El Capitán Ponte Rodríguez murió con las botas puestas

Por: Teófilo Santaella

*¡Mande, mi Capitán!

*La madrugada del 2 de junio

*La isla del Burro

*54 años de olvido

*Anecdotario

*Entrevista con Fernando Zago

I

¡Ordene, mi capitán!

Hacen 54 años de la muerte del Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez, en una de las cárceles de la IV República.

Murió sin pedir cacao al carcelero, ni al dueño del carcelero. Murió como mueren los hombres hechos de puro corazón, de pura conciencia y de puro amor por Venezuela. Murió por su Patria, la cual amó profundamente. Fue el capitán Ponte Rodríguez el máximo jefe del movimiento cívico-militar denominado como El Porteñazo. Más tarde, con el correr de los años de lucha, fue nombrado Comandante General de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). En esa trinchera duró el tiempo necesario para fortalecer la lucha armada. Desde la cárcel, en 1962, envió un mensaje a los combatientes de todos los frentes:

«Compañeros procesados en todas las cárceles y demás combatientes: No podemos menos que sentirnos satisfechos por la labor realizada en 1962. Una labor que en todo momento tuvo como guía nuestras mejores intenciones a favor del progreso económico, social y político de nuestro pueblo, así como por la definitiva erradicación de las cadenas de oprobio y miseria que lo subyugan. Al evaluar las acciones revolucionarias que sirvieron de forja gloriosa al espíritu rebelde de nuestro pueblo, miramos al futuro con absoluta confianza. Miramos al futuro con la certeza de que muy pronto vendrá el día de la liberación. Miramos la liberación como el comienzo del fin de los lazos coloniales que mantienen en el atraso a nuestra patria. Miramos a nuestra patria ocupando el sitial de dignidad que le corresponde por sus tradiciones históricas, por sus riquezas materiales y morales y por la nobleza y bravura de nuestro pueblo.

A ustedes y sus seres queridos hago llegar mi ferviente deseo porque este año les sea propicio para alcanzar sus anhelos de justicia y libertad de en una patria libre y soberana».

¡Con el pueblo hasta la muerte!

Manuel Ponte Rodríguez,

Capitán de Navío.

(Tribuna Popular, en la clandestinidad)

Eran días duros. Días de prueba. Donde los hombres y mujeres se rajaban el pellejo por su patria, desde cualquiera trinchera. El Capitán Manuel Ponte Rodríguez era uno de esos hombres. Preso en el Cuartel San Carlos, no le dio tregua a los opresores de turno. Nunca se doblegó, a pesar de su quebrantamiento de salud. Los carceleros no hicieron caso a su enfermedad, la cual se fue acrecentando con los días. Mientras los celadores se hacían de la vista gorda.

Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez

En transe de muerte.

El 4 de agosto de 1963, salió publicada una información sobre el grave estado de salud del militar recluido en el Cuartel San Carlos: «A pesar de la extrema gravedad del caso, la superioridad militar niega el traslado del Capitán Ponte Rodríguez al Hospital Militar…».

Estuvo incomunicado 90 días.

El doctor Enrique Cherubini, defensor del militar dijo a la prensa: «El Capitán Ponte Rodríguez estuvo 90 días incomunicado por las autoridades del Cuartel San Carlos… sin que pudiera ser visitado por su defensor, ni sus familiares, y menos por un médico calificado».

Un Pediatra visitó a Ponte Rodríguez

Las autoridades del penal, autorizaron al doctor Julián Tovar, pediatra, para que asistiera al militar después de cuatro horas de una crisis aguda. El médico constató la gravedad del paciente, e informó a una comisión de médicos del Hospital Militar, cuyos integrantes recomendaron el inmediato traslado de Ponte Rodríguez al hospital.

Notificado el mayor Pulido Tamayo, director del penal de procesados militares, del asunto, éste hizo caso omiso. Fue rotundo al negar la petición médica. Mientras tanto, la crisis de salud se hacía más evidente en el cuerpo del quien fuera el jefe de El Porteñazo.

Advierte su esposa, Cecilia de Ponte

En una comunicación al ministro de la Defensa, la señor Cecilia de Ponte, es categórica al decir: «Yo Cecilia de Ponte, esposa del Cap. de Navío Manuel Ponte Rodríguez, hago a Ud., señor Ministro, responsable de lo que pueda suceder a mi esposo a consecuencia de haberse negado su traslado al Hospital Militar, recomendado por los especialistas en ocasión de haber sufrido un ataque al corazón».

Los presos piden traslado

Los militares presos tanto del Carupanazo como del Porteñazo, así como los demás combatientes en las diversas cárceles del país, pidieron al Ministro de la Defensa, general Briceño Linares, el traslado del Capitán Ponte Rodríguez al Hospital Militar, en carta pública, del 11 de septiembre de 1963.

