El sistema de transporte masivo superficial que no se insertó en un plan de ciudad.
- El proyecto reproduce la desconexión entre espacio-movimiento y ha impactado la movilidad-conectividad-calidad de vida de la misma ciudad.
Elementos difusos
En los albores del siglo XXI, Venezuela sigue debatiéndose entre opciones contradictorias: el repensamiento de la modernidad; la tentación de alcanzar la postmodernidad sin haber superado la anterior y la imposibilidad de realizar de una vez y para siempre ese enigma que ha resultado ser la modernidad. No en vano, en nuestras ciudades caóticas, desarticuladas, desconectadas y automovilísticas, que no peatonal; se diseñó y comienza a desmontarse un proyecto de transporte masivo superficial que transita con sobresaltos y en flagrante negación de la modernidad.
Lo cierto, es que el proyecto de transporte no se insertó en un plan de ciudad. No formó parte de la noción de corredores de transformación urbana que hiciera referencia a aquellas áreas, previamente definidas, sobre las cuales se actuaría para recuperar el paisaje urbano, crear y recrear espacios públicos, ordenar y mejorar la vialidad y la movilidad urbana; siendo este último aspecto el elemento central de las transformaciones planificadas que circularían por canales segregados construidos a lo largo de corredores viales como verdaderos iconos de la renovación urbanística y arquitectónica de las áreas de influencia. Igualmente, se considera que Bus-(Caracas, Aragua, Lara, Zulia, Vargas, Miranda, Sucre, Monagas, Bolívar, entre otros) debió constituirse en una referencia para otras iniciativas similares que conformaran una red de corredores viales y cuyo diseño-construcción dependería de la aceptación e impacto que tenga el proyecto sobre la colectividad.
La revisión de los objetivos del proyecto con buses evidencia que están formulados de manera ambigua, resultando más discursivos que estratégicos. En líneas generales, dichos objetivos apuntan a racionalizar y mejorar significativamente la movilidad a través de la prestación de un servicio de transporte masivo altamente eficiente. Nada más. De allí, que el sistema de transporte masivo superficial, básicamente, consistiría, en unas vulgares rutas de transporte público con autobuses de alta capacidad. El sistema de transporte contempla varias rutas que constituirían puntos claves en la movilidad enlazados directamente con las estaciones de los terminales existentes. Por lo que el diseño y la construcción de estas obras, carecieron de responsabilidad y de evaluación técnica suficiente que soportaran la acción física-arquitectónica y las implicaciones derivadas de una intervención necesariamente integral y sistémica, porque los elementos que podrían haberlos caracterizarlo quedaron difusos y en el peor de los casos no tomados en cuenta.
Ideológico y simbólico
Ahora bien, hasta aquí tenemos suficientes elementos para aventurar una breve aproximación crítica al discurso que sustenta el sistema de transporte masivo superficial, entendiéndolo como los contenidos ideológicos y simbólicos que sustentaron la formulación y la ejecución de tal iniciativa. Si tomamos la metáfora de la ciudad como texto, sería imperioso señalar que el Bus-(Caracas, Aragua, Lara, Zulia, Vargas, Miranda, Sucre, Monagas, Bolívar, entre otros) deviene una suerte de ejercicio de reescritura sobre dos antiguos renglones del discurso de la modernidad venezolana, pues, sus canales exclusivos transcurrieron sin sobresaltos ni desviaciones por estos dos referentes materiales de los procesos de expansión experimentados por nuestras ciudades venezolanas desde mediados del siglo XX.
Cuando menos cabe preguntarse si el recorrido de rutas de este transporte masivo ha impactado la movilidad y conectividad de éstas ciudades. La respuesta no resulta sencilla, y a lo sumo, podemos contextualizar nuestras reflexiones. En primer lugar, habría que considerar que cada capital en proceso de expansión urbana no es en modo alguno la misma ciudad que vio transitar al sistema de transporte superficial y que se encuentra experimentando el lado oscuro de la metropolización, requiriendo por lo tanto de planes estratégicos acordes a dicha escala. No existía nada objetable en un proyecto que pretende descongestionar y operativizar el tránsito, de no ser porque el proyecto, representa una línea aislada en el texto de estas metrópolis intransitables y desarticuladas donde ir de un lugar a otro utilizando transporte masivo.
Sin embargo, a pesar de las realidades cotidianas, el sistema de transporte masivo se proyectó a una escala local y, al menos en papel, no promete un impacto significativo en la movilidad, conectividad y calidad de vida de los citadinos que recorren diariamente la ciudad en todas las direcciones posibles. Las perspectivas serían diferentes si el actual sistema formase parte de un macroproyecto que contemplase la implementación de corredores viales atravesando toda la ciudad. Aunque la paulatina modernización del servicio, se trate de un aspecto que no está desarrollado ni planificado y que apenas se mencionó como una posibilidad que se diseñará y ejecutará a largo plazo siempre que el impacto sea positivo y logre además un buen nivel de aceptación entre la ciudadanía; es decir, que estas rutas alimentadoras pueden construirse con el tiempo o no en lo absoluto.
