BALANCE DEL 23 DE FEBRERO: LA CORRELACIÓN DE FUERZAS EL DÍA DESPUÉS

El 23 de febrero transcurrió como uno de los días más peligrosos por tratarse de un alto riesgo de asalto a la República Bolivariana, mediante la declaración abierta de socavar la integridad territorial de Venezuela en los espacios fronterizos con Colombia y Brasil.

Como es sabido, la jornada estaba prevista como un nuevo cenit para el antichavismo en Venezuela y el extranjero por tener dos propósitos prácticos elementales:

  1. Juan Guaidó haría efectiva su presidencia transitoria, toda vez que su intencionado ingreso de supuesta»ayuda humanitaria» a Venezuela definiría su posición al mando de la FANB.
  2. El antichavismo venezolano y extranjero tenía esta fecha como tope para la traición de la FANB contra el presidente Nicolás Maduro, por tanto, esperaban amotinamientos y pronunciamientos públicos de mandos altos y medios en la FANB, generando así un ciclo acelerado de golpe de Estado y conmoción.

Pero es indispensable profundizar en estos eventos subrayando que tales objetivos que la oposición venezolana no consiguió eran fundamentalmente tácticos, mientras que hay otros objetivos estratégicos cumplidos parcialmente y su resultado aún está por definirse.

LOS FACTORES NO CONSOLIDADOS

El pretendido ingreso de «ayuda humanitaria» a Venezuela patrocinado por la USAID y supuestamente solicitado por Juan Guaidó fue objeto de una hiperpropagandización muy significativa, junto a un concierto con «propósitos de caridad», Venezuela Aid incluido, mediante la aparición de personajes del mundo de la farándula y algunos presidentes.

Al mismo tiempo, el despliegue de camiones desde Colombia a Venezuela tenía el uso no autorizado del logo de la Cruz Roja, y ese ente tuvo que pronunciarse al respecto señalando la violación de los tratados internacionales que amparan a dicha organización, que sabemos, al igual que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), no estaban participando. El despliegue propagandístico y márketing «humanitario» fue logrado.

Pero el esquema civil y pacífico de ingreso de la «ayuda» fue agotado rápidamente con la violencia antichavista registrada en las fronteras con Colombia y Brasil. Queda de ello que el lado colombiano tuvo todas las cámaras y la atención, y el tipo de violencia empleada fue de baja intensidad. Mientras tanto, el lado con Brasil parece el punto ciego del escalamiento a una fase violenta con propósitos «humanitarios», por la ambigüedad de los eventos en el lugar y el saldo contabilizado el sábado en la noche de cinco pérdidas humanas.

La quema de tres gandolas con supuestos insumos humanitarios, demostradamente cometida por factores opositores en el puente Francisco de Paula Santander en Ureña, fue el insumo propagandístico de mayor relevancia. Consolidaron un falso positivo importantísimo. En el lugar estuvieron sospechosos habituales de la violencia en Venezuela de 2014 y 2017, a saber, José Manuel Olivares, Gaby Arellano y Vilca Fernández, todos con un historial como operadores de eventos violentos en el terreno. Aunque inverosímil, la narrativa de que el «gobierno del usurpador Maduro» incendió la ayuda humanitaria, se consolida.

Durante la jornada del 23 de febrero hubo aparentes deserciones de al menos ocho funcionarios de la FANB, quienes cruzaron la frontera para ponerse a las órdenes de Guaidó. Todos de bajo rango y además de ellos, factores uniformados que no pertenecen a la FANB. Esto último aún está por determinarse a plenitud. Sin embargo, el golpe a Maduro y el amotinamiento de altos mandos no ocurrió. El chavismo reforzó su posición de dominio.

La posición de Guaidó queda en entredicho al violar la restricción que le hiciera el Tribunal Supremo de Justicia de salir del país, una vez que el presidente Maduro ordena el cierre de la frontera. Su posición en el hecho político queda expuesta de manera clara. Es un factor irrelevante en la política interna, no tiene un gobierno que ejercer y su posición es de cara al frente externo venezolano como un factor de legitimación de la injerencia. Para eso fue creado y esas funciones cumple.