El Capitán muerto trasladado al hospital

En el diario El Nacional, de fecha 25 de julio de 1964, informa sobre el traslado del Capitán Ponte Rodríguez al Hospital Militar, después de sufrir un «ataque cardíaco a las 3 p.m., pero ya era tarde». Señaló el periódico: «El Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez, el oficial de más alta graduación del grupo que encabezó la sublevación de Puerto Cabello, murió ayer a las 3 y 30 de la tarde de un síncope cardíaco, en el Cuartel San Carlos de esta ciudad, donde permaneció detenido durante 19 meses».

Honor a quien honor merece

A los 54 años de su desaparición física, el Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez, fue y lo será por siempre, un hombre entregado a una lucha de conciencia por la libertad de su pueblo, y por la conservación de la soberanía nacional. No cedió a la pretensión de quienes lo mantuvieron preso, de hacerlo doblar su conciencia. Todo lo contrario, se endureció y se creció al calor de la lucha popular, y ello lo nutrió y lo fortaleció espiritualmente hasta su último suspiro… Manuel Ponte Rodríguez, murió con las botas puestas.

II

La otra cara de El Porteñazo

Tte. de Fragata Pausides González, Cap. De Corbeta Víctor Hugo Morales,

Alf. Navío Freddy Figueroa Bastardo, Alf. De Navío Sierra Acosta, Tte. de Fragata Teófilo Santaella (con quepis) y el Alf. de Navío Francisco Aguilera, último a la derecha superior.

Son muchas las personas autorizadas para hablar sobre El Porteñazo. El Capitán de Corbeta Víctor Hugo Morales, es una de esas personas, ya que él tuvo un rol importantísimo como el tercer jefe del movimiento. Pero él lo ha expresado muy bien en varias entrevistas y en escritos de su puño y letra, tal como se observa en su libro «Dos generaciones». Veamos más bien lo que dijo el Secretariado Político de Liberación Nacional, al cumplirse un año de aquellos sucesos de Puerto Cabello:

«El 2 de junio es una fecha de victoria y esperanza para Venezuela Ese día apareció en Puerto Cabello un movimiento que, junto con el de Carúpano, habrá de hacer historia. Los destacamentos del pueblo y las unidades revolucionarias de las Fuerzas Armadas unieron esfuerzos y heroísmo por erradicarle a la patria la vergüenza de la sumisión colonialista y ahorrarle al país el dolor de la opresión. Derrotada la insurrección de Puerto Cabello, ha seguido viviendo. Las causas profundas atenazadas por la abnegación del pueblo no mueren jamás. Puerto Cabello arroja enseñanzas que no podemos olvidar los revolucionarios venezolanos. Debemos recogerlas, cultivarlas y desarrollarlas para que arrojen luz en nuestro camino. Puerto Cabello confirmó el hecho, bastante auspicioso, de la existencia en nuestras Fuerzas Armadas de vanguardias revolucionarias que son capaces de llegar a la insurrección si miedo a las confusiones ideológicas y a arrostrar la furia del enemigo… En Puerto Cabello aprendió el pueblo venezolano, en la dura experiencia de las refriegas callejeras, el arte de la guerra… El Frente de Liberación Nacional ha recogido en su programa los postulados de los combatientes, civiles y militares, de Puerto Cabello y Carúpano. Nuestras banderas son las mismas que ellos enarbolaron. Nuestras esperanzas y nuestros deberes son los mismos que inspiraron su gesto. Hoy, más que nunca, está planteado en Venezuela el camino que nos trazaron los héroes de Puerto Cabello… La lucha armada es el medio indispensable que la historia nos indica. No hay otra alternativa para liberarnos. Esa es la lección más importante de Puerto Cabello».

Secretario Político del Frente de Liberación Nacional (FLN).

Caracas, 2 de junio de 1963.

III

Entre agua y guardias

La isla del Burro, es la mayor de 22 islas que conforman el Lago de Valencia. Las instalaciones que hizo para presos comunes del gobierno de Isaías Medina Angarita, fueron abandonadas por años. Allí estuvo recluido un famoso delincuente apodado «Petróleo Crudo», quien había sido el único preso que lograba fugarse a nado del penal. Fue tan notoria su proeza que el presidente Medina Angarita, lo indultó. Pero había tanto preso político en el gobierno de Rómulo Betancourt, que esas instalaciones fueron reacondicionadas para llevar los presos militares y civiles (guerrilleros y no guerrilleros). Era torturante para los familiares visitarnos, no tan sólo por la lejanía, sino por las dificultades que se presentaban en la vieja gabarra de traslado, y con las rigurosas requisas a que eran sometidas las familias por la guardia nacional. En aquel entonces, no había a quien llorarle… No había ONGs, ni canales de televisión, ni periódicos, ni radio a dónde acudir a quejarse.

