Por: Luis Salas Rodríguez
1. Desde un punto de vista estrictamente electoral, un gobierno de Falcón es posible, aunque poco probable. Para ello tendría que darse un fenómeno como el de 2015, en el que una vaga oferta (2015: “Hacer la última cola†2018: dolarización), movilice un voto castigo al gobierno actual.
2. Sin embargo, varios factores conspiran contra esa posibilidad: la dispersión del voto oposicionista (Falcón-Bertucci); la abstención e incluso saboteo del ala más dura de la derecha; un posible boicot internacional al voto emigrado (como el anunciado por Canadá); la ilegalidad de buena parte de dicha emigración que la inhabilita para votar; el desencanto del oposicionismo con sus dirigentes y varias más.
3. Pero incluso, así fuese el caso que ganase Falcón, imaginarse un gobierno suyo es casi imposible por varias razones. La primera es que el chavismo institucional y políticamente hablando, igual seguiría siendo la primera fuerza del país, siendo que los ánimos de revanchismo fascista que inevitablemente desencadenaría la victoria de Falcón, deberá vérselas con esa realidad, lo que conducirá a enfrentamientos que serán la vía más corta a la guerra civil que hasta ahora se ha conjurado con éxito precario, pero éxito al fin.
4. La segunda es que la naturaleza de los cambios que anuncia Falcón, requieren de un piso político-social-económico del cual carece. Del lado del oposicionismo tradicional (PJ, AD, VP, etc.), no lo tendrá porque para esto factores la posibilidad de un gobierno de Falcón significa subordinarse a él, lo que bajo ninguna posibilidad está en sus planes. Y del chavismo y sus sectores afines tampoco, pues los cambios implican hacerlo desaparecer política, cultural e inclusive materialmente, lo que lo conducirá a luchar por su sobrevivencia.
5. Por otra parte , pero ligado a lo anterior, la propuesta de dolarización en el contexto de confrontación e hiperinflación actual, conducirá a una dinámica económica, social y política mucho más traumática de la ya estamos viviendo.
6. Lo primero que ocurrirá es que por parte de los sectores más acomodados, se disparará una ola especulativa por hacerse de dólares y salir lo más rápido posible de los bolívares que mantengan en reserva. Dado que, como es por todos conocidos, buena parte de nuestros problemas actuales tienen que ver justo con la escasez de divisas (líquidas en reserva no hay más de 3 mil millones), ésta ola disparará aún más el tipo de cambio tanto oficial como los paralelos, pues no habrá tantos dólares para tanta gente. Debe recordarse que, como el mismo “ministro de economía†de Falcón ha reconocido, la dolarización no puede hacerse efectiva de inmediato pues debe reformarse primero la Constitución, y entre una cosa y la otra, incluyendo el plazo de transmisión de mando de gobierno, la instalación del nuevo, etc., eso se tardaría alrededor de un año (dejando de lado el peliagudo tema de su convivencia con la ANC: ¿la reconocerá o no?) lo que es más que tiempo suficiente para que la economía nacional y por tanto el país, termine de hundirse con todos y todas los que seguimos en él dentro.
7. Demás está decir que ésta ola especulativa por hacerse de dólares, acelerará la hiperinflación. Y en este caso, hay que descartar que el gobierno de Falcón recurra a nada parecido un control de precios, como también hay que descartar (ya lo han manifestado) que recurra a los aumentos recurrentes del salario y a la entrega de bonos como hace el gobierno actual (de hecho, ya anunciaron su eliminación). Ergo: los venezolanos y venezolanas tendremos que vérnosla con al menos siete meses más de hiperinflación (contando de aquí a final de año), con los sueldos y salarios actuales sin bonos y sin clap, lo que no solo ahondará el hambre y la pobreza, sino que contraerá aún más la economía vía una contracción radical del poder adquisitivo, lo que se traducirá en más cierres de empresas y negocios, más desempleo, etc.
8. Desde un punto de vista más amplio, pero volviendo al punto 7, debe tenerse en cuenta que el candidato Falcón anunció también la eliminación del control de cambios. Esto significa que quienes tengan posibilidad de adquirir divisas, podrán sacarlas del país sin problema. Dado que en un clima de inestabilidad como el que viviremos eso es justo lo que pasa (se acelera la fuga de capitales), nuestras ya mermadas reservas se agotarán más rápido. Pero por si fuera poco, no debemos olvidar que el “ministro†de economía de Falcón es el principal representante de los tenedores de bonos de deuda externa venezolana (Rodríguez no ha renunciado a la firma cobradora Torino Capital, solo “delegó†sus funciones). Es decir, antes de ser ministro Rodríguez seguirá siendo empleados de fondos buitres y particulares ídem, a los cuales nuestro país le debe y su trabajo es pagarles.
9. En la mitología griega existe un personaje mezcla de bandido, posadero y comerciante, llamado Procusto. Éste tenía su casa en las colinas, estratégicamente situada en un punto del camino donde los viajantes sentían necesario reposar. Siempre amable, ofrecía posada a los viajeros cansados invitándolos a dormir en una cama que desde entonces se conoce como “el lecho de Procustoâ€. Una vez dormidos, procedía a amordazarlos y atarlos a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta y más larga que la cama, le cortaba las parte que sobresalían, pies y cabeza. Pero si era más chica, la descoyuntaba a martillazos hasta estirarla. Por eso se le conocía como “el ajustadorâ€. Pues bien: puede decirse con toda justicia que el plan de la dupla Falcón Rodríguez no es más que una reedición de los crímenes de Procusto, pero aplicados con política económica a un país.
10. Y es que no solo a final de cuenta tras todos los traumas terminará pasando que los asalariados y asalariadas acabaremos recibiendo un salario mínimo de 75 dólares (5 veces menos que el promedio regional) y un “máximo†para profesionales y militares de 300, todavía por debajo de dicho promedio (350), pero también del promedio de la canasta básica familiar en Latinoamérica (519). Sino que el país en cuanto tal terminará reducido a su mínima expresión: para utilizar la misma cuenta de Falcón y compañía, una economía como la venezolana reducida a 3 mil millones de dólares en el menos malo de los casos, implica que quedará 33 veces más pequeña que, por caso, la de Ecuador (que tiene la mitad de nuestros habitantes e infinitamente menos recursos, infraestructuras y gastos) 7 veces más pequeña que Bolivia y unas 100 veces que Colombia. Pero tal vez lo más tragicómico es que para hacer cualquiera de las cosas que demanda urgentemente el país (abastecer de medicinas, de repuestos, recuperar la infraestructura, etc.) deberemos rematar no digamos las empresas públicas y privatizar los servicios: el país entero. Claro que siempre existirá la posibilidad de endeudarnos con el FMI o la banca privada, pero no solo está visto que eso agrava más que ayuda (véase el caso argentino) sino que supone que la generación actual de venezolanos y venezolanas con edad de votar eligiremos como “solución†a nuestros problemas delegárselos a nuestros hijos y nietos en las peores condiciones.