En días pasados escuché a nuestro presidente Nicolás Maduro aludir una suerte de lema que se convirtió en una coletilla de los puntos de cuenta de los ministros. Fue algo así como por no dejar, como si Maneiro hubiera sido un prócer enciclopedista quizás por el empeño o por el carácter simbólico que utilizó Chávez para referenciar y enfatizar las cualidades de parte de su legado: la calidad y la eficiencia de la acción del gobierno revolucionario, de la acción de la política pública, pronosticada por Alfredo hace más de tres décadas.
No me llamó la atención ese aspecto porque todo lo subyacente, todo el trasfondo de esas categorías, no me eran ajenas desde los tiempos de mi cercanía con Federico Ruiz Tirado hace más de 30 años, cuando yo militaba en la Liga y él en la Causa R. Federico lleva un tiempo prepararando un libro sobre la vigencia de ese filósofo constructor, movilizador, marxista, con un pasado coherente en la lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad venezolana. Chávez y Maneiro fueron enyabados por FRT hace 39 años.
Reflexioné y ese ejercicio arduo me llevó a situarme ante el problema de la vanguardia, de sus aciertos, de sus desaciertos, de esa camisa de fuerza que ha significado la condición rentística del Estado y su represa para el desarrollo de una fuerza revolucionaria en cuyo corazón palpitara la clase trabajadora, entrecruzada con otros sectores de la sociedad venezolana: desde los empresarios nacionalistas y patriotas, hasta la clase media emocionalmente comprometida con los idearios del positivismo, del nacionalismo y del patriotismo bolivariano, que condensan la resistencia del país a los arañazos imperialistas.
Ahora que lo digo la vanguardia no sólo es la clave, sino el quid. Ese punto nodal que el Comandante Chávez tenía entre ceja y ceja: una ampliación de la fórmula por su liderazgo dialógico, por su abarcante influencia en el despertar de la conciencia popular, por su ascendencia en la Fuerza Armada, esa que dejó atrás las dictaduras campechanas y se entregó a los segmentos colectivos que surcan la inmensidad de la patria, a sus riquezas, su poder telúrico, su fuerzas étnicas, su cosmogonía.
No es menor el compromiso histórico que debe asumir el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), sus aliados, los que existen y los que vendrán en su dirección y toda la militancia en el tiempo presente y futuro de la patria, sobre todo en momentos de alta complejidad política y en medio de una guerra económica atroz como parte de un golpe continuado en contra del pueblo y la Revolución Bolivariana.
Todos conocemos por ser historia vivida y siempre contada por nuestros líderes, que el PSUV no fue una organización que naciera para la toma del poder político en el país. Por el contrario, sus orígenes son producto de la necesidad de la creación de una organización para el sustento, desarrollo y consolidación de un proceso hecho gobierno por el liderazgo del Comandante Chávez. Es por tanto un partido que nace en el gobierno, y de ahí todos los riesgos y condicionamientos propios a los que conlleva nacer con el poder político y no nacer para la conquista de ese poder.
Pudiéramos decir, y eso es lo inédito de nuestro proceso bolivariano, que buena parte de nuestra militancia hoy conformada por millones, se perdió una etapa crucial en la formación de sólidos cimientos políticos e ideológicos necesarios en toda militancia revolucionaria.
Así las cosas, con el enorme e infinito liderazgo encarnado por el Comandante Chávez, con ánimo autocrítico, es posible que muchos llegaran a pensar, sobre todo en los primeros años, que poca falta hacía tener un partido para la revolución. Recordemos que esos primeros años fueron también muy difíciles, por lo que vimos salir a relucir las mejores cualidades del líder para ir amalgamando una diversidad de cuadros que fueron configurando las distintas etapas del gobierno. Indudablemente, que cada momento por el que fuimos pasando generó las condiciones que finalmente terminaron en la fundación de nuestro partido, convirtiéndose quizás en uno de sus legados políticos más importantes.
Nunca en tiempos pasados fuimos tantos como hoy levantando y defendiendo las banderas del socialismo como la opción más viable y humana para el desarrollo de la sociedad. Indudablemente llegar hasta aquí es y será sin duda alguna parte de un legado que por más que lo intenten no podrán desaparecer de la faz de este territorio tan fácilmente. A menos que la derecha cambie y deje sus franelitas amarillas y se luzca con los uniformes del fascismo secular de Mussolini o Hitler. No lograron desaparecer la opción socialista ni siquiera en la época que no llegábamos a representar al 5% de la población, mucho menos hoy que es apoyada por millones.
Habrá chavismo por el resto de los siglos en este país. Y habrá guerra, habrá batalla, habrá escaramuzas entre pobres y ricos, habrá saqueos, habrá violaciones de los derechos humanos, hasta que no llegue a sus sienes algo de cordura y terminen de comprender que tanto ellos como nosotros tenemos familias múltiples (hijos, nietos, esposas, madres, abuelas, tatarabuelas, primos, perros, gatos, loros y otros animales domésticos). ¿Tintori tendrá mascota? ¿Los hijos de un descendiente de Caldera coleccionarán mariposas? Somos un planeta diverso, atacado además por las inclemencias naturales, por los horóscopos de los medios privados, por los machaqueros.