El padre Padilla sostiene a un soldado moribundo.

IV

54 años de olvido

Gabriel García Márquez, dejo una bella frase que termina aludiendo al olvido. Hela aquí: «Eran gentes de vidas lentas, a las que no se les veía volver viejas, ni enfermarse ni morir, sino que iban desvaneciéndose poco a poco en su tiempo, volviéndose recuerdos, brumas de otra época, hasta que los asimilaba el olvido».

Así somos los hombres que participamos en el Porteñazo. Hemos envejecidos físicamente, pero mantenemos el mismo espíritu de lucha de aquella época. Mantenemos el mismo espíritu aguerrido que teníamos el 2 de junio de 1962. Ha habido enfermos, los hay, así como muertos, pero los pocos que quedamos seguimos rodilla en tierra, como si la muerte no existiera. En nuestros corazones seguimos sin enfermarnos y sin morir. La historia nos pertenece. Así alguien quiera enterrarnos dos o tres veces más profundo que a los demás. Nos fuimos desvaneciendo en el tiempo, como todas las cosas, volviéndonos recuerdos para algunos, para otros, llama que sigue encendida. Pero en una cosa tiene sobrada razón el Gabo: «â€¦hasta que los asimilaba el olvido».

El olvido es una acción que puede ser involuntaria o voluntaria. Es decir, se olvida involuntariamente, pero también se olvida voluntariamente. Adrede, pues. Este parece ser el caso de los militares que participamos en el movimiento cívico-militar patriótico y anti-imperialista, hace 54 años.

Eloy Torres, y un grupo de sus camaradas en la isla del Burro

En una entrevista que el periodista, autor de este trabajo, le hiciera en el 2008, al Comandante Supremo de la Revolución, Hugo Chávez Frías, para el diario El Guayanés, en una empresa privada que lo llevó a Puerto Ordaz, al regresar de su periplo por Argentina y Cuba, me confió, una vez que supo que yo había participado en El Porteñazo, lo siguiente:

«Te felicito, negro. Yo era un chamo, como dicen ahora, de apenas … 7 u 8 años, cuando oí que unos militares se habían alzado en armas en Puerto Cabello. De inmediato busqué a mi hermano Adán, mayor que yo, para que me contara lo que había pasado en esa ciudad. Adán me hecho el cuento, y le dije: «¡Carajo, por qué soy como soy!, muchacho de a pie, y no un hombre de a caballo, para verme ido a luchar con ellos… Nunca se me olvida, eso sucedió en la casa de mamá Inés, mi otra madre. La que me crió… Por cierto, tanto el Carupanazo como el Porteñazo fueron precursores de los movimientos cívicos-militares no tradicionales en Venezuela. Ellos, ustedes, marcaron la ruta que otros (ahora yo y mis compañeros), debíamos seguir para deshacernos de la herencia que nos legó la moribunda IV Republica… Ustedes no pasarán al olvido…».

V

Anecdotario

Es saludable para nosotros recordar algunas cosas de las que no se han hablado, respecto al Porteñazo. Buscando entre mis archivos encontré cosas como estas:

*Cuando trasladaron a los presos militares, una vez sufrida la derrota por parte de las tropas del gobierno, al Cuartel Carabobo, un oficial comenzó a llamar por su nombre de pila a los oficiales para que fuesen bajando del autobús… Cuando le tocó el turno al Capitán de Fragata Pedro Medina Silva, este le dijo: «Nuevo, soy Capitán de Fragata, mientras no me nombres como debe ser, no bajaré de esta vaina… Soy más antiguo que tú…». El oficial se retiró y le pasó la lista a otro.

*Cuando tomamos al «El Zulia» (buque de guerra), en el momento en que hice preso al Tte. de Navío Eneas Rivas Perdomo, grité: «¡Viva Cuba! ¡Viva la revolución!». Así quedó asentado en mi expediente que me levantaron.

(Por cierto la única persona que he apuntado con un arma en mi vida… Es desagradable. Ojalá nunca pase por esas circunstancias).

*Algilras Tomasaukas (el ruso) era un hombre delgado y alto. Lo conocí en la isla del Burro, o campo de concentración «Rafael Caldera». Era tenaz, inteligente y no sabía lo que era el miedo. Ofrecía, con valor, su espalda para que los guardias nacionales dibujaran su furia a peinillazos. Murió en la lejana Lituania, recordando a sus camaradas de lucha en Venezuela.

