¿Dolarizar es la cura? Seis claves para desarmar a Francisco Rodríguez

 

La propuesta económica sobre la dolarización en Venezuela en medio de la diatriba electoral pautada para el 20 de mayo, es presentada como la fórmula para todos los males de la economía venezolana. ¿Es esto cierto?

 Si bien la cuestión monetaria es fundamental en el hecho económico venezolano, no es el único componente de esta trama. No obstante la relevancia del tema, por haber calado ahora en diversos espacios de la vida nacional bajo el supuesto de que «todo está dolarizado», ha promovido un debate que está en curso desde diversas direcciones y tonalidades.Francisco Rodríguez, jefe del banco de inversiones Torino Capital y eventual Ministro de Economía de Henri Falcón, ha elaborado un plan de dolarización para Venezuela encontrando detractores que podríamos considerar inesperados dentro del mundo de la opinión económica opositora, a saber, Asdrúbal Oliveros (director de la firma Ecoanalítica), Ronald Balza (decano de la Facultad de Economía de la Universidad Católica Andrés Bello), José Guerra (diputado responsable de la vocería económica en la Asamblea Nacional) y Ricardo Hausmann, abierto detractor del chavismo y neoliberal laureado en Harvard.

No obstante, este debate sobre dolarizar o no es también un conjunto de soliloquios de economistas que poco dejan para la comprensión de estas aristas a personas no especializadas en la materia. Alrededor de estas cuestiones arrojamos algunas explicaciones sencillas, basándonos en la reciente publicación de Francisco Rodríguez sobre «La dolarización en 17 claves».

1. La dolarización no implica acabar con la inflación. Una reflexión que podría sernos útil es la frase popular «muerto el perro se acaba la rabia». La promesa de Francisco Rodríguez apunta a «detener la hiperinflación» acorde a una estrategia para «garantizar de forma completamente creíble la reducción de la oferta monetaria», un asunto sin dudas importante en el hecho, pero no necesariamente concluyente a totalidad sobre los componentes de la inflación estructural en Venezuela.

Rodríguez desecha que, a la par de la emisión de bolívares, otras variables intervienen en el alza de precios, como la poca oferta en el mercado interno, la especulación como subjetividad derivada del rentismo, la economía venezolana estructurada en la cartelización de precios mediante oligopolios y monopolios, y en los actuales momentos, una puja distributiva por bienes de consumo masivo. Desconocer la subjetividad del rentismo y los resultados de una economía históricamente parasitaria y dependiente de la renta, es para Rodríguez imponer la «solución mágica» de erradicar la emisión de bolívares, como si fuera la única causa de la inflación.

2. La dolarización erradica los programas sociales de raíz. Rodríguez declara que la pérdida de la moneda nacional y quedar en manos de la Reserva Federal de EEUU impone una inevitable «disciplina fiscal». La pérdida de la facultad del Estado de emitir moneda y financiar autónomamente obras, programas sociales, atender necesidades y compromisos en sueldos o pensiones, sería, acorde a la dolarización, una «solución» a los problemas de la economía venezolana.

«La dolarización prohíbe el financiamiento monetario del déficit», señala Rodríguez, pues a su criterio la emisión de moneda nacional ocurre para sostener «niveles de gasto insosteniblemente altos». Este argumento infiere que la eliminación de las actuales barreras de protección en programas sociales podría ser otra «solución automática» en una dolarización. Una auténtica «reducción del Estado» acorde a la tesis neoliberal. Nada nuevo en la historia económica venezolana.

3. La dolarización suprime toda política cambiaria y agudiza la corrupción. La medida impone automáticamente la desaparición de todo control cambiario, que en muchos casos, es espacio para que germinen actos de corrupción en materia cambiaria y asignación de divisas. Esto es enteramente válido, por experiencia. Pero Rodríguez desestima las dimensiones de la corrupción y de hecho omite las circunstancias que generan los controles del tipo de cambio en Venezuela.

La era anterior al chavismo también impuso el control de cambio como fórmula restrictiva a la fuga masiva de capitales en divisas. En el marco de una economía dolarizada y sin restricciones cambiarias, ¿cuál sería el comportamiento de los grandes factores capitalistas? ¿Será necesariamente honesto? Las fugas de capitales son también una realidad en las economías dolarizadas como Ecuador o Panamá, que no son invulnerables a feroces estampidas y pérdidas de renta neta por tránsfuga de capitales cuando estos van y vienen en busca de ventajas comparativas asociadas al poder de compra del dólar. Por otro lado, la profundidad y ampliación de las formas de corrupción estructural (rentista) en Venezuela son tan complejas que un automático cambio monetario no impone un cambio en el comportamiento económico que rige al sector privado venezolano.

4. Un país dolarizado elimina sus reservas internacionales. Según Rodríguez, dolarizando la economía las reservas internacionales pierden su razón de ser, pues éstas a su criterio no se usan para pagar importaciones; se usan para respaldar los medios de pago en circulación en la economía (se refiere a los bolívares). «Cuando un país sustituye por medios de pago (moneda local) por dólares, ya no necesita respaldarlos». Agrega Rodríguez que los países dolarizados tienen tendencia a «tener mucho menos reservas internacionales que los países no dolarizados».

