La ruina no se debe al “socialismo” ni a la “revolución”

Por: Manuel Sutherland

Más que una transformación socialista (o desarrollista), la economía venezolana vivió una masiva transferencia de renta hacia el capital importador y hacia una casta burocrático-militar que vive a costa de las arcas públicas mediante la sobrevaluación del bolívar y las importaciones fraudulentas para captar divisas a precios preferenciales. El proceso bolivariano ha sido más bien una variante del rentismo petrolero que ya se había registrado durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979). Antes que a las revoluciones socialistas clásicas, el proyecto bolivariano se parece a un nacional-populismo militarista.

Para pocas personas es un secreto que Venezuela sufre la crisis más profunda de su historia. Por cuarto año consecutivo, el país presentará la inflación más alta del mundo (estimada en cerca de 2.616% para 20171). En enero de 2018, la inflación alcanzó el 95% y la inflación anualizada fue de 4.520% (5.605% en alimentos, según la firma Econométrica)2. De este modo, el país ha entrado de lleno en la hiperinflación y ve con estupor cómo los precios suben a diario.

Venezuela posee además undéficit fiscal de dos dígitos (al menos por sexto año consecutivo), el riesgo país más alto del mundo, las reservas internacionales más bajas de los últimos 20 años (menos de 9.300 millones de dólares) y una tremebunda escasez de bienes y servicios esenciales (alimentos y medicinas). El valor del dólar paralelo (que sirve para fijar casi todos los precios de la economía) se ha incrementado en más de 2.500% en 2017, lo cual ha desintegrado por completo el poder adquisitivo de la población3. En ese infausto panorama, Venezuela constituye el mejor «argumento» para las derechas más retrógradas. En cualquier ámbito mediático, aprovechan la situación para asustar a sus compatriotas con preguntas como: «¿Quieren socialismo? ¡Vayan a Venezuela y miren la miseria!». «¿Anhelan un cambio? ¡Miren cómo otra revolución destruye un país próspero!». Sesudos analistas aseveran que las políticas socialistas arruinaron el país y que la solución es una reversión ultraliberal de la revolución.

En estas líneas, quisiéramos mostrar que la política económica bolivariana dista mucho de ser «socialista« e incluso «desarrollista«. Lo que a las claras se observa es un proceso de desindustrialización severo en favor de una casta importadora-financiera que, con un discurso enardecido y un clientelismo popular vigoroso, ha acelerado de manera drástica la fase depresiva del ciclo económico capitalista de un proceso nacional de acumulación de capital basado en la apropiación de la renta hidrocarburífera.