*Una vez me trasladaban del Hospital Militar a mi lugar de reclusión, en la isla del Burro. Antes pasamos por el Cuartel San Carlos, creí que me dejarían allí. Nada que ver. Recogieron a otro preso. Era Teodoro Petkoff. Lo esposaron en mi mano derecha y él con la izquierda. Yo lo conocía. Él a mí no. Muchos kilómetros recorridos en silencio entre los dos. Fue cuando me preguntó ¿Y tú? Le dije que yo era militar de los del Porteñazo. Otra vez el silencio. No volvimos a intercambiar una sola palabra. Siete días después de su estadía en la isla, lo trasladaron al Hospital Militar caído en vómitos. Se había tragado medio kilo de sangre de vaca, y al vomitar los carceleros se asustaron y lo sacaron del penal. Pocas semanas después protagonizó una de las fugas más espectaculares de la época. Se colgó a un nailon desde el séptimo piso del Hospital Militar

*El grupo de oficiales y suboficiales capturados en las acciones de Puerto Cabello, fuimos recluidos en el Cuartel Carabobo. Allí nos torturaban todos los días, a través de una banda de guerra cuyos toques nos perforaban los oídos. Tres meses estuvimos en ese estrecho lugar, donde castigaban a los soldados. Por cierto, la primera persona que pudo entrar a visitarnos, tres meses después, fue el doctor José Vicente Rangel, diputado de URD para aquel entonces. Él gentilmente llevo cartas a nuestros familiares. Días después nos pasaron al Cuartel San Carlos, en Caracas, donde estaban otros presos, entre ellos el general Castro León y sus compañeros de derecha. Con ellos convivimos durante un año. Previo al traslado para la Isla del Burro, en horas de la noche, produjimos incendios de colchones y otras cosas, como protesta por el traslado a un lugar tan lejos para nuestros familiares. El director del Cuartel era el mayor Pulido Tamayo. No nos acompañó el Capitán de Navío, Manuel Ponte Rodríguez, debido a quebrantos de salud.

*El campo de concentración en la isla del Burro, tuvo miles y miles de anécdotas que merecen se contadas, pero en este trabajo especial para ser publicado en Aporrea, dejaremos muchas cosas afuera, pero que serán descriptas en un libro que preparó sobre la otra cara del Porteñazo. Sin embargo, cabe señalar que en una primera instancia, a nuestra llegada al penal, nos mantuvieron juntos (Militares y civiles) por corto tiempo, cuando nos dividieron, físicamente hablando, pues, ideológicamente seguíamos más unidos que nunca.

*Nos volverían a unir, obedeciendo a una previa solicitud, el 25 de diciembre de 1963, motivado a un plan de fuga que se había desarrollado para esa fecha, cuando los familiares se despidieran de sus seres queridos. En efecto, la salida la tardamos más de la cuenta, esperando la complicidad del anochecer de aquel día. Cuando llegó la hora cuatro camaradas estaban perfectamente maquillados para confundirse entre los familiares y abandonar la isla. Los afortunados fueron: El Capitán de Fragata, Pedro Medina Silva, el doctor Germán Lairet, Gastón Carvallo y el mayor Manuel Azuaje Ortega.

*Los prisioneros seguimos con gran expectativa el regreso de los familiares. La incertidumbre se elevó al máximo cuando pasaban por la requisa de los guardias nacionales. En la medida en que eran requisadas, las personas abordaban la gabarra. Todo en nosotros era tensión, emoción y expectativa. Los minutos pasaron, como años, para nosotros, hasta que la última persona abordó la gabarra y ésta arrancó. Quince minutos después nuestros camaradas abordaban unos vehículos que se los tragó la noche…

*Tres días de fuego continuó fue el escenario donde los rebeldes enfrentaron a la tropa del gobierno, donde hubo ataques aéreos, por tierra y por mar. La orden de Betancourt era acabar con la insurgencia en poco tiempo, antes de que pudiera pasar a mayores. El Maestre Becerra fue la primera baja entre los rebeldes.

*Los guerrilleros que estaban presos en el Castillo Libertador, fueron liberados por los rebeldes, y se incorporaron a la lucha en las calles de Puerto Cabello, donde se batieron como fieras frente a las tropas gubernamentales, así lo dijo la revista Élite.

*El hotel Cumboto, el mejor hotel de la ciudad de Puerto Cabello, sirvió de lugar para que en la noche del día primero de junio se revisaron los últimos detalles del alzamiento. Militares y civiles se concentraron en una habitación del hotel, según publicó la revista Élite, en edición especial.