Quienes vende la dolarización como propuesta son vendedores de pañuelos

Pero las evidencias en países dolarizados y otros que perdieron su moneda nacional para afiliarse a otras (como España, Grecia e Italia con el euro), yacen en que se trata de economías neoliberales a ultranza donde los Estados prácticamente prescinden de su base de reservas por ser actores reducidos en la economía. La crisis financiera de Europa de 2008 evidenció que la emisión de euros por el Banco Central Europeo, la emisión de deuda y las reducciones de la inversión social, sirvieron para que los Estados pudieran financiar a la banca, dada la ausencia de mecanismos de ahorro (como las reservas internacionales) para contingencias.

La dolarización de Venezuela es una muy mala idea a largo plazo por la erradicación de las reservas internacionales, que además de servir de mecanismo de respaldo ha sido factor de contención en otros avatares financieros.

Rodríguez propone que ante la «inutilidad» de las reservas internacionales, estos recursos se usen para financiar la migración a un esquema dolarizado de 70 mil bolívares por dólar, dilapidando los ahorros nacionales para poner a circular esos dólares en la economía interna. La propuesta de Rodríguez tiene un patrón de centrifugado que beneficia a los grandes capitales internos (con capacidad de comprar grandes cantidades de dólares), lo que dejaría poco o nada a las grandes mayorías sociales.

5. Salarios y precios dolarizados escalarían la inflación real. Para Ricardo Hausmann, quien fue un factor activo en la dolarización de Ecuador, Venezuela no es un país para dolarizar. En su artículo «El espejismo de la dolarización»señala que el esquema es inviable, usa de ejemplo a Zimbabwe: «A 10 años de la dolarización es un país 32% más pobre que hace 20 años», remata el economista.

Acorde a la propuesta de Rodríguez de dolarizar Venezuela de acuerdo a una tasa de 70 mil bolívares por dólar, los sueldos y salarios venezolanos quedarían en 30 dólares. Según Hausmann, la migración monetaria no implica una mayor captación de renta del Estado para cubrir siquiera los compromisos salariales estatales, más de 6 millones de personas entre nómina y jubilados y pensionados. «La dolarización no genera ingresos fiscales para pagar mejor», expresa Hausmann.

Esta sostenida precarización del salario dolarizado no tendría capacidad de hacer frente a las escaladas de precios, que aún conteniéndose en una economía dolarizada, no dejaría de estar sujeta a otras subjetividades que también rigen el hecho económico, como la especulación o la puja distributiva de la economía venezolana de oferta históricamente restringida.

De ahí que la principal promesa de la dolarización (mejorar el poder adquisitivo de la población) tiene aspectos muy endebles. Podría diluirse en el callejón sin salida, siendo solo parcialmente viable (y sin ninguna garantía) a través del espalillaje de las reservas internacionales y el mega endeudamiento con entes multilaterales como el Fondo Monetario Internacional para poder inyectar divisas a una economía dolarizada.

6. La dolarización no llena los anaqueles. La otra gran promesa es el aumento de la oferta de bienes importados y así palear el desabastecimiento y la inflación, pero desconoce el hecho de que la fuente principal de ingresos en divisas a la economía venezolana es y seguirá siendo la exportación petrolera. Según Hausmann, «la dolarización per se no cambia la capacidad de exportar petróleo». Tampoco reduce ni el servicio de deuda ni nuestro índice de endeudamiento.

En otras palabras, inhibida nuestra capacidad de importar, es sumamente cuesta arriba mejorar la oferta de bienes en circulación. Con estas realidades lidia el Gobierno venezolano por la caída en el precio petrolero y ahora por la trama de bloqueo financiero. Una dolarización convertiría en la normalidad económica diaria una contracción perenne de las importaciones.

A modo de cierre

Las discusiones sobre dolarizar Venezuela se profundizan. No obstante hay que reconocer más allá de las meras propuestas económicas, los intereses que se ciernen tras bastidores de estas. La firma Torino Capital, promotora de los bonos venezolanos e instancia interlocutora ante tenedores de deudas y otros activos en papeles venezolanos, ha barajeado en diversas oportunidades los beneficios de una economía dolarizada para la reconducción de la deuda actual en términos favorables a los bonistas.

Por otro lado es necesario inferir que un plan de dolarización sería posible en Venezuela sólo con la adquisición de megadeudas ante entes financieros, o viniendo de la mano de Torino Capital, de capitales buitre, que podrían ver sumamente apetitosa la emisión de deudas dolarizadas con una gran base de respaldo en cuantía petrolera, dadas las reservas venezolanas de oro negro.

Es imprescindible no observar desvinculadamente las propuestas de sus autores ni los intereses que los guían. Una frase popular muy común entre los capitalistas es la de que «en las crisis unos lloran y otros se vuelven ricos vendiendo pañuelos». La coyuntura económica actual en Venezuela ha impuesto esa premisa de manera transversal en muchos entramados, desde los grandes extractores de divisas que especulan con el dólar paralelo hasta quienes especulan con productos escamoteados y precios exorbitantes en el abasto.

No descartemos que detrás de una propuesta de dolarización y una recaptura de Venezuela a manos del neoliberalismo dolarizante, haya vendedores de pañuelos.