EDITORIAL
“Todo es ilusión, menos el hambre.â€
Una sexta parte de los habitantes del planeta padece de hambre. La mayoría de ellos, en términos porcentuales de la población, está en África, con 20% de afectados; Asia con 11,7% y Latinoamérica y Caribe con 6,6% – según evaluación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), de la Organización Mundial de la Salud (OMS), del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés).
A pesar de las altas cifras y del hambre ser una realidad en los países llamados como subdesarrollados, aquellas personas que intentan –por desesperación– escapar de la muerte migrando para otros sitios son sistemáticamente criminalizadas y muchas mueren antes de llegar a sus destinos. Las muertes de estas personas siquiera son contabilizadas. Los refugiados del hambre no son “migrantes por razones económicasâ€, es decir, no están buscando tener una vida mejor en otros países, sino que son forzados a dejar sus lugares de origen por una cuestión estructural que no les ofrece otra alternativa.
Aunque sea evidente que el no acceso a alimentación pone en riesgo la existencia de la persona y que ésta es una cuestión básica de manutención de la vida misma, la Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados y su protocolo de 1967 no consideran a los que huyen del hambre por la vía migratoria como refugiados. Esto significa que al llegar a los destinos, sobre todo a los países llamados desarrollados, estas personas son calificadas como “migrantes ilegales por razones económicasâ€. El hecho de no haber amparo legal que justifique su migración hace que estas personas sufran discriminación y también persecución por su condición de “ilegalâ€. Las víctimas del hambre son convertidas en delincuentes.
La ONU atribuye la problemática del hambre, sobre todo el aumento en las cifras en los últimos cuatro años, a los conflictos entre las poblaciones y a eventos relacionados al cambio climático. Sin embargo, no mencionan que las políticas de agricultura y cambio climático llevadas a cabo por los países dichos desarrollados son una de las raíces del problema que condena millones de personas a la muerte por falta de alimentación adecuada.
Las lógicas del desarrollo y la posición de los países que sufren con la pobreza y la miseria son factores importantes para comprender las causas del hambre en el mundo. El llamado “pacto colonial†de lo cual habla Jean Ziegler, lleva a cuestionar cómo es posible que con la actual capacidad de producción de alimentos –que es el doble del total necesario para abastecer a la población mundial– la hambruna sea una realidad. No es falta de recursos, es un juego de poder que utiliza el hambre como forma de sostener una hegemonía económica, social, cultural y política.
A pesar que el acceso a una alimentación adecuada figurar como derecho humano, los gobiernos, las corporaciones, los organizamos que promueven el endeudamiento ilegitimo de los países y los organismos que promueven la liberalización del mercado la ven como una violación a su “derecho de dominaciónâ€. Y, mientras estos últimos invierten sus mejores esfuerzos en la producción de maíz, arroz y cereales para producir biocombustibles, el acceso a la alimentación adecuada se convierte, cada vez más, en un privilegio por las alzas de los precios de los alimentos. Habría que pensar si mantener poblaciones enteras sometidas y rehenes de las decisiones tomadas por un grupo de organismos que sobrevive a costa de las más básicas necesidades de las personas no es, per se, una violación a los Derechos Humanos.
Lo que nos preguntamos desde Virginia Bolten es: ¿No dar la posibilidad de que las personas afectadas por el hambre busquen alternativas no sería igual que someterlas a un campo de concentración?
Fuentes:
ZIEGLER, Jean. El hambre en el mundo explicada a mi hijo.
ZIEGLER, Jean. BETTING ON FAMINE: Why the world still goes hungry.
FILARDI, Marcos Ezequiel. El derecho humano a la alimentación adecuada.