*Bajo una lluvia de balas, un sacerdote socorrió a soldados y civiles heridos o moribundos en plena esquina de la Alcantarilla. Se trato del padre Luis Manuel Padilla, quien era, además, se desempeñaba como capellán de la Base Naval de Puerto Cabello. Por cierto, fue protagonista cuando un fotógrafo lo captó sosteniendo entre sus brazos a un soldado herido. La foto se hizo acreedora del Premio Pulitzer.

*El 24 de agosto, a las 6 a.m., cuatro combatientes de la FALN, realizaron el secuestro político de la estrella de fútbol internacional Alfredo Di Stéfano, en una operación llamada «Operación Julián Grimau, en memoria al líder revolucionario fusilado por la tiranía franquista. La operación estuvo dirigida por el Comandante Máximo Canales.

*»Se entregó al SIFA el jefe de las FALN». Así tituló el diario El Nacional del día 4 de julio de 1969. En efecto, el Capitán de Fragata, Pedro Medina Silva, quien se encontraba prófugo desde el mes de diciembre de 1963 de la isla del Burro, cuando había logrado escapar junto a Germán Lairet, Mayor Manuel Azuaje Ortega y Gastón Carvallo… Había estado en Cuba, luego de su fuga. Luego visitaría a Argentina, Vietnan, Brasil, entre otros países. Media hora después de la entrega fue recluido en el Cuartel San Carlos.

*La FALN responde: «â€¦el citado Pedro Medina Silva, quien actuó en épocas pasadas en el campo revolucionario, hoy dista mucho de cumplir esa condición, en el presente no pertenece a las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional y por ende no puede ser jefe de la misma… Nuestro movimiento FLN-FALN en armas contra el imperialismo, el sistema que representa el doctor Caldera y contra el revisionismo expresado fundamentalmente por el PCV, que reconoce como único Comandante en Jefe a Douglas Bravo, dicha condición adquirida en los años de la lucha al frente del movimiento guerrillero venezolano no está en discusión…».

*»Acepté un diálogo con este gobierno copeyano, que jamás habría intentado con el de Acción Democrática». Fue el título del diario El Nacional del día 6 de julio de 1969. «Las F.A.L.N. dejaron de existir y no temo las amenazas porque desde hace años he si un condenado a muerte». Medina Silva sólo estuvo tres días en el Cuartel San Carlos, estas declaraciones suyas las hizo al salir en libertad.

*»Si no hubiese sido por el Partido Comunista de Venezuela, los que encabezamos los movimientos insurrectos contra el régimen de Rómulo Betancourt en Carúpano y Puerto Cabello, no estuviéramos vivos…». Al referirse a la nota de la FALN que habla sobre su destitución como su Jefe, dijo: «En esa nota se escribe de mi persona y se destaca que Douglas Bravo es el Comandante General de las FALN. Yo soy amigo de Douglas y si lo señalan como jefe de esa organización armada es porque tiene méritos como revolucionario que es». Un periodista quiso saber la opinión de Medina Silva sobre la muerte de Fabricio Ojeda, y esto fue lo que respondió: «Pongo en duda de que Fabricio se haya suicidado. El era un hombre llamado a la vida, un poeta con virtudes e ideas revolucionarias; por ello sostengo que no ha podido quitarse la vida».

*Presos a la calle (1967), después de cinco años de cárcel en la isla del Burro (campo de concentración «Rafael Caldera»); de penurias para los familiares en sus agitadas visitas; después de tanta tortura física y psicológica, el gobierno adeco, representado por el presidente Raúl Leoni, procedió a vaciar la cárcel, y trasladar a confinamientos a unos, al exilio otros, y los más afortunados, entre ellos yo, en libertad plena. En efecto, el presidente Leoni, en un gesto más político que humanitario procedió a liberarnos, bajo condiciones, unos, otros, en plena libertad, como fue mi caso.

*Cándido López, un camarada popular entre los civiles, dijo a su salida: «Ya yo estoy viejo, y la experiencia me ha enseñado que es mejor vivir en cualquier parte que vivir entre rejas… A partir de ahora me dedicaré por entero a mis hijos. Ellos no tienen madre, y necesitan todo mi apoyo… Viviremos de la agricultura».

Habla Fernando Zago

El camarada Fernando Zago dejó plasmada parte de sus vivencias y las de sus compañeros, cuando el autor de este trabajo lo entrevistó de manera especial. He aquí la entrevista:

–¿Desde qué edad tomaste conciencia sobre la militancia en la izquierda venezolana? ¿Qué te impulso a hacerlo?

—En el año 1957, estudiando 2º año en el liceo Andrés Bello, tengo contactos con camaradas de la J.C y participo en las manifestaciones contra Pérez Jiménez. En 1958 ingreso a la Juventud Comunista.