Llegamos así a ese tiempo histórico y convocados por el Comandante nos inscribimos en plazas y calles de este país en el PSUV. A algunos nos tomó su tiempo de reflexión tomar esta decisión. No concebíamos ese método para la conformación de un partido. En eso Chávez también rompió el molde y el tiempo se encargó de demostrarlo.
Veníamos de la militancia en partidos de vanguardia, donde hacerse militante pasaba por un proceso de prueba y formación que al final podía terminar en la militancia. La mayoría se quedaba en la esfera de amigos y simpatizantes. De hecho, en las primeras de cambio, nos resistimos a votar por el Movimiento Quinta República (MVR), pero persuadidos como siempre por la historia supimos que era el momento de dar un salto cuántico en la vida política de este país. Muchos de los que formamos parte de la izquierda venezolana, terminamos abrazados a esa posibilidad y nos presentamos con absoluta firmeza a depositar nuestros votos llenos de fe en el futuro que visualizaba el Comandante.
Hay que recordar que otros desde los inicios, quizás movidos por sus egos, nunca admitieron el liderazgo del Comandante. Es harto conocido cómo han ido cayendo uno a uno. Pero hasta eso también es parte de la historia que nunca acaba, y que siempre deberá tenernos en guardia y saber que algunos se van quedando en el camino.
El presente que vivimos, año 2016, encarna uno de los momentos más difíciles de los 17 años de Revolución Bolivariana. Pero la oposición, que tiene un abanico de debilidades, de incoherencias, de derrotas, no la tiene tan fácil. El desenlace no está a la vuelta de la esquina. Pero a diferencia de otros momentos, también de golpes y dificultades, hoy tenemos a un pueblo con niveles de conciencia y participación que está mayoritariamente dispuesto a defender al país.
Al lado de ese pueblo tenemos al PSUV y a los partidos aliados, que en medio de sus propias circunstancias han crecido no sólo en número, sino en niveles de compromiso y conciencia revolucionaria. También tenemos la sospecha de que detrás de esa ola, vienen otras que van y regresan haciéndolo cada vez con más fuerza. Es común, incluso, que siempre veamos carencias y limitaciones y luego las presentemos maximizadas como si fuera un mal general en nuestras organizaciones, obviando todo lo que se ha alcanzado.
Hay que preguntarse entonces. ¿Qué fuera de nuestro proceso si no contáramos con esa potente organización política que tiene en su seno a millones de hombres y mujeres trabajando día a día por su consolidación? Creo que lo mejor que nos puede ocurrir en el PSUV es dejarlo ser. Por supuesto, también debemos revisar las malas prácticas que nos han llevado a comportarnos como un partido que gana elecciones, con alto grado de burocratismo, sectario y con conductas clientelares, situación que nos tiene ocupados en estos días aciagos por los que atravesamos y que deben terminar por propiciar a lo interno todo un proceso de reinvención del partido para generar la organización revolucionaria que debe tener toda revolución.
Esa es la palabra: reinvención. Que se reviente como el arte, como la ciencia, como la poesía y su lenguaje, que incursione con otros vocablos, con otros hombres y mujeres. Es tiempo de cambiar todo lo que haya que cambiar, pero con humildad, sin revanchismo y bajo una profunda conexión amorosa con el pueblo y sin mezquindades.
Posiblemente el único efecto que pudiera ser valorado como positivo de la reciente derrota electoral el 6D, es llegar a la conclusión de que con lo que tenemos no nos alcanza y es necesario un profundo proceso de rectificación para una total renovación política en el discurso y el liderazgo como ha sido planteado por el compañero presidente Nicolás Maduro.
Debe convertirse en objetivo de vida como militantes, en una forma de ser, entender que toda la fuerza y accionar de este partido deben concentrarse en la defensa de un proceso que como nunca antes es abiertamente amenazado por el imperio más poderoso del mundo. No hay justificación alguna entonces para que esta nueva etapa no sea asumida con valentía. Tenemos que estar convencidos que toda diferencia por más importante que sea tendrá que ser puesta en segundo plano en favor de la unidad verdadera y en torno al liderazgo del compañero presidente Nicolás Maduro.
Estamos en medio de un golpe en desarrollo. No le tememos, no nos asusta, pero no porque nos guste echarnos de guapetones, sino porque la vida, sin revolución, marchita la esperanza, seca la ropa sucia, nos aleja de la alegría, del tiempo que es infinito mientras la vida es corta y su único sentido es implícito a ella misma. Aunque sean frases repetidas, es necesario tenerlas siempre presente en nuestro discurso y accionar diario, asumiendo nuestro rol dirigente en tiempos de paz pero con vientos de confrontación en el frente de batalla.
Adelante, camaradas, hermanos de vida.
Por: Miguel Leonardo Rodríguez
Misión Verdad