Ya he señalado que un plan socialista se confrontará inevitablemente, no con un plan capitalista, sino con su contundente realidad. Decía además, que había que diferenciarlo de los proyectos específicos dirigidos a la resolución de problemas, por ejemplo el asunto monetario, pues, lo medular es el plan.
El capitalismo, siendo una realidad global y totalitaria, sólo necesita corregir sus entuertos. Aquí, además de la dolarización, serían: cuánto hay que darle al sector privado para que se “reactiveâ€, qué entregarles a los grandes inversionistas para que regresen, hasta dónde reducir el “gasto†social sin que se arme un verguero. Y como todo eso es una mierda para el pueblo, mantenerlo en silencio.
Los que queremos construir un nuevo tipo de socialismo, sí necesitamos de un plan que permita levantar las bases sociales y económicas donde apoyar la nueva superestructura del Estado y la cultura. Chávez lo definió como Socialismo del siglo XXI. Lo hizo para desmarcarse de aquel, en la antigua URSS y sus infelices acólitos europeos. Pero este propósito, una y otra vez, ha sido obstaculizado por propios y contrarios.
Ahora, según lo dice la Hoja de Ruta para el nuevo Plan (es lo único que de él conocemos), las cosas irán por otra vía: El tema ya no es recomponer el sistema económico. Es tomar lo que se deba tomar de actores y capacidades productivas, ampliar y liberar las fuerzas productivas, fomentar y ampliar las condiciones y universo de los actores económicos, incluidos los pequeños, medianos, comunales, mixtos, privados, estatales… Una apología a la libre competencia. Así lo decía Lenin hace 100 años: la crítica pequeñoburguesa y reaccionaria del imperialismo capitalista sueña con volver atrás, a la concurrencia “libreâ€, “pacíficaâ€, y “honrada…â€
No hay revolución si se deja de aspirar al cambio de valores económicos y culturales. No se puede edificar una sociedad justa y responsable si no se educa para el trabajo en colectivo y disciplinado. Es la tarea primordial de un Estado socialista. Y mientras se recogen los frutos de esa nueva manera de producir, dejar de lado la vieja, sin asfixiarla pero obligándola a su propio oxigeno. La verdadera crisis es que, luego de 19 años en esto, en vez de un nuevo modo de producción tengamos un operativo para repartir alimentos traídos de afuera y un desmadre ético.