Nota: Maradona sigue siendo noticia. Cualquier cosa relacionada con su vida se vuelve, como dicen ahora, viral. Quienes le odian o le quieren, por las razones que se explican en este trabajo, aunque para nada les interese el fútbol, porque ahora se juega el mundial 2018, reaccionan de acuerdo a sus preferencias por cualquier noticia que aluda al inmenso «pamperito», al pequeño mago del balón atado a sus pies y obedeciendo sus sutiles toques. Por lo que ahora algunos medios intentan contra el «Pelusa», repongo este trabajo, de los tantos que he escrito por él, del año 2014, de cuando el pasado mundial.
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El pequeño pampero, el «cabecita de fósforo», como le llamó una amiga Argentina a orillas del río de La Plata, se filtró con arte, audacia y fuerza de gigante por entre las sólidas líneas finales de la selección de Inglaterra y depositó con suavidad, no sin dificultad, el balón en el fondo de la red. Diego Armando Maradona, el 22 de junio de 1986 en México, había anotado el gol, conocido como el «gol del siglo» que permitió a Argentina ganar en cuartos de final a su rival.
En aquel inolvidable enfrentamiento, minutos antes, el propio «Diego», anotó el gol «de la mano de Dios». Aquella tarde, los ingleses reclamaron mano y el árbitro, quizás distraído viendo a aquel jovencito talentoso, de muy baja estatura, desparramando arte, gracia y vitalidad en el terreno azteca, mezclado entre gigantones de la defensa inglesa a quienes dejaba atónitos y atolondrados, no se percató de la pertinencia del reclamo. Es más, pocos se dieron cuenta de aquella «picardía» propia de nuestra gente, pues la pequeña humanidad del genial jugador argentino, que se hacía notar por su destreza, magia en el manejo del balón, pudo haber cautivado a todo el mundo y evitar se percibiese, como tampoco lo percibió el árbitro, la intervención de la «mano de Dios».
A partir de aquel momento Diego Armando Maradona se convirtió en una estrella del fútbol, de una era cuando la televisión hizo posible que aquellos encuentros fuesen vistos en tiempo real en el mundo. Y él, un jugador excepcional, tanto como para hacer que un equipo de poco talento, formado por jugadores modestos como el Nápoles, llevado por su mágica pierna zurda, de toque sutil y habilidoso, se convirtiese entonces en uno de los más importantes del fútbol italiano y europeo.
Ya para el cuarto mundial de fútbol en el que participaría Maradona, en los estadios de Atlanta en 1994, finalizado un partido que ganó Argentina, la FIFA, sin apelar al sorteo que demandan las reglas escogió al pequeño pero brillante jugador pampero para hacer la prueba de dopping. No la hizo al inicio porque sacarle del mundial antes de tiempo era como matar la gallina de los huevos de oro, al jugador que venía siendo el mayor atractivo del futbol mundial aún a finales de su carrera.
¿Por qué de aquella escogencia deliberada para examinarle?
La FIFA, entonces encabezada por el brasileño Joe Havelange, un personaje que llevaba más de treinta años al frente del cargo, sabía bien que Diego daría positivo. Esos rumores corrían. El talentoso jugador por motivos que se han ventilado en demasía, a finales de su carrera adquirió aquel hábito que él ahora con humildad públicamente reconoce y llama enfermedad. Pero la decisión de la FIFA no obedeció al deseo de tomar medidas en favor del deporte y menos con la intención de dañar a la Argentina. Todo estuvo dirigido contra Diego.
En aquellos momentos bien se sabía la simpatía del genial y puntilloso atacante por la Revolución Cubana y hasta de su amistad con Fidel Castro. Tampoco era un secreto que en su cuerpo tenía estampada la figura de su compatriota Ernesto «Che» Guevara.
Pero lo que más indispuso a la FIFA contra Diego, fueron sus persistentes denuncias contra el horario de juego, que en aquellos meses de verano, obligada a jugar a horas del mediodía, bajo temperaturas por encima de 40 y 43 grados. Horario elaborado sólo pensando en los ingresos que a la organización mundial del fútbol le produciría las transmisiones de televisión al planeta todo sin importar la salud de los atletas. Es más, «el Diego», llegó a anunciar que en compañía de Richard Platiní, el francés que entonces era también figura descollante de ese deporte, formarían un sindicato de futbolistas para enfrentar los abusos de la FIFA.
Ahora en Brasil 2014, ha vuelto Diego Armando Maradona, el más grande y talentoso N° 10 del futbol mundial, a denunciar los abusos y atropellos de la FIFA, justamente cumpliéndose los 28 años del gol «de la mano de Dios», por lo acontecido con la modesta pero exitosa selección de Costa Rica.
Para Diego, que la selección del pequeño país centroamericano haya alcanzado la proeza de sacar a Inglaterra y España del mundial, es un hachazo a los cálculos monetarios de la FIFA. Esta corre el riesgo que quienes patrocinan el evento dejen de aportar lo acordado y en definitiva la FIFA no es más que una empresa mercantil. Por eso, la FIFA, pese a que se excuse como también lo hizo cuando se le puso por delante Diego en Atlanta, escogió sin apelar al sorteo sino a dedo siete jugadores «ticos» para hacerle la prueba anti dopping, cuando sólo se toman tres y por sorteo.
Ante este abuso, atropello y hasta ofensa a la dignidad de todo un pueblo y por el reconcomio que representa el atrevimiento a fuerza de coraje y audacia de los costarricenses, sólo se ha escuchado la voz de Diego denunciando a la FIFA y sus cálculos comerciales.