Por: Julio Escalona
O simplemente Alí, los muchos Alí que eres: hijo, padre, esposo, marido, amante, estudiante, ministro, petrolero, político, campesino, escritor, bailador al estilo de Cantinflas, amigo, hermano, maestro de la escuela de Simón Rodríguez, pleno de juramentos y desafíos, conspirador, desafiador de los fantasmas del camino con ojos de mañanas que descubren los soles que vienen cargados de revoluciones, soles que nunca se van, se quedan para estarse transformando siempre, no para vencer la noche, la noche hermosa de los sueños insepultos, que siempre renacen en la primavera eterna de las revoluciones que hacen los pueblos, las de verdad, las que saben reír, cantar gritar y también llorar con el llanto de los siglos sepulcrales de las derrotas, que no han hecho más que anunciar las victorias que dijo el Chino Valera Mora regresarán como los pueblos, cantando y más cantando. Cuenta cuentos de tus sierras andinas, dedicados a los jóvenes que siempre has sabido seguir convocando.
Finalmente, guerrillero, la misión que siempre se te encomendó, guerrillero de los anhelos, subvertidor de la rutina, del cansancio de los que pierden la fe, de los traidores que se venden por menos de un plato de lentejas. Guerrillero que nunca nos va a dejar, honradez con la transparencia de las mañanas cargadas de gotas portadoras del rocío, que hacen que una rosa sea una rosa, que guarda sus espinas para no herir al guerrero de la paz y la oración, que subleva a los humildes.
Quiero saludarte con estos versos de Neruda: «Mírame desde el fondo de la tierra, labrador, tejedor, pastor callado: domador de guanacos tutelares: albañil del andamio desafiado: aguador de las lágrimas andinas: joyero de los dedos machacados: agricultor temblando en la semilla: alfarero en tu greda derramado: traed a la copa de esta nueva vida vuestros viejos dolores
enterrados.»
Te recuerdo en la noche guerrillera intercambiando esperanzas, haciendo chistes… tuve una novia de clase media y hablándote de mis despechos, me dijiste, con tu franca sonrisa, es que tú eres un chancletudo e inventaste una palabra, en «ruso», idioma que conocías bien: un chanklieski. Para reírnos de nosotros mismos. La lucha que librábamos era muy seria y no nos dábamos mucha importancia. «La pelona», la muerte, quien sabe con qué puñal, podía esperarnos en cualquier vuelta de camino. ¡Sigamos obviándola! Aunque sea una visitante inevitable, pero ante esa inevitabilidad, es mejor que ella decida su visita, sin que jamás la estemos convocando.
Tampoco vale la pena ponerle candados a las puertas o como se decía en el Campo de Carabobo, donde yo nací, una «tranca». Lo que ella nunca paralizará es a nuestro espíritu siempre batallador, nuestro espíritu inmortal, eterno en la esperanza, eterno en el amor.
Post Scriptum
Ayer llegó la noticia. Finalmente, te despediste de este plano de la vida, la Tercera Dimensión. Ahora vas hacia la Cuarta Dimensión y seguirás realizando los entrenamientos que te correspondan según los méritos acumulados en esta visita en la que pudimos encontrarnos y compartirla, lo que me ha llenado de enseñanzas y de afectos.
Dejas una rica y valiosa herencia, que en la medida que pase el tiempo se irá acrecentando. Los que te conocimos nos honramos por haberte encontrado en el camino de las luchas por la liberación de nuestro pueblo y de los pueblos hermanos, como el pueblo de Cuba, que te recibió como hijo legítimo de las glorias de Martí y de Fidel. Me consta el profundo afecto que tanto el gobierno de Cuba como su pueblo te profesaron.
Hoy en muchos lugares del mundo se depositan flores y amores, plenos de orgullo porque en algún momento, tú los visitaste y fueron objeto de tus amorosas esperanzas y cavilaciones.
Sé que en nuestra patria y en otras, hoy muchos jóvenes te reconocen como maestro ejemplar y levantan cariñosamente una flor regada por una lágrima y te rinden homenaje. Nunca fuieste un ser triste. Un fino e inteligente humor siempre le dio brillo a tu presencia y a tus enseñanzas.
No puedo decir que dejas un vacío. Estoy seguro de que tú presencia es inmortal. Sobre todo, porque la pedantería y la prepotencia siempre estuvieron lejos de ti. Mientras más profundas e iluminadas fueron tus enseñanza y obras, más grande fue tu humildad. Así te conocimos, así te recordamos y así te celebramos.
Rindo homenaje a esos hijos-hermanos que te cuidaron en La Habana, hasta tu último suspiro en esta dimensión espiritual: Rafael Salazar y María Teresa Novo. Mis grandes amigos, a quienes le debemos varios años de tu luminosa travesía por estos caminos.
Me despido, por ahora, dedicándote las palabras, que, en su Reportaje al pie del Patíbulo, antes de ser asesinado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, escribió el militante comunista, Julius Fucik:
«He vivido por la alegría, por la alegría he ido al combate, por la alegría muero. Que la tristeza jamás sea unida a mi nombre». Desde los veinte años me la aprendí y la he llevado guardada en mi corazón para dedicarla a todos los revolucionarios como tú, que legítimamente la merezcan.
También dijo: «caer en manos de la Gestapo, es el final. Pero, sólo yo he perdido». Y, «si yo pudiera morir, por la última bala disparada en el último combate por la libertad, moriría feliz».
Hasta luego, Alí. Un gran y cálido abrazo.
Julio