—¿A qué edad te hicieron preso, por primera vez? ¿Cómo te sentiste? ¿Tuviste miedo?

—En el año 1961 haciendo entrenamientos para guerrillero, en la montaña de Vigirima, estado Carabobo, hubo un accidente con un explosivo de fabricación artesanal, muriendo el camarada Jaime Vásquez y resulto herido junto a Marcial Rodríguez, quien era Sub-oficial activo de la Fuerza Aérea. Se nos inicia juicio y pasamos a la clandestinidad; y en Marzo de 1962 me apresan. Es duro y por supuesto que sentí miedo pero afronte la situación y pase casi 6 años presos luego de ser condenado por un Consejo de Guerra que en tiempo record de 3 días condenaron a más de 150 jóvenes a penas similares.

Fernando Zago, me cuenta que su entrenamiento era con el fin de incorporarse al Frente Guerrillero, José Antonio Páez, el cual era comandado por el ingeniero Juan Vicente Cabezas (Comandante Pablo). Pero, «me hicieron preso me hacen preso en el intento».

—¿Cómo afectó esta lucha tan exigente a tus estudios universitarios?

—Para esa época era estudiante de secundaria y por supuesto afectó mi vida. Este tipo de vida es muy exigente, te requiere ciento por ciento, y hay veces que hasta nos desvinculamos, no sólo de los estudios, sino de la familia, también. Soñar cuesta caro. Recuerdo un pensamiento de Lenin, que decía algo parecido a esto: «Es preciso soñar, pero con la condición de de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía…». Yo, como otros jóvenes de la época, soñé y contraste ese sueño con la realidad que me circundaba, y observe una contradicción. Y es contradicción me llevó a la lucha por ese sueño, el cual aún conservó intacto.

Le consultamos a Zago sobre el lugar donde lo recluyeron al hacerlo preso, por primera vez y nos dijo habían sido varios, prácticamente a la vez. Quiso decir que lo paseaban de un lugar a otro en menos de lo que espabila un ciego: Palacio Blanco, al lado de Miraflores, Fortín de La Guaira, Isla de la Orchila, y finalmente a la isla del Burro, donde pasó 4 años. «En esos lugares compartí con muchos camaradas, entre quienes recuerdo: Alwilson Querales, Algildrás Tamasaukas, Clodosbaldo Russian, Rafael Figueróa, Julio Conde, Angel Suzzarini, Víctor Córdova, Saúl y Salomón Corona, Eloy Torres, Germán Lairet, Rómulo Valero, enmarcados dentro de una lista larga de civiles, y militares revolucionarios, donde por supuesto estás tú».

—¿Eres marxista? ¿Por qué?

—Como Ciencia Social y método para abordar e interpretar la vida es indudable su valor y no hay que tener temor en afirmarlo. Lo que no es correcto es el verlo como un dogma cuasi religioso y no se puede confundir con prácticas que su nombre lo han distorsionado.

 

—¿Guardas rencor a algún camarada producto de controversias en la lucha o por otro motivo?

 

—Con los años los seres humanos maduramos y tendemos a ser más ecuánimes y en consecuencia vemos al mundo y lo que sucede de manera más amplia. Por controversias no le guardo rencor a nadie pero evidentemente me da tristeza ver, oír y leer como antiguos camaradas andan de amores con los que nos persiguieron, asesinaron, torturaron ó con quienes hoy en día representan el ayer que tanto mal le hizo a nuestro país y al mundo. El problema es de ellos y su conciencia.

—¿Te arrepientes de haber dado lo mejor de tu juventud a esta lucha revolucionaria?

—En ningún momento me he arrepentido de haber tenido y tener aún estos ideales. Al contrario cada día me siento más orgulloso de mi modesto aporte en la búsqueda de un mundo más bonito, más humano, más solidario y más de iguales.

Fernando Zago, me confiesa que la vida es un constante aprendizaje, y que las vivencias de aquellos años de lucha y de entrega a una causa justa, nos permiten ser hoy lo que somos. «Aprendí a valorar a mi patria, a mis amigos, a mis ideales, y, en especial, a mi como ser humano que ha tenido la suerte de estar presente en este bonito proceso que vive nuestro país, con sus fallas, con sus errores, pero con sus aciertos y sus verdades». Respecto a si fue torturado, responde: «Como casi todos los presos de la época, fui torturado. He dejado constancia de esos hechos en mis declaraciones a un fiscal que trabaja para la Comisión de la verdad».