No obstante, en el proyecto del sistema de transporte masivo superficial de buses no se explicó si para las posibles rutas alimentadoras se construirán canales exclusivos o simplemente se trataría de autobuses que circularan por la vialidad ya existente con la misión de cargar y descargar pasajeros a lo largo del trayecto. Otro vacío de información existe, también, respecto a las rutas planificadas para la etapa de consolidación.
Si volviéramos sobre la afirmación referida al proceso de metropolización de estas ciudades, debemos señalar que el actualmente inconcluso sistema de transporte, padece todos los síntomas de la modernidad inalcanzable, pues, su reducida área de influencia lo condenó al colapso y la saturación inmediata. Como otros tantos proyectos de la modernidad venezolana, el sistema de transporte masivo superficial le quedó corto a la ciudad que pretendió transformar.
Vehículos vs vialidad
De distintas maneras, el sistema de transporte se organizó discursivamente sobre los contenidos de la modernidad venezolana. No sólo insistió en recorrer hitos establecidos por el proyecto moderno de mediados del siglo XX, sino que recurrió a idénticas imágenes de movilidad para expresar la idea de progreso. Diseñado sobre la premisa según la cual el transporte es la imagen de la ciudad, el proyecto de transporte masivo superficial se constituyó en otro capítulo de la negación de la peatonalización. Aun cuando se supone que el proyecto contempló la creación de nuevos espacios públicos, un recorrido a lo largo de las obras del sistema, produce hoy una gran incertidumbre al respecto, evidenciándose que, de hecho, no quedó lugar para los espacios y que, hoy como ayer, los vehículos son los dueños de la ciudad.
Del mismo modo, el discurso que soporta el proyecto de transporte masivo resultó un calco del viejo y persistente discurso modernizador, pero en una escala diferente: antes se trataba del vehículo individual, ahora del colectivo y de gran capacidad, además. La premisa para construir la ciudad no cambia en lo esencial. El énfasis sigue estando en los vehículos y en la vialidad, aunque ciertamente con el Bus-(Caracas, Aragua, Lara, Zulia, Vargas, Miranda, Sucre, Monagas, Bolívar, entre otros) no se intentaron nuevos recorridos, sino que se utilizaron los ya existentes. El proyecto, es expresión modélica de la modernidad, del progreso y la tecnología; ejemplo de eficiencia y buen servicio, y escenario cotidiano de un convincente y constante ejercicio de la ciudadanía hasta hace poco:
- Se observan las mayores manifestaciones de cultura ciudadana.
- Un transporte colectivo en expansión hacia las diferentes periferias que conforman éstas ciudades.
- Su alta calidad técnica y eficiencia del servicio sirven de elemento integrador de las clases sociales y expresión de homogeneidad social en medio de la diversidad urbana.
- Los valores culturales y ciudadanos que este sistema provoca cotidianamente entre sus usuarios, parecen estar enterrados junto con las estaciones de pasajeros de los respectivos terminales y se resisten a emerger y generalizarse como prácticas cotidianas en la superficie de la ciudad.
No obstante, el impacto no se produce en la dirección que suponemos deseaban los diseñadores del proyecto del sistema de transporte masivo. A estas alturas de nuestro siglo XXI, el transporte superficial evoca imágenes de una pesadilla cotidiana de la que es imposible despertar. Lamentablemente, la acelerada decadencia ha sido tanto material como simbólica: la operatividad y eficiencia del servicio ha menguado progresivamente, las unidades en su mayoría se encuentran tristemente deterioradas en un cementerio, las paradas y las estaciones están colapsadas e inexistentes, la seguridad y el comportamiento altamente cívico de los usuarios del sistema han pasado a la historia.
Actualmente, el sistema de transporte masivo es sinónimo de la violencia urbana que se manifiesta con unos matices alarmantes, desde los habituales empujones al intentar abordar o abandonar las unidades, los cobros encarecidos de los propios choferes, hasta los atracos, por supuesto no podían faltar. Nos encontramos ante un panorama, signado por la desvalorización del proyecto y el discurso moderno, la transitoriedad de sus realizaciones y la desconfiguración como lugar antropológico, como emblema del progreso y espacio de construcción de ciudadanía, entonces: ¿Cómo sostener el discurso del proyecto del sistema de transporte masivo superficial? ¿Cómo pensarlo en tanto que elemento transformador de la ciudad considerando que el diseño del proyecto continúa reproduciendo la desconexión entre espacio y movimiento y, por lo tanto, los caóticos recorridos que surcan a nuestras ciudades del país?