Hace 2,5 millones de años nuestros abuelos Australopithecus, mujeres y hombres arcaicos, por llamarlos de alguna forma, salieron de África rumbo a Europa y Asia, primero y luego fueron conquistando cada centímetro de tierra. La historia del ser humano es la historia del movimiento, del recorrido, del viaje, porque el mundo, desde sus comienzos y ojalá que hasta su final, es la casa común, el hogar de todas y todos los que poblamos, por azar o decisión divina, su superficie.
Somos por naturaleza caminantes, andamos buscando lo que se nos ha perdido y lo que no. Visto así, no hay un solo hombre o mujer sobre la tierra, que no provenga de este primer ser humano que se embarcó en la aventura de perderse y encontrarse.
En el tiempo primigenio no había más fronteras que las del paisaje. Miles de años después los seres humanos seguimos cruzando desiertos, océanos, montañas y selvas. Las guerras, el hambre, el miedo, la esperanza y el amor, se han sumado en el corazón de la loca aventura del vivir. Si en aquella época hubieran existido las alambradas, los muros y las rejas seguiríamos siendo unos casi simios ilegales todos nosotros.