GANÓ AFRICA, PUTIN SE LUCIÓ Y TRUMP LO PIROPEÓ – KLORIAMEL YÉPEZ OLIVEROS

por elelefantebocarriba

El mundo girando a las patadas, o el Mundial a patadas geoestratégicas, podría haber sido el jingle -en Rap-, apropiado para Rusia 2018. Cuando anuncié este título para mi artículo, mi hijo sentenció: “no has superado el siglo pasado”. En esa expresión sintetizó todos los mundiales compartidos, desde su más tierna infancia; con mi replicante voz en off contrapunteando la narrativa simplista de Lázaro Candal.

El cónclave reconciliatorio Putin–Trump, y el sello hostil que el muy hábil -Putin dixit-, Dólar Mc Pato aprovechó para incluir, contra la Unión Europea,  evidencian el telón de fondo del balompié mejor organizado de la historia globalizada, virtualizada a través de satélites. La geoestrategia se juega entre potencias, y se gana o se pierde en un campo de fútbol, los muertos en los campos de batalla planetarios, no cuentan, sólo son pérdidas colaterales, cifras insignificantes en el balance de haberes y deberes imperiales.

El  equipo Croata: su historia de verdad verdad, no la de estos superhéroes boyantes, se remonta, de un solo plumazo, a las raíces de las tribus (gens, las llamó Morgan y Engels las bautizó gens), eslavas. Croacia, un Estado todavía en proceso de construcción; como Nación saltó del matriarcado al patriarcado, apenas cuando Europa reacomodó su territorio interior a la medida de su propio imaginario imperial, en los manuales de historia se lee: 1raGuerra Mundial, La Gran Guerra: entre 1914 y 1918,  los “paneslavistas” lograron, segregar caprichosamente, en un mismo territorio, a pueblos,  (tribus, gens, etnias), diferentes y diferenciadas entre sí desde antes de la Era medieval, siglos antes de venir a “descubrir” los indios desnudos y desnudas que éramos los habitantes de estas tierras de eterna primavera y Sol vibrante.

Al modo contrabando ideológico, de alguna manera, como sin querer queriendo, en Rusia 2018 presenciamos la recreación de una justa medieval. Cómo si la noria civilizatoria hubiera dado, justo en la inauguración, una vuelta hacia atrás para ya no detener su retroceso. Como si la historia sintiera ganas de comenzar desde cero, y en  Europa; en Croacia por ejemplo, allí donde entre el 4 y el 7 de agosto de 1995, lograron una humanitaria “limpieza étnica” contra los serbios, con la desinteresada intervención genocida de los cascos azules y sus fuerzas de paz. Exterminio étnico conocido como “Operación Tormenta”, idéntico guión al ensayado actualmente en Colombia, (una vez que por gallarda decisión, el pueblo logró la paz); para exterminar a las FARC, al ELN, y a todo lo que huela a marxismo, a liberación nacional antimperialista. USA ensaya cautelosamente, su experimento balcanizatorio, su guerra de perros, en Suramérica. Partiendo de Colombia, porque con nosotros no ha podido, para ver si logra por esa vía, paso a paso, ladinamente, tal cual el ladino Santander, balcanizar La República Bolivariana de Venezuela y arrasar de una vez con Bolívar, con  Fidel, con Chávez, con Evo, con Daniel, con el Che. Ya el Foro de Sao Paulo habló, y habló claro. Volvamos al Mundial, a Rusia a Francia y a Trump.

¿Por qué ganó África?, porque no debemos permitir que nos ideologicen los  semiólogos mediáticos: la esclavitud tasada en euros, la trata humana, la masacre cultural siglo XXI, cometida  contra los pueblos africanos, no amerita explicaciones; ya Maradona, con total conocimiento de causa futbolística, nos echó el cuento en Telesur, con el mismísimo desenfadado estilo de su coterráneo Julio Cortázar, inventor del “pelusa” en su novela, Los Premios.

Veamos: el arcángel Lloris, patrono de la final, no supo guardar el Arco Juana, dejó pasar como si nada, un gol croata que no era gol. Lloris parecía aturdido por el retumbo de tambores alegres sonando desde el corazón de cada una de las hermosas  tallas de azabache, alegres trazos de mene, armonizando desde el pitazo inicial, el final de la contienda. África, con todos sus matices, con los colores de la piel multiplicados por el movimiento, se adueñó de aquel lienzo hasta llenarlo todo con su fuerza telúrica; con sus cadencias, sus libertarios ritmos ancestrales. Vamos a ser francos, de no ser por la negritud y la fiereza intelectual de Frantz Fanon, esa final habría sido el aburrimiento más largo de este siglo. Un exquisito y recatado minuet; no la exultante danza que se inició cuando Pitana, el paisano de Messi y Maradona,  fue al VAR a constatar el reclamo de mano, hecho por las caras lindas de mi gente negra. Mano de Perisic, pretendiendo hacer pasar por inocente un  aleve y flagrante pase de básquet hacia el centro de la malla mal guardada por el Arcángel Lloris.