EL EJERCICIO DEL PODER

¿Por qué los paramilitares de Uribe no han tomado una de las ciudades del lago de Maracaibo o del golfo de Venezuela? La posesión de un enclave en esa zona revestiría de carácter bélico la intervención de los EEUU, daría la seriedad que no tiene a la proclamación de Guaidó y dejaría enredados en un laberinto de indecisiones a China y Rusia. Aunque lo deseaban de corazón, Trump y sus mayordomos criollos no se atrevieron a concretar una maniobra de ese tipo: carecen de fuerza dentro de Venezuela. Ni pueblo organizado ni militares obedientes. Nadie se prestó a ser carne de cañón de sus intereses. Su operación política terminó en trasladar la guerra al escenario de la retórica, el de la OEA y el Consejo de Seguridad y ahí también perdieron, en la batalla de los discursos y las amenazas.

En la Venezuela donde irrumpió Guaidó no existe vacío de poder que sirva para justificar jurídicamente su payasada. Hay una guerra por el poder: las corporaciones multinacionales o, lo que es lo mismo, su portavoz Trump, quieren arrebatar el poder cívico militar a Madura. Es más que la lucha por adueñarse del mar de petróleo, del litio y el oro, en Venezuela se dirime la cuestión del poder para toda América La Pobre. La ofensiva del imperio reviste también un carácter simbólico, como lo fue el derrocamiento y muerte de Allende.

Esa perspectiva de guerra civil vuelve más relevante el papel del entramado social y político donde radica la fuerza del chavismo. Trump y Guaidó no advierten que están invitando un convidado de piedra a la fiesta que preparan: la trama social que, en condiciones de guerra civil, pueden ganar en independencia y autonomía respecto a la burocracia del madurismo.

Están pintadas de rojo tanto los barrios populares como las zonas del campesinado. Cuando manifiesta el chavismo, no lo hace una masa informe, como aquella donde se apoyan los partidos de la derecha, se movilizan comunas, cooperativas de producción, sindicatos, consejos campesinos, comités locales de abastecimiento, mercados comunales y milicias bolivarianas, que han aprendido el uso organizado de las armas y participado en ejercicio de defensa del territorio nacional. La derecha no ha logrado quebrar la moral de esa trama social y tampoco, salvo casos excepcionales, cooptar sus dirigentes de base. Conscientes de las razones de la crisis económica y del desabastecimiento que soportan, su firmeza se nutre del convencimiento de que, pese a todo, siguen proponiéndose marchar hacia un horizonte socialista y revolucionario.

Desde nuestra propia intención de caminar en esa dirección, aunque hayamos sufrido deserciones y derrotas varias, creemos que la solución de los problemas de Venezuela vendrá de la mano de esa base social del chavismo, organizada y politizada. Es nuestra esperanza que, en futuro no muy lejano, todos los pueblos latinoamericanos puedan crear su propio poder para enfrentar a las corporaciones, los EEUU y sus capataces locales.

EL COLECTIVO

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