José Vicente Rangel-. 1 -.Resulta atrevido afirmarlo, pero me atrevo a hacer algunas consideraciones muy personales al respecto. ¿En verdad ha muerto la polarización? La respuesta a esta pregunta, de por sí polémica, es difícil. Ya que, aparentemente, la polarización sobrevive. Porque la sociedad venezolana reacciona ante cualquier situación extremando la respuesta. Automáticamente se cuadra con determinadas posiciones establecidas. Atendiendo a una especie de código que responde a dictados que desafían lo racional.
2-. Semejante actitud tiene un desarrollo sostenido desde que accedió el chavismo al gobierno. Para algunos sectores la polarización la generó –e instaló en la política nacional– el movimiento revolucionario dirigido por Hugo Chávez. Para otros, la polarización se gesta en el seno de la oposición que se organizó para adversar al movimiento bolivariano. ¿Dónde está la verdad? ¿Fue el chavismo el impulsor de la polarización por razones estratégicas, para consolidar una adhesión popular indispensable ante la arremetida del adversario que adoptó una política antidemocrática para desalojarlo del poder? ¿O acaso la paternidad del fenómeno es producto de los oscuros intereses forjados por una política orientada a desconocer la nueva realidad del país?
3-. Cabe, es cierto, cualquier interpretación acerca del fenómeno que a lo largo de 20 años divide a los venezolanos. Que escindió agresivamente las posiciones adoptadas en relación con la política y, prácticamente, con cualquier hecho que ocurriera en el país. Pero lo importante, a la hora de abordar el tema, es precisar si la polarización ha sido superada o si aún quedan vestigios de ella.
4-. En apariencia resulta complicado abordar lo que ahora sucede. Por ejemplo, las encuestas revelan, con diversas variantes, una situación en la que a veces aparece la polarización disminuyendo su incidencia en la sociedad, y, en otras, acentuando su presencia de acuerdo a las circunstancias. La conclusión al respecto sería que la polarización está latente, y que su reactivación –o no–, depende de los acontecimientos que ocurren en el país.
5– Ahora bien, ¿cuál es la actual realidad? Considero que la polarización subsiste en el seno de la sociedad venezolana. Que ha dejado huellas imborrables. Que se trata de un fenómeno que ancló con facilidad y que contó con múltiples estímulos. Pero los estímulos fundamentales proceden de los partidos y agrupaciones políticas. Precisamente, es en este factor donde se observa un acusado descenso de la polarización, ya que en el conjunto del conglomerado nacional su agresiva incidencia descendió de manera apreciable tiempo atrás.
6 -. Por consiguiente, hay que llegar a la conclusión que la polarización disminuye, en buena medida, porque en el universo partidista y militante opositor –clave en el estímulo del fenómeno– se ha suscitado una aguda crisis. Una situación en la cual la conducción prácticamente desaparece; en que no hay proyecto de país; en que las estructuras organizativas se han desplomado, y la política que orientaba a las bases y movía el relacionamiento con la militancia, se ha esfumado. ¿Cómo puede proseguir una aguda polarización en el país si uno de los polos casi ha dejado de existir y los esfuerzos destinados a reactivarlo fracasan? El empeño de algunos irresponsables por reactualizar la polarización –en los mismos términos del pasado–, mediante prácticas oprobiosas de estímulo a la irracionalidad, de llamados a eliminar al adversario, choca con una nueva realidad en Venezuela. Es lo que determina que, por ahora, la polarización decrezca. Mas resulta cuesta arriba afirmar que se reactive, o no, en cualquier momento.
Laberinto
Guarimbazo en Nicaragua Sorprendente –aún cuando no hay por qué, dado que los formatos del imperio y de la derecha son los mismos– lo que sucede en la nación centroamericana. Igualito a lo que pasó en Venezuela. Ofensiva mediática a fondo para confundir a los nicas y a la opinión internacional. Violencia salvaje con el claro propósito de derrocar al gobierno sandinista. Ataques al comercio, a los pequeños negocios, para sembrar miedo en la población. Asaltos e incendios a dependencias del gobierno. Bloqueo de carreteras y calles de las ciudades más importantes. Y un hábil trabajo para achacar a los organismos policiales el asesinato de ciudadanos, cuando la mayoría de los muertos son funcionarios públicos…
Todo este intento está orientado a acabar con la estabilidad y el crecimiento económico de un país que marcha por la vía democrática. Hasta ahora la aventura, según parece, ha fracasado. Como ocurrió aquí, en Venezuela. Pero seguramente que los responsables insistirán en el intento…
En Haití, los mismos factores que operan en Nicaragua –y también en Venezuela–, sacaron del gobierno al progresista primer ministro, mediante lo que se conoce en los manuales de la subversión con el nombre de “golpe suaveâ€. Y hay otra modalidad subversiva de la derecha: la “judicialización de la políticaâ€, consistente en utilizar a jueces y fiscales para las tareas sucias. Ejemplo: procesar, sin base legal alguna, a dirigentes que se oponen a los gobiernos neoliberales, como es el caso de la arremetida, a través de la justicia mercenaria –controlada por el poder arbitrario–, contra la expresidenta Cristina Kirchner por el presidente Macri en Argentina; contra el expresidente Lula Da Silva, por el usurpador y ladrón gobernante Temer; y otro caso emblemático: el juicio contra Rafael Correa en Ecuador, promovido por su expresidente traidor…
Extraordinaria la labor emprendida por el gobierno de la Gran Caracas de embellecimiento de la ciudad: reparación de vías, aceras, plazas, fachadas de edificios públicos, alcantarillado, en fin, una tarea en la que el Estado se hallaba en mora. Es impactante transitar por una Caracas con nuevo rostro. Ojalá esta actividad se repita en otras ciudades y pueblos del país…
La Conferencia Episcopal Venezolana, ahora con nueva directiva, insiste en su vieja política de defensa de poderosos intereses y de servir de instrumento a factores de la oposición. En reciente comunicado “decreta†que el gobierno democrático, constitucional, electo por el pueblo venezolano conforme a lo establecido en la Constitución y leyes de la República, es un “régimen de factoâ€. Es decir, que el organismo que dirige a la Iglesia católica venezolana, se erige en máximo tribunal, en instancia suprema, para decidir que el gobierno del país es de hecho y no de derecho y por consiguiente es válida cualquier aventura destinada a derrocarlo. El propósito es el mismo que inspiró al golpe contra el presidente Hugo Chávez el 11 de abril del año 2002, en el cual participaron activamente el cardenal de la época y la mayoría de los obispos, algunos de los cuales siguen formando parte de la cúpula de la CEV. La verdad es que no hay nada más parecido a la oposición venezolana que la CEV –léase MUD. Siempre derrotada por los errores en que incurre y por su crónica incapacidad para rectificar…
¡Qué riñones! El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, le pidió al presidente norteamericano, Donald Trump, que le planteara al presidente de Rusia, Vladimir Putin –en la reunión en Finlandia– que dejara de apoyar al presidente venezolano, Nicolás Maduro…
El servilismo de Santos no tiene límites.
José Vicente Rangel