No es la economía estúpido, …es la energía.

 

Le atribuyen a Bill Clinton la frase: “Es la economía,… estúpido” pero en realidad la frase la pronunció James Carville jefe de campaña de Bill Clinton en 1992, al referirse que la economía era el factor más importante  que valoraba el pueblo norteamericano al momento de acudir a las urnas electorales.
 

Los economistas formados en las escuelas de pensamiento neoliberal, los cuales abundan en las agencias y organismos internacionales, así como también en   muchos gabinetes de gobiernos por todo los continentes, piensan que son los “Mercados” y no la Naturaleza quien provee los recursos naturales, entre ellos los recursos energéticos. Consideran  a las “Leyes del Mercado” como leyes de las Ciencias Naturales, “La Ley de La Oferta y la Demanda” la consideran tan infalible como la “Ley de la Gravedad” enunciada por Newton, pero ésta ni siquiera es infalible como nos enseña la Física Cuántica, , pues es de carácter probabilístico, por ejemplo: si lanzo una piedra al aire según la Ley de Gravedad caerá al piso, pero como esta ley es probabilística existe una probabilidad muy remota (desestimada por razones prácticas) de que la piedra no llegue a caer al piso.
Podemos afirmar que la economía es 100% dependiente de la naturaleza, de hecho, de la energía disponible. Es el control de las fuentes de energía (incluyendo la fuerza del trabajador o energía endosomática)  lo que ha creado la “Riqueza Capitalista”. El capitalismo trata a la naturaleza igual como trata a los seres humanos, es decir, explotándolos al máximo, pero resulta que  los recursos naturales son finitos, es por ello que nos encontramos en las puertas de la mayor crisis energética que haya padecido la humanidad, la cual comienza a manifestarse de diferentes maneras.
 

Los humanos como todo ser vivo somos organismos energéticos y tenemos la capacidad de generar energía endosomática a partir de la ingesta de los alimentos que provienen del mundo animal y vegetal y así, los humanos sobrevivimos cuando aún no utilizábamos otras energías externas o exosomáticas, prueba de ello es nuestra propia existencia.
La cosa comenzó a complicarse hablando simbólicamente, cuando “Prometeo”  robó el fuego a los dioses para dárselo a los  hombres contraviniendo la autoridad de Zeus, poderoso Dios del Olimpo y declarado enemigo de los humanos, de allí su sentencia que  condena eternamente a Prometeo a permanecer atado desnudo  a un pilar en las montañas Cáucasas. (“Prometeo Encadenado”).
 

Con el uso del fuego se dio inicio a la primera civilización energética basada en la leña,
que a la par de darle a la humanidad un impulso durante varios siglos en el desarrollo de diferentes técnicas y artes, entre ellas la fundición, también ocasionó estragos en los bosques y produjo enfermedades respiratorias en las grandes ciudades de la época.
Aún hoy en el siglo XXI millones de personas obtienen parte de la energía que necesitan a partir de la leña, incluso en países del llamado “Primer Mundo”. Es en la segunda civilización energética basada en el carbón mineral cuando se produce la “Revolución Industrial” con el desarrollo de la máquina de vapor y su impacto en el modo de vida de los humanos. Aún hoy una parte sustancial de la generación de energía eléctrica se produce en usinas que utilizan el carbón como energía primaria. A finales del siglo XIX e inicio del siglo XX entramos a la tercera civilización energética basada en los hidrocarburos líquidos y gaseosos. Hoy en los inicios del siglo XXI  nos encontramos que la producción de esos recursos hidrocarburíferos ha llegado a su cenit, debido a la explotación irracional, despilfarradora y anárquica que ha impuesto el modelo capitalista con su insaciable y voraz acumulación, reproducción y concentración en pocos del capital a través de la apropiación exclusiva de la ganancias (Plusvalía), lo que ha creado una sociedad donde cada día los menos tienen más y los más tienen menos.
 

