por A Hugo Chávez
Mi llanto por ti es tan largo e infinito
Como el que por mi madre y mi padre Doy. Me mantengo en tu mirada,
con tus recuerdos, en tus manos osadas gesticulantes.
En el hombre que interroga a diario con su callada sombra.
Sé que me escuchas desde tus baldíos,
desde los suspirantes rostros de tu pueblo,
desde las abiertas sonrisas de tu gente.
Mi madre octogenaria con su cabello indio
ennegrecido te llamaba chavito.
Aquí en tu tierra estoy, en la tierra de tus ancestros,
de tu vida y tus andares,
como reminiscencias de muertos familiares.
Tu partida como la llanura,
curvó la existencia hasta de los que te odiaron
desde sus armazones consumidas.
La copla del diablo aún resentida aúlla,
con el azufre del opresor en ristre,
danzando en el Caribe están
en un viscoso espacio de impotencias diluvianas.
Tus arengas de levantar banderas pisoteadas
ilustraron la barca de Caronte un día
y las sombras de Lorenzo el Barquero
te asedian por el paso de Mata e’ Totumo
llamando a chicos y grandes
en sus voces confundidas,
bajo lagrimas torrenciales en asfaltos de todos los mundos.
Como olvidar tú angustia por unos en el ocaso,
Cuando ya venias hacia la muerte.
Los vientos huracanados creados por ti,
son ahora pitidos de rufianes acobardados,
prontos a la estampida sin dilación.
Sin ti, mi mundo es la nostalgia del poder ser,
como niño solitario en medio de la llanura,
como llaneros llamando ganado desde la sombra,
de luto se viste las lobreguez que viven en los ranchos,
esos que resurgen como cabezas empaladas en las entradas de los pueblos.
Barinas, 5 de marzo de 2018