no aceptaron que, como todas las colectividades, presentaran delegados para los escrutinios departamentales. Tampoco pudieron participar en los 32 tribunales de garantías electorales ni postular invitados internacionales. Además tuvieron que suspender sus reuniones por cuestiones de seguridad, les mataron miembros locales de campañas en las regiones y sus zonas de influencia están en el fuego cruzado entre Gaitanistas y el Eln.
Como si fuera poco todo esto, su candidato presidencial llegó a la campaña ya avanzada la disputa electoral, debido a quebrantos de salud. En sus primeras dos apariciones públicas, Rodrigo Londoño fue agredido por militantes de otros partidos y ciudadanos indignados. Algunas de esas situaciones se tornaron tan violentas que se vio obligado a suspender la campaña. Y en ese punto de tensión vino el puntillazo final: un nuevo problema cardíaco lo condujo de urgencias al hospital, donde le practicaron una operación a corazón abierto. El resultado: tuvo que deponer su aspiración.
Así llegaron a la jornada de este domingo, golpeados por el paso más difícil que han dado en sus vidas: abandonar la violencia como arma política para usar las palabras y convencer a los electores. Pero, sin importar los resultados, que en general eran previsibles, ahora la FARC tendrá cinco senadores: Iván Márquez, Pablo Catatumbo, Carlos Antonio Lozada, Victoria Sandino y Griselda Lobo, así como cinco representantes a la Cámara: Jesús Santrich, Bayron Yepes, Marcos Calarcá, Jairo Quintero y Olmedo Ruiz. En sus manos está ahora la representación del nuevo movimiento político.
“A ustedes, los humildes, los trabajadores del campo y la ciudad, los jóvenes, los indígenas, los afrodescendientes, los campesinos, hombres y mujeres del común, les decimos hoy gracias, muchísimas gracias. Tengan la certeza de que nosotros no les fallaremos. Que sus voces y reivindicaciones se escucharán y se sentirán con fuerza en el Congreso de la Repúblicaâ€, dijo Pablo Catatumbo, tras depositar su primer voto en la democracia colombiana.
“En los momentos en que me acercaba a la urna para depositar mi voto, primer voto en la vida, sentí la reflexión de que era mi voto de confianza en la democracia colombiana. Que estas elecciones, además, son definitivas para el futuro de la paz. Porque lo que se define es si se va a construir una paz estable o duradera o la continuidad de un país gobernado por una élite excluyenteâ€, agregó Catatumbo.
Hace 32 años, en 1986, las Farc participaron electoralmente desde la plataforma política de la Unión Patriótica (UP), movimiento creado en desarrollo de los diálogos de paz con el gobierno de Belisario Betancur. En esa oportunidad, su candidato presidencial fue el exmagistrado Jaime Pardo Leal, quien alcanzó 328.756 votos. Ese mismo año, en las elecciones parlamentarias, la UP logró 14 curules en el Senado, entre listas propias y alianzas. Su base política creció después con alcaldes, concejales y diputados.
Sin embargo, después de las elecciones parlamentarias y presidenciales de 1986 se multiplicó la violencia política contra sus partidarios. La evidencia es que en apenas cuatro meses, entre agosto y diciembre de ese año, fueron asesinados los primeros tres congresistas elegidos: Leonardo Posada, Pedro Nel Jiménez y Octavio Vargas. El candidato presidencial Jaime Pardo Leal también fue asesinado, el 11 de octubre de 1987. El segundo candidato presidencial, Bernardo Jaramillo Ossa, fue asesinado el 22 de marzo de 1990.
La violencia política contra la UP pasó de largo. Muchos de sus elegidos fueron asesinados en los años siguientes. Esa situación fue determinante para que los diálogos de paz de la era Betancur perdieran su impulso. En el gobierno Barco se fueron a pique. De ahí en adelante, cada gobierno intentó resolver el conflicto armado por la vía política, y finalmente lo logró el de Juan Manuel Santos en 2016. Ahora, las Farc vuelven a la política, y aunque sus resultados electorales no son los mejores, es un logro que sus votos sean hoy más importantes que sus armas en desuso.