La pregunta es: ¿Cómo vamos a enfrentar esta crisis energética?
La respuesta a esta interrogante es compleja, veamos:
 Hay quienes proponen intensificar la búsqueda o exploración de hidrocarburos que llevaría a incrementar las reservas y el uso de nuevas tecnologías de explotación con perforaciones más profundas, también costa afuera debajo de los lechos marinos, en zonas inhóspitas como el Ártico; con el consiguiente aumento de los costos de producción. Lo cierto es que ya los grandes yacimientos hidrocarburíferos han sido descubiertos y el factor de recuperación no pasa del 20% (El factor de recuperación es el  porcentaje extraíble económicamente viable del total de hidrocarburo que contiene el yacimiento). En el año 2006 el consumo de hidrocarburos líquidos y gaseosos en barriles equivalentes fue de 130 millones de barriles diarios, cifra que tendría que incrementarse para poder sostener el crecimiento económico el cual esta íntimamente ligado al consumo energético. Coinciden los estudiosos más serios que por esta vía no es posible sostener la matriz energética actual.
Otra propuesta es ir sustituyendo los combustibles líquidos, por biocombustibles: etanol y biodiésel, lo que tendría como consecuencia destinar millones de hectáreas de cultivos de oleaginosas, caña de azúcar y otros cultivos en detrimento de la producción de alimentos y crear grandes extensiones geográficas dedicadas al monocultivo, haciendo esas tierras más dependientes de semillas transgénicas, herbicidas y fertilizantes producidos a partir de hidrocarburos,  con las terribles consecuencias para el ambiente y la salud humana. Demostrado esta,  que el balance energético en la producción de biocombustibles es negativa, es decir,  se necesitan más unidades energéticas equivalentes de otras fuentes para producir menos unidades energéticas equivalentes de biocombustible.
También están los que proponen la construcción de un gran número de centrales núcleo eléctricas, lo que traería grandes riesgos y la oposición de las potencias dominantes  que quieren reservarse para ellas esa tecnología. (Irán es un ejemplo de ello). El uranio también es un recurso natural finito y para la extracción, transporte, enriquecimiento, Etc. de ese mineral se requiere gastar grandes cantidades de energía de origen fósil.
Cada día aumenta la opinión pública favorable al uso de la producción limpia de energía a través de generadores eólicos (molinos) y celdas fotovoltaicas (paneles solares) y otras energías limpias como la geotérmica, de las mareas, hidroeléctrica, Etc.
Se habla con mucha insistencia que el hidrógeno será el combustible del futuro por ser el elemento más abundante del universo y sus bondades ecológicas, pero el hidrógeno no es una fuente primaria de energía, sino un vector energético y hasta el momento se necesita mucha energía para obtenerlo por electrólisis a partir del agua  o a partir de hidrocarburos gaseosos. Lo más racional sería obtenerlo a través de energías  limpias, preferiblemente eólica lo que resolvería el problema del almacenaje del excedente de esta fuente.
 

Creemos que la solución para poder hacer viable la vida en el planeta no está en ninguna de esas propuestas, sino en la combinación de todas ellas e ir avanzando hacia una matriz energética que privilegie el uso de sistemas lo menos contaminantes posibles y de generación distribuida logrando una nueva geometría de generación energética,  pero  lo más importante es la reducción drástica del consumo energético despilfarrador y contaminante.
Para ello debemos hacer cambios radicales en los sistemas de transporte, ir disminuyendo el uso del vehículo individual y privilegiar el uso de los sistemas colectivos, llámese tren, tranvía, trolebús, metro Etc. Racionalizar el alumbrado público, utilizar en los hogares y oficinas bombillos de bajo consumo, diseñar las viviendas con el uso de materiales y morfología que la hagan más frescas en verano y protegidas en el invierno, debemos aprender de los pueblos originarios,  respetar la forma de construir de nuestros pueblos e incluirlos en los diseños de sus viviendas, deshacernos de cientos de electrodomésticos que no son necesarios, privilegiar los envases y empaques retornables a los desechables y reciclables, desconcentrar las grandes ciudades. En definitiva bajar drásticamente el consumo.
En el capitalismo (Sociedad de Consumo) no hay solución, sólo en una sociedad donde el interés colectivo este por encima del interés individual será posible encontrar respuestas viables a este desafío que amenaza la existencia de la humanidad.
 

F. David Arráez Y.
 

 

 

 

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