 

Estadía en la Isla del Burro

 

El camarada Fernando Zago estuvo entre el grupo de guerrilleros y militares revolucionarios que el gobierno de Rómulo Betancourt mandó al Campo de Concentración en la isla del Burro, en 1963. En ese lugar estuvimos todos juntos por un tiempo corto. Luego nos separaron.

En ese sentido, Zago me revela que formó parte del grupo 25 camaradas que inauguró el Campo de Concentración «Rafael Caldera», procedente de la isla La Orchila. «Lo primero que sentimos fueron los maltratos que nos dieron en la propia gabarra antes de desembarcar. Fuimos vejadas no sólo en ese instante, sino en el resto de la noche y en días posteriores.

—¿Cuál fue el comportamiento de la Guardia Nacional?

—El comportamiento fue agresivo, sin embargo, hubo sus excepciones, cuya actitud no debemos olvidar nunca, como revolucionarios que somos.

Al ser consultado sobre la rutina que llevaban los camaradas en los galpones, luego de habernos separado, Zago apunta que: «Después de la separación entre ustedes, los militares, y nosotros, organizamos una rutina, dentro de la complejidad del espacio en el que estábamos encerrados. Sin embargo, logramos orquestar una rutina que involucraba la actividad política y planes de fuga. Así como lo que tenía que ver con deporte, trabajo, jodedera y estudio, sobre todo el estudio. El partido era el responsable de mantener un organización acorde con nuestros ideales. En ese sentido, había un comité local, formado por los mejores cuadros, con secretariado político, finanzas, organización, educación, deporte y, finalmente, seguridad y fuga.

Le dije a Fernando que me llamaba mucho la atención lo de la comisión de seguridad y fuga, y me respondió: «Teófilo preso que no piense en fuga, no es preso. Eso de pensar en fugarse de una cárcel es tan antiguo como antiguo el castigo con cárcel para el ser humano. Me viene a la mente un hombre que fue condenado a más de 20 años de prisión. Era una situación difícil y estresante para cualquiera, menos para él. Desde que entró a su celda, entró con la idea de fugarse. Se dijo para sí que no defraudaría a los suyos, a sus antepasados, que habían sobrevivido al hambre, a tempestades, y a las prueba más duras, de donde salieron airosos. ¿Entonces? Como no voy a seguir el camino que ellos labraron, terminó por susurrarse. Y comenzó a planear su fuga.

Fernando concluyó su idea con esta reflexión: «Si yo tuviera el control del tiempo, y pudiera retroceder a la década de los 60, haría lo mismo… Lo mismo que haría cualquier revolucionario que se digne llamarse así mismo revolucionario».

—¿No les quedaba tiempo ni para pensar en los carceleros?

—Teníamos una rutina bien elaborada, donde destacaba la disciplina revolucionaria. Te digo: desde esa organización se coordinaba la actividad política, propia del PCV. Mientras que lo educativo incluía desde enseñar a leer y escribir a quienes lo requerían, hasta cursos de economía, filosofía y política. Todo desde las perspectivas del Marxismo-leninismo… Llegamos, incluso, a elaborar un libro sobre Venezuela, de autoría colectiva. Además del comité local, había una dirección de cada galpón. La secretaría de finanzas controlaba los organismos productivos como el taller, la cantina, la pollera y un huerto. Y finalmente, el dinero colectado se enviaba a los frentes guerrilleros y a las familias más necesitadas. Igualmente, contábamos con una agrupación musical, el cual, incluso, llegó a grabar un disco. Mientras que en la actividad deportiva se practicó beisbol, boxeo, atletismo, pingpong, futbol, basquetbol, y ajedrez, entre otros. Cada año se celebraban unas «olimpiadas inter-galpones», con la participación de cada uno de estos galpones donde estábamos alojados los prisioneros.

El camarada Fernando Zago, a una pregunta, respondió que para él, la organización que tenían era casi perfecta. Cubría todas las actividades, incluyendo los planes de fuga. «La idea de todo revolucionario preso es buscar la libertad bajo concepto digno, y ello incluye la fuga. Para tal fin habíamos conformado un comité de fuga, liderado por Algilras Tomasaukas, el ruso. Él aportó en la fuga de Medina Silva, Germán Lairet, Azuaje Ortega, y Gastón Carvallo. Luego, estuvo al frente de la construcción de un túnel, durante dos años. Pero esta acción se frustró por filtración de información. Por cierto, es oportuno y satisfactorio para mí, reconocer el valor del camarada Tomasaukas. A quien le decíamos el ruso, pero en realidad era lituano. Era un hombre duro, inteligente, con un valor por encima de la media, y terco, muy terco. Trabajador y buen amigo. Murió en el 2002 en Lituania.

—¿Viviste en el exilio?