Al final de la jornada del 23 de febrero, Guaidó cumple el plazo constitucional de su supuesta presidencia transitoria sin tener el poder de llamar a elecciones, queda como un «presidente» sin tropas, en un país extranjero y sin la posibilidad de ingresar en el país sin tener que encarar la cárcel.

LAS REACCIONES Y DERIVACIONES AL CORTO PLAZO

La quema de camiones en el paso fronterizo y la violencia multidireccional en las fronteras venezolanas, tal como el ingreso de «ayuda» que no se hizo efectivo, se constituyeron como un «causal de guerra» e intervención, al menos como insumo narrativo y sumamente propagandizado. Esa fue la conquista estratégica del antichavismo local y extranjero.

La presentación del caso como «el incendio de un convoy de ayuda internacional», como supuesta violación del Estado venezolano de los Acuerdos de Ginebra, serán componentes esenciales no sólo para tiranizar al chavismo, sino como un factor subjetivo que contribuya al intento de quiebre de la integridad de la institucionalidad venezolana y la FANB en lo sucesivo.

En la noche del 23 de febrero, Guaidó declaró que ante la «gravedad» de los eventos, «toma la decisión» de solicitar a la comunidad internacional el empleo de «todas las opciones» para derrocar a Maduro. Coquetea con el factor bélico sostenido en la narrativa humanitaria.

Tal aseveración puede entenderse de dos maneras. O está haciendo un control de daños gestionando las presiones de sus seguidores y colegas en lo que fue un estruendoso fracaso táctico, o por otro lado, está contribuyendo significativamente al expediente de legitimación del conflicto bélico en Venezuela, amparándose en sus supuestas atribuciones previstas en el «Estatuto de transición» en las que podría solicitar una intervención.

La legitimación de una guerra en Venezuela por parte de Guaidó y el antichavismo local como factores legitimadores, en términos estrictamente políticos, les aíslan de la mayoría de las posiciones de la comunidad internacional sobre Venezuela que rechazan una guerra, pero los acercan a las posiciones más recalcitrantes en Washington.

Sobre la «quema de la ayuda humanitaria por Maduro», consolidado ese ataque de bandera falsa, Mike Pompeo no tardó en señalar que Washington debía hacer los buenos oficios por la «población venezolana que sufre». Esto sugiere que el riesgo de que, en lo sucesivo, la retórica y la creación de condiciones bélicas puedan acelerarse.

Por su parte, el chavismo este 23 de febrero reafirmó su posición de fuerza, expuso su hegemonía sobre la FANB y la integridad del tejido institucional del sector castrense y logró gestionar afinadamente, y con el menor saldo posible, lo que era de hecho una arremetida contra sus fronteras aupada por Estados Unidos, Colombia y Brasil.

El chavismo terminó reafirmando su posición como factor de derecho y hecho en la política interna, colocando ahora a Guaidó en una posición incómoda.

De ello deriva una frustración inmensa entre la base de apoyo al plan golpista en curso, así como de otras fuerzas en la oposición que no tienen una posición homologada a la de la Casa Blanca y del propio Guaidó sobre el golpe, y esos elementos llevan nuevamente a la oposición dentro de Venezuela a otro callejón sin salida, en el que, esta vez quizás como nunca, dependen estrictamente de las gestiones de Washington para dar al traste con el chavismo.

Para el chavismo será indispensable la denuncia fuera de Venezuela del ataque con bandera falsa que hubo en las fronteras, también seguir alertando de los riesgos de nuevas escaramuzas pre-bélicas. También debe reafirmar su posición en el ejercicio legítimo del poder, para sostener la República y afinar frentes políticos que permitan una distención. Detener el escalamiento será el objetivo en el frente externo.

Para efectos de la política interna, tal como ya lo ha hecho, el directorio político del chavismo va a continuar amalgamando la estabilidad política mediante una cohesión en su base e integridad institucional, evitando y conteniendo al mismo tiempo las acciones destempladas de los adversarios locales mediante la gestión de la irritación generada por los objetivos que la oposición no logró consumar. Las primeras horas posteriores al 23 de febrero serán claves para ello, pues la contención de amenazas externas yace en la preservación de la paz y estabilidad interna.

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