—En efecto, luego de pasar varios años preso, me conmutaron el resto de la pena con el exilio. Viví más de un año en la antigua U.R.S.S., donde hice cursos de formación política y militar, y cuando el partido lo decidió regrese clandestinamente, a pesar de que mi compañera de toda la vida estaba en estado de nuestro hijo Mario. Así es la azarosa vida de un revolucionario.

A una pregunta sobre la conducta asumida, posteriormente por Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez, señaló: «Cada quien son su conciencia. Más que guardarles rencor, lo que siento por ellos es lástima. Ellos fueron nuestros dirigentes, de aquella época, nuestros jefes… y muchas veces me he preguntado: ¿en verdad ellos creían en la revolución? Hoy en día cuesta creerlo.

A cerca de la comida, Zago me relata que en cada galpón existía una cooperativa de comida, y guardias diarios para hacer la comida para todos bajo la dirección del partido. «La actividad nuestra era intensa desde que nos levantábamos hasta que nos acostábamos: trabajo, mucha lectura, planes de fuga, deportes, en fin, jodedera de la buena… Eso nos ayudaba mucho a soportar el encierro. Además teníamos un periódico «clandestino», llamado «El Jodedor», dirigido, por el flaco Vázquez y Miqueas Figueroa, que, de paso, arrechaban a unos, y alegraban a otros… Estos camaradas eran un par de joyitas, sobre todo el Miqueas…

—¿Qué significaban para ustedes el día de visita?

—Significaba el mejor día de la semana, del mes y del año. La visita de los nuestros era el día más esperado. Desde tempranas horas estábamos arregladitos, perfumaditos, aquellos que podían, y con rostros alegres, como unos carajitos cuando le ofrecen un regalo. Para nosotros ese día

significaba uno de los mejores regalos: eran los padres, los hijos, los hijos, los amigos, en fin, era la familia. Era la solidaridad, y el mundo que no teníamos dentro. La presencia de mi mamá, era una luz que llegaba y me llenaba por el resto del día. Era la alegría y la solidaridad. No encuentro como valorar el sacrificio de mi madre, y todas las madres, que tenían que recorrer miles de kilómetros, para después someterse a la oprobiosa requisa de los guardias. Abordar una vieja gabarra, desembarcas y caminar colina arriba hasta llegar al encuentro.

—¿Cuál crees tú que es la diferencia entre el Fernando de hace más de cinco décadas, y el de ahora?

—La primera gran diferencia entre ayer y hoy, son los 54 años más. Las otras, como producto de la primera es ponderación, capacidad de ser menos impulsivo y, en consecuencia, tener mayor amplitud en la comprensión de la vida. Vivo feliz con mi compañera de toda la vida, tengo un hijo trabajador y revolucionario, un nieto en la universidad y, lo más importante, ellos y los amigos de esa época nos queremos y creemos que vamos hacían un mundo mejor y más bonito.

—¿Es posible que se dé un golpe de Estado en estos momentos?

—Mira, yo no lo creo. Para un golpe al estilo tradicional se requiere la participación decidida del grueso de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Y eso no va a suceder. Porque Chávez sembró conciencia en ese sector, porque él venía de allí, y, no sólo conoció al pueblo venezolano, sino que conocía como eran los hombres y mujeres que se alistan en el ejército, en la aviación, en la marina o la guardia nacional. Son gente del pueblo, vienen del pueblo y deben al pueblo. Antes, era fácil dar golpe de Estado, ya que cualquier demagogo venía y manipulaba a nuestros oficiales y soldados, ahora no. Ahora hay conciencia nacionalista. Eso está hondamente sembrado en los corazones de los hombres y mujeres de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana. No dudo que pueda presentarse algún conato, al cual llegue los cantos de sirena de la derecha, pero de allí no pasará. Tampoco va a pasar lo Paraguay o lo de Brasil. No hay rendija por dónde meterse. En el PSUV y el Polo Patriótico hay cohesión.

  • ¿Crees que habrá revocatorio este año?

—No soy experto en cuestiones electorales, pero por lo que veo la cosa no la tiene fácil la derecha.

—Quieres agregar algo, antes de despedirnos?

—Bueno, deseo que nuestro pueblo salga del atolladero en que se encuentra. Que las fuerzas revolucionarias mantengan a raya a los lacayos del imperio, y que el gobierno pueda levantar la economía para darle el golpe de muerte a quienes desean ponerle la mano al poder para entregar nuestras riquezas al imperio. Pero, igualmente deseo que se mantenga la unidad de las fuerzas revolucionarias, en defensa de este proceso bonito que tanto ha costado conformar. Más nada…

Puerto Ordaz, 2 de